Hace tiempo, tras una serie
de análisis clínicos, me detecto una angina de pecho, que yo jamás sentí, pero
que según él era normal que no se diese dolor en uno de cada tres pacientes. Me
recetó un montón de fármacos con los que, imagino, la evolución de la misma se
detuvo, o al menos se aminoró, pero a la larga, hoy que he leído con detalle
ese papelito que los acompaña y que todos ignoran, puedo confirmarlo, me
destrozaron en otros muchos sentidos. Lo que vulgarmente se conoce como “Daños
colaterales no buscados” se cebaron en mí.
El uso prolongado puede
ocasionar la reducción sensible de la masa muscular, convirtiendo el músculo en
grasa con una tendencia clara a la gordura, la fatiga y la rotura frecuente de
los músculos. Así mismo, en personas con problemas estomacales, puede acentuarlos
produciendo, sobre todo en la noche, digestiones largas, difíciles y
flatulentas. En todos los casos se acrecienta la sequedad bucal aumentando el
nivel de ronquidos del paciente. Por último, en relación con el sexo, se dará
una disfunción eréctil que aumentara con la edad.
Todo lo escrito me afecto.
Cuando se lo comente al Dr. Romero, sonrío.
—
Son cosas de la
edad y, claro, de la medicación. Te recetare “Viagra”, bien para casos de “Aquí
te pillo y aquí te mato” o bien para efectos de mayor duración. Es cara pero de
ti depende. No te perjudicara. Lee bien las instrucciones.
No sabía si me tomaba el pelo
o si la pastillita servía para mucho o poco, pero, receta en mano y dinero en
el bolsillo me acerque a la farmacia en busca del preciado remedio. Hubo risas,
el mancebo es amigo mío, celebraciones y petición de copas. Al parecer ese tipo
de solicitudes eran bastante corrientes. Guarde las “azules” en la mesilla de
noche a la espera de poder utilizarlas.
Este año el Presidente de la Asociación Naturista
Asturiana, de la que soy Secretario-Tesorero, dado que la primavera se
presentaba más calurosa de lo normal, por lo del cambio climático, por quedar
bien con la
Asociación Nacional, con la que nos unía un enfrentamiento
fraternal, o porque nuestras finanzas
estaban boyantes, no tuvo mejor idea que invitar a los máximos
responsables madrileños a participar en nuestra Asamblea extraordinaria, a la
que nadie, salvo los jefes, asistimos, y conocer de paso el estado en el que
está el naturismo español tras la toma del poder de los nuevos jerarcas
municipales, en general todos de matiz populista.
Por extraño que parezca no
solo aceptaron la invitación sino que
vendrían el propio Presidente, su mujer y dos parejas de representantes del naturismo madrileño, con ánimo de retomar
aquella antigua tradición de ambas Asociaciones de pasar una semana del verano
en las playas asturianas.
Desde que llevaba las riendas
del negocio practicó una serie de reformas con ánimo de aprovechar el mucho
espacio que la rodeaba y que, años atrás, servía, en parte, de pasto al ganado
y el resto como huerta familiar. Ahora, una pequeña piscina exterior, un gran
jacuzzi cubierto y otro interior acristalado, una zona para parrilladas y el
acondicionamiento de la parte baja del hórreo centenario como local para
tertulias o sidrería veraniega, le daban ese aire mundano que antaño no poseía.
La casa con enormes habitaciones de dos camas matrimoniales, baño, mesita,
televisión y una pequeña nevera, apenas había cambiado.
Lo que parecía imposible se
iba a convertir en realidad: Otra vez ambas Asociaciones juntas.
No fue el azar sino el
estudio concienzudo de los asistentes, sus gustos, sus edades, sus ideas
políticas y naturistas lo que hizo distribuir a las personas. Era claro que en
las habitaciones compartidas las dobles parejas debían ser una de Madrid y otra
local. Que ambos presidentes debían tener habitaciones individuales y, la
restante se jugaría al azar. Solo este hizo que a mí me tocara compartirla con
Mónica y Alberto, dirigentes madrileños que ya conocía de anteriores reuniones.
Él, bajito, entrado en carnes y muy extrovertido. Ella, rubia teñido, tan alta
como él, rellenita y con dos prominentes tetas. De entrada callada pero, una
vez cogida confianza se convertía en una mujer lanzada, sin perjuicios y muy
divertida.
Las camas de 2x2, 5, amplias
y pegadas, daban al resto del espacio una amplitud tipo sala de baile. Según
llegamos Mónica entro al servicio y, a los cinco minutos, salió como vino al
mundo, totalmente desnuda. Así deshizo la maleta, organizó su armario, se
conecto a Internet y espero, pegada a la pantalla, que el resto terminásemos de
ordenar nuestros enseres. Se ciño al cuerpo un reducido pareo y con un
—Venga muchachos, vamos a tomar una copa—.
Salió de la habitación
seguida por un cortejo más recatado y menos animoso.
Un largo fin de semana, poco
trabajo, calor, excursiones, largas estancias al sol por las mañanas, jacuzzi
por las tardes y copas por las noches, siempre bajo la hégira del nudismo y el
peligro presente de nuestros cuerpos desnudos, lascivos, provocativos y
deseables, todo esto, como diría mi abuelo, no es “Bueno para la salud”, sobre
todo la mental.
La utilización de los
jacuzzis, en grupos de cuatro en cuatro, estaba controlado por nuestra vocal de
actividades y, el sábado por la tarde, nos toco el interior.
Era, sin lugar a dudas, más
acogedor que el exterior, que parecía un garaje. Se adornaba con emplastes de
rocas sobre las paredes, espejos circulares, velones encendidos en lugares
estratégicos, una serie de hamacas y un perchero donde colocar las toallas y
albornoces.
Ese día, Dios sabrá el
porqué, tome, tras la comida, una de aquellas pastillitas azules, con la
esperanza de tener una noche de placer y sexo. Cuando fuimos al jacuzzi ya me
había olvidado del hecho.
De entrada todo fue normal,
como cualquier otro día. No era la primera vez que los cuatro, desnudos, nos
remojábamos en aquella pileta burbujeante. Ni el agua estaba más caliente, ni
el ambiente era diferente, ni la luz ni las velas, nada, pero algo influía en
nuestras actitudes. Nos notábamos nerviosos.
Entramos, sin hablar. Ellos
se sentaron en un lateral, frente a nosotros. Sin decir palabra nos hundimos,
dejando solo las cabezas, a modo de corchitos multicolores, a nivel del
líquido.
Los pies fueron la
avanzadilla. Como si el jacuzzi hubiese encogido los cuatro pares tropezaron de
repente y, lo que es peor, no se separaron. Formaron una piña cada vez mas
atrevida, mas osada. Dejaron el fondo y ascendieron por las piernas. Los de
Mónica, los míos, los de Rosa, los de Alberto cada cual se adentraba en
terrenos mas desconocidos. Todos parecíamos perfectos con aquellas acciones de
investigación subacuatica. Sentí los deditos de Mónica alcanzar mis testículos,
luego reposar sobre el pene. Sus piernas, abiertas por completo me ofrecían su
sexo, depilado por completo, para que hiciese lo que ella. Creo que los cuatro
nos acariciábamos, nos excitábamos y lo estábamos pasando en grande.
No es que el terreno se
inclinara, nos íbamos desplazando hasta quedar, los cuatro, juntos en uno de
los laterales dando permiso a las manos para que entraran en fiesta. Mónica,
adosada a mí como una lapa, me cogía el sexo que, curiosamente, se mantenía
erecto como desde hacía años no lo estaba. Con prudencia, algo que olvide de
inmediato, empecé acariciarle los pechos,
a perder mis dedos en su sexo, cada vez más húmedo y no por el agua.
Abrí los ojos. Nuestras respectivas parejas sumergidas y enrolladas junto a
nosotros, hacían, sin duda, cosas
parecidas.
— Salgamos — dijo Mónica despegándose de mí, envolviéndose
en su albornoz y desapareciendo tras la puerta..
Llegamos a la habitación y,
cada oveja con su respectiva pareja,
ocupamos las dos camas adosadas.
Ellos, en una parte, nosotros
en la otra. Al principio separados luego juntos, al final casi amontonados.
Un revoltijo de cuerpos, un
revoloteo de manos en busca de un pecho, un sexo desconocido, deseado y
condescendiente. Gozábamos sexualmente con nuestras respectivas parejas sin
olvidarnos de excitar a quienes a nuestro lado hacían lo mismo y, por los gritos, susurros y murmullos que
se oían, a fe que lo estábamos consiguiendo.
Rendido sobre aquel “campo de
amor, campo de sexo”, rememore mis fracasos anteriores y el efecto de aquella
pastillita azul, tomada exclusivamente por “prescripción facultativa” y que tan
gratas consecuencias me habían y a mi pareja, proporcionado.
— Volveremos en verano —dijo Mónica al despedirse. —Debemos
retomar aquellas reuniones de ambas Asociaciones antes que el tiempo, la lluvia
y las borrascas destrozaran nuestras playas naturistas y nos vuelvan a
distanciar.