lunes, 12 de diciembre de 2016

UN MUERTO EN EL TUNEL DE LA SENDA VERDE

Orvallaba. Toda la noche una cortina de agua descargo sobre Oviedo y ahora, a las 7,30 de la mañana, el ambiente era húmedo y frió. Mire el tablón de órdenes. Hasta las 12 guardia, con el cabo Ovidio en el túnel de la senda verde, recién inaugurado y que tantos problemas estaba dando al Consistorio, luego a la Florida y al final a la entrada de la Y. “Un día tranquilo”, pensé.
Mi cabo, cuando quiera —le dije montándome en la Susuki—
Era una de las últimas adquisiciones del Cuerpo y tras pasar la noche en el garaje estaba seca y calentita.
Romerales, hacia el parque y con cuidado. Usted dirige — Le oí decir entre el rugido de las motos.
No era mal compañero. Recién llegado, leones, casado y con dos niñas.
La ciudad, solitaria, envuelta en un molesto chirimiri, invitaba a todo menos hacer guardia en las entradas del túnel.
         Un café para calentarnos —, dijo al parar en la entrada de Otero
A las 9 estábamos ya detenidos en la pequeña rotonda que daba acceso a una de las bocas del túnel. Estaba desierto
         Romerales, —le oí decir— acérquese a la entrada y compruebe que todo esta en orden.
Al llegar algo me pareció extraño. Toda la semana la prensa había comentado la inseguridad del mismo y el Ayuntamiento les respondía, en principio con la colocación de cadenas y candados  y posteriormente con nuestra vigilancia en ambas entradas. Pero algo no cuadraba. De lejos vi le escasa iluminación cenital 
perderse hacia el fondo y un chorro de agua brotando por el desagüe lateral que, para lo poco que llovía, parecía abusivo. Al llegar la cadena, simplemente pasada y el candado abierto, indicaba que algo no estaba del todo correcto, pero, lo que es peor, un bulto grande y oscuro cerraba el normal funcionamiento del desagüe.
Di la vuelta y se lo comente al cabo.
         Entre con cuidado, póngase los guantes, tome nota de lo que vea  y regrese. Yo llamare a la Central para que envíen alguien con más competencias.
Hice lo que me ordeno, tome nota de lo que, a primera vista, se veía, y sin tocar nada regrese donde el cabo.
Me apoye en la moto y contemple la verja, ahora casi abierta de par en par y el canal lateral de desagüe  que iba poco a poco ganando potencia y cantidad. Hojas, palos, papeles, bolsas de golosinas, botes de bebida, eran arrojadas sin orden, distribuidos por la ladera  y amontonados en la entrada del desagüe general  que, cada cierto, tiempo las engullía.
Ni me entere cuando el cabo y tres vehículos de la Nacional  aparcaron a mi espalda. Ovidio se acerco al primero, del que bajo un teniente, le saludo y se vino hacia mi. De los otros dos salieron  un conjunto de agentes de la científica, que, sin ni siquiera saludar se distribuyeron por la ladera y entraron en el túnel.
         La agente Romerales, — dijo presentándome el teniente, — la única que entro en el túnel y certifico la presencia de un cadáver. Hará un informe con lo que vio, sin tocar nada  ya que, como se nos indico, no debíamos alterar el escenario del suceso. Se le enviara en cuanto se pase a limpio y se registre. —
Astudillo, como se llamaba el comisario, me dio la mano y las gracias. Seguido por el cabo entro en el túnel.
Quede de guardia en la entrada. El sitio estaba ya acordonado, lleno de cintas plásticas que limitaban zonas y mogotes rojos numerados distribuidos desde la salida del desagüe general al recolector. Apenas si se oían voces, solo los destellos de una docena de maquinas fotográficas que intentaban perpetuar cualquier posible pista perdida en el manto vegetal, ahora empapado por completo.
Se escucho una especie de explosión y, por la boca del túnel fueron saliendo, de estampida y empapados de pies a cabeza, el teniente, el cabo, cuatro de la científica arrastrando el cadáver y otro tres con maletines,  maquinas fotográficas y bolsas de muestras.
La boca del túnel era un enorme surtidor del que manaba un rió de agua cristalina. Una preciosidad.
Bueno, eso y un hecho. El agua, en su afán liberador, se llevaba con ella, salvo el cadáver, rescatado por los de la científica, toda prueba, indicio, o huella que existiese o pudieran haber existido.
Asturdillo, bastante tranquilo, levanto la operación, mando recoger todo a los de la científica nos llamo a Ovidio y a mi a parte, contacto con el forense y el juez encargados de levantar el cadáver y nos ordeno regresar al cuarte.
Salvo ordenes superiores yo trabajaría dilectamente con el y quería verme en su despacho a las nueve  de la mañana.
El comisario de la Policía Nacional, teniente Astudillo, asignado al caso, hojeaba los pocos informes que, sobre el caso, había en la mesa. Pocos por decir algo ya que solo el informe del policía local, el mió, el meteorológico de la noche anterior y una breve reseña del difunto. D. Indalecio Suárez era todo cuanto poseía para empezar. Faltaba la autopsia, los informes de la científica y las diligencias de los agentes de la calle, por lo normal  escuetos, ambiguos, breves y de poco valor.
         —Me llamo  Pablo, — dijo al sentarme ante la mesa—, si vamos a trabajar juntos mejor que nos tuteemos. Usted es Lucía. A partir de ahora simplemente Lucía, nada de Romerales.
En principio, y salvo las ingerencias políticas es un caso sencillo. No hable con nadie y cualquier intromisión o petición, bien del cuerpo, del ayuntamiento o de los políticos, me los dirige a mi. Usted, o mejor, tu, te haces la tonta.
         —A la orden.., mejor si Pablo.
         —Indalecio Suárez,  empezó diciendo, el muerto, tenia 55 años. Fue, durante mucho tiempo, cerrajero, razón por la que pudo abrir, sin problemas los candados de la verja. En paro desde que se inicio la crisis. Sin vicios claros conocidos. Ni se drogaba ni tomaba, algún vino si le invitaban. Poco o nada aficionado a grescas ni riñas. Soltero, medio misógino. Sin familia. Muy conocido en albergues sociales y comedores humanitarios. En resumen un buen hombre que debía seguir vivo.
El informe de la Seguridad Social dice estar bien de salud  sin mayores problemas físicos que los acarreados por su vida errática y su alimentación irregular
Antes de seguir adelante esperemos que lleguen los informes de la autopsia y la científica.
Lucia, márchate a casa, intenta recordar lo que vistes en el túnel, escríbelo y memorízalo, como si fueses a pasar un examen. No te preocupes, gasta el tiempo con tus hijos y nos vemos mañana aquí a las 10.
D. Cosme, Alcalde del Tripartito, había dormido bien. Como asturiano de toda la vida, la humedad y la lluvia le relajaban, encima, las fiestas navideñas, no eran proclives a problemas municipales. Se aseo y paso a desayunar al saloncito donde estaban ya amontonados los periódicos del día. Por primera vez en muchas semanas, las páginas de inicio no reseñaban nada de interés así que se centro  en el café y los frixuelos que tenía en la mesa. “Hoy será un buen día” pensó, salvo que Conchi, mi secretaria,  haga algún estropicio,…. nada importante.
No oyó el teléfono por lo que no se inquieto cuando le dijeron que era del Ayuntamiento.
         Trini, ¿Qué pasa?, aun no son las nueve de la mañana.
         Cosme. Acérquese cuanto antes……Tenemos un problema. No grave pero puede llegar a ser molesto. Ya le envié un coche.
         —Salgo ahora mismo. Nos vemos.
En un pequeño despacho, anexo al suyo, estaban todos reunidos:
 Trini, la Vicealcaldesa y autoridad real del Consistorio, Conchi, mi secretaria de toda la vida, Ana Aguado otras de las patas del poder, y Buenaventura Sánchez, apodado Don, amante de Trini y según las malas lenguas, el autentico capo del partido, de la Vicealcaldesa y del Consistorio.
         Sr. Alcalde, — Dijo Don casi antes de  sentarme en la mesa—, es una tontería pero sino se controla todo esto, puede hacernos mucho daño.
Esta mañana ha aparecido un cadáver en el túnel de la senda verde, el que usted inauguro hace a penas 15 días y lo peor es que al sacarlo surgió una  cabeza de agua que arrastro cuanto había, cadáver incluido, dando la razón a la prensa que la obra era deficiente y los problemas  superiores a las ventajas,
         —No estaba todo estudiado—susurro D. Cosme. — No existía un estudio geotécnico que lo previese.
         Si. Y ahí radican o radicaran parte de los problemas.
         —Explíquenos.
         Cuando hace casi 10 años, con el gobierno que diseño el trazado de la senda, usted, en la oposición, protesto y enfrento a la prensa y a la sociedad contra el mismo, solicito una serie de estudios que avalasen su necesidad y hasta que no se realizaron se opuso a la ejecución del túnel.
         Donde esta pues el problema.
         —Leyó usted o alguien de su equipo, aquel estudio geotécnico. Este que tengo en la mano y tiene usted delante de la mesa.
         —No recuerdo, hace casi una década.
         —Pues mire la página 115. En ella, muy claro y a modo de conclusión, se indica el problema de las cabezas de agua de la zona y no se recomienda la ejecución del mismo.
         ¿Seguro?
         —Cosme, nunca dudes de mí.
         —Porque votamos a favor.
         —Como siempre, por llevarles la contraria aunque no tuviesen razón.
         — ¿Quién hizo el informe?
         —Un tal Hernán Roca, ingeniero de minas, especialista en geotecnia, por cierto, elegido por ustedes. Al final lo despidieron de malas maneras sin indemnización. La policía cree que  ahora vive en Centroamérica. Están investigando el país. Olvídese de él.
         —Lo recuerdo vagamente.
         —Mejor piense como manejamos  el tema:¿ que decimos a los medios?,¿ como atajamos el río que tenemos en medio de la senda verde? y ¿que hacemos con el lago que se esta formando en la base de  la misma?.
         —Coordine un equipo de seguimiento con la Policía Nacional, la local y nosotros antes de hablar con la prensa. Luego veremos que pasa. Reunión conjunta mañana a las 9 de la mañana.
Lucía llego con adelanto. Se sentó ante la puerta y repaso mentalmente cuanto había hecho por la tarde. En su opinión, nada.
Pablo, muy puntual, apareció con un legajo de papeles bajo el brazo, saludo con un hola y entro en el despacho.
         Siéntate Lucia, ahora empezamos. Hago dos llamadas y te cuento.
         —Todo casi resuelto, falta un como y un porque pero lo demás cuadra a la perfección:
Indalecio Suárez vagabundo de profesión y antiguo cerrajero, llevaba una temporada, desde que se inauguro el túnel de la senda verde, durmiendo en el mismo. Abría el candado al oscurecer y lo dejaba de nuevo cerrado cuando se iba por la mañana.
— ¿Qué paso el día de autos?
         — En rasgos generales lo mismo, pero algo rompió su rutina. Ordeno sus cosas lejos del desagüe, y se tumbo a dormir.
         —Y….
         —Ahí esta el primer problema. Luego se levanto y cayó, muerto, sobre el canal de desagüe. La científica certifica que no había agua en los pulmones, o sea, murió antes de caer. Bueno ni agua ni golpes ni hematomas ni nada, estaba limpio.
         —De algo murió. Que dice la auptosia.
         —Sigue en ello. Tubo un fallo cardiaco pero ¿Por qué?
         —Mi teniente, bueno Pablo sino  le parece mal. Hay dos cosa que no tiene sobre la mesa. La primera es mi informe inicial. En el y de eso no me cabe la menor duda, reseñe que, junto al petate donde dormía el difunto, la existencia de dos bolsas vacías, una de frutos secos y otra de palomitas. La segunda  que gracias a su deferencia de darme la tarde libre, ayer la pase con uno de mis hijos y un amiguito suyo, Álvaro. Al dejármelo su madre, lo único que me dijo es que era alérgico a los cacahuetes y que si por casualidad comía algo que los incluyera lo llevase lo más rápidamente posible a urgencias.
El difunto, aunque sin saberlo, debía ser alérgico a los frutos secos. Robo o encontró una serie de bolsitas de los mismos, con abundantes cacahuetes  y se las llevo para comérselas antes de dormir.
La reacción, al tomárselos en el petate fue: sequedad de boca, hinchazón de cara  y pérdida de visión. Al levantarse y acudir hacia el agua que fluía por el desagüe sufrió un sock anafiláctico y  murió. Todo por causas naturales.
         —Muy inteligente Lucía, sin duda tiene toda la razón. No obstante esperaremos el informe medico pero ya, de entrada podemos tranquilizar al alcalde,  lleva todo el día queriendo saber si hay avances en la investigación.
Ha sido un éxito. Inesperado pero un éxito. — decía la Trini , con su bufanda rosa sobre los hombros  y las gafas en la cabeza, palmoteando al alcalde y abrazándose con sus correligionarios del partido— ya nadie dirá que no somos eficientes.
         No te lance Trini— dijo Buenaventura—estas cosas pasan e, igual te vienen de cara como de culo. Ahora hay que ver como presentárselo a los medios y que hacer con la fuente que acaba de nacer en medio de la senda.
         —No seas gafe” Don”—recriminó el Alcalde—. Pide unas cajas de sidra y anuncia a la presa la resolución del caso. En el próximo Pleno presentaremos un proyecto de aprovechamiento del agua, la clausura del túnel y la creación de un parque temático-ambiental en la ladera inundada.
Por cierto, localízame aquel ingeniero, perdido en Centroamérica y escánciame otro culín de sidra, vago.
       —Don Cosme, déjese de celebraciones, —dijo Conchi— como a las dos de la tarde no este en su casa, Dña. Isolina le va a crujir. Luego no diga que no le avise.
En la calle, la prensa esperaba recibir las gratificantes noticias del Consistorio. Al menos el año finalizaba  con buenos augurios o, al final, todo sería la típica Inocentada del 28 de Diciembre.

sábado, 11 de junio de 2016

PELUQUERA, ESTETICIEN Y…….

Desde hace 22 años, justo al llegar a Oviedo, he sido cliente asiduo de la Peluquería  Mariastri. Tal vez por ser la más cercana a casa o por estar situada en la calle que lleva el nombre de mi padre, el caso es que a ella fui el primer día que necesite un corte de pelo y a ella he seguido yendo año tras año y de eso hace más de veinte.
Hasta entonces y sin saber a ciencia cierta el motivo siempre fueron peluqueros y no peluqueras, quienes se cuidaban, cada tres o cuatro meses, de arreglarme un poco mis rizos posteriores y quienes, viendo el lamentable aspecto de los mismos me recomendaban que dejase de nadar en piscinas cubiertas, que usase champús de mejor calidad o que no tomase el sol en verano, pues cualquiera de estas actividades convertían en amarillento mi pelo plateado. Nunca les hice caso.
La peluquera que, aquel día ya lejano me tomo bajo su servicio, supuse que, en conjunción con el nombre del establecimiento, se llamaría Astri, error este que durante años continúe perpetrando. Tiempo después supe que se llamaba Mabel, y solo con el hecho de tropezarnos muchas veces por el barrio hizo que termináramos, no como amigos, sino simplemente como buenos conocidos.
Era una relación de lo más cómoda. Pedía hora, por lo general la primera del día, me lavaba el pelo, lo cortaba como siempre y me  daba un poco de conversación: del tiempo, de mis viajes a Madrid o a Costa Rica, de alguna que otra lesión que tuvo en las rodillas y que la mantuvieron de baja cerca de seis meses, de mis cursos de masaje o del continuo trafico de ayudantes que aparecían y desaparecían  por su establecimiento.
Jamás entramos en temas personales, ni antes ni después de saber su verdadero nombre. Este otoño me comunicó, no que cerraba la peluquería, sino que se jubilaba. Los servicios se mantenían pero sería su hermana, la autentica Astri, quien los llevaría.
Cambio de lugar, siempre cerca de casa, de mobiliario, se hizo peluquería ecológica y naturista, todo cuanto más natural mejor. Las antiguas señoritas desaparecieron como por encanto, se persono en las redes sociales, las paredes se volvieron blancas con cantos rodados, del mismo color, como rodapiés, y una serie de árboles secos enmarcándolas y en ellos, ¡Ho cielos¡ como media docena de orquídeas naturales y una serie de pájaros tropicales de peluche.
Me atendió Astri, la dueña, de unos cincuenta años, rubia, vestida por completo de negro y sumamente habladora.
¿Cómo me llamaba?, ¿Desde cuándo iba por allí? Se alegro que conociese a su hermana, que fuese un cliente tan antiguo y aún mas que mantuviese uno de los pocos carnés de la peluquería, ya en desuso desde hacía algunos años.
Le gustaban las orquídeas, aunque se le morían todas y la cocina pero era pésima cocinera; viajaba mucho a Barcelona, donde vivía su hija. No supe, ni lo sé ahora, si era viuda o separada, aunque si intuí que vivía sola por preferir desayunar en los bares de la zona mejor que en casa, pues el café le salía fatal.
Con el tiempo intimamos más, solo a nivel de profesional: peluquera - cliente.
Fueron pasando por allí Margot, argentina, empeñada en hacerme un arreglo de cejas, Karol, experta en el cuidado de las uñas, manos y pies, Verónica especialista en ventas mediante ofertas por Internet y solo dedicada a señoras. Un buen día llego su hija  Tania desde Cataluña y ella desapareció.
Con mano firme el local fue cambiando. Fuera orquídeas, fuera arbolitos  secos y llegada en tromba de estantes con todo tipo de productos cosméticos y capilares. El personal se estabilizo manteniéndose ella y dos ayudantes, por lo general muy eficientes.
Hasta que llegó Berni.
Era ecuatoriana, de la localidad de Naranjo, situada al norte del país muy cerca de la costa del Pacifico. Para mi una ciudad entrañable, mas que nada por aquel dicho que cualquier capitalino te contaba:”No lleves piñas a Naranjo”. No es que la producción de piñas fuese aquí excepcional, sino que asimilaban piñas a las mujeres y, lógicamente te recomendaban que viajases solo y allí, si duda encontrarías alguna “hembrita” que te hiciese feliz. A mi pesar la encontré en Oviedo.
   Que cejas tan raras tienes —decía cada vez que me atendía.
Efectivamente, desde los cuarenta  tengo el pelo completamente blanco y las cejas negras azabache. Una peculiaridad de familia. Así las tuvo mi padre y alguno de mis primos.
              —Me recuerdas al abuelo, pero al revés. El era moreno, vamos negro, y tenía las cejas y el bello púbico, blancos como la nieve. Ese detalle le hizo enormemente conocido y respetado.
Por ello y por haberle asignado el Gobierno de la Republica una extensa franja de terreno alrededor de la carretera, recién terminada, que unía Quito y la zona de los Indios Colorados, con el único propósito de mantener limpios de vegetación los arcenes de la misma.
              — Era famoso. Vivía rodeado de mujeres, todas ellas visitadoras de las maravillas de su entrepierna, y de los jóvenes y niños que de tales relaciones surgían y que eran, al final de la historia quienes cuidaban la carretera, cultivaban el terreno fértil y pescaban camarones en las zonas pantanosas de la finca.
   Yo le cortaba el pelo, de todo el cuerpo, para que vamos a engañarnos— esto último lo decía mostrando una preciosa sonrisa.
Al despedirnos siempre comentaba.
   Ingeniero, haber si algún día, como a mi abuelo, le hago un tratamiento general, mas ahora que pronto empezará el verano y en el que, sin duda, usted ira alguna de las playas nudistas asturianas.
A los tres meses llame por teléfono para reservar hora. Hable con ella y a modo de sorpresa comentó.
             — El viernes deberá ser por la tarde, viene mucha gente, por las comuniones. Así, de paso, le preparo para la playa, como le dije. —
No había nadie. Me lavo la cabeza, me hizo un rápido, pero eficaz corte de pelo y me empujó hacia la cabina de estética que tenían al fondo.
   Como le prometí le voy a dar un tratamiento completo. —
La seguí. Llevaba una especie de camiseta blanca, muy corta, muy escotada y sin mangas.
El gabinete estaba prácticamente ocupado por una camilla forrada con un cobertor afelpado y una toalla a los pies.
   Desnúdese, túmbese y cúbrase con la toalla, “ahorita “ vuelvo —
Hice lo que me pidió y espere su regreso.
Colocó, sobre una mesita auxiliar, espuma de afeitar, una palangana con agua templada, una serie de maquinillas de afeitar deshechables y una serie de pequeñas toallitas de felpa.
            —   Venga, al “tajo“— dijo despojándome de la toalla y enjabonando mis partes pudendas con abundante espuma de jabón.
   Será “rapidito” y luego le doy un masaje refrescante.
Fue profesional y delicada. En un abrir y cerrar de ojos dejo mi sexo y los alrededores como el culito de un niño
Elimino, con agua templada, los restos de espuma, me seco y con aquella extraña sonrisa que nunca supe descifrar me susurro al oído.
          — Ahora el premio
Me tumbo, saco, de no se donde, un aceite tibio, denso, oloroso y sin terciar palabra empezó a embadurnarme el sexo, los huevos, las ingles y el culito.
Di un ligero respingo y casi por inercia abrí las piernas para dejarla trabajar mejor. Era algo agradable, excitante, lujurioso.
Acercando su cuerpo a la camilla, casi rozando mi brazo, que fláccidamente caía y, mientras colocaba en mi mano un buen chorro de aceite, susurro.
   No me seas tímido, hazme algo. —
Había imaginado que, bajo la larga  camiseta,  iba totalmente desnuda. Ahora lo constaté. Primero avance hasta su coñito, ya ligeramente húmedo, luego descubrí su ombligo y al final recaí entre sus senos. Me daba su cuerpo para que jugase con el, para que ambos disfrutásemos con lo que teníamos entre manos.
Fue un juego corto, excitante, consentido. Un juego que termino en una explosión orgásmica, al menos por mi parte, y en una relajación conjunta.
   — Ha sido un placer—
   El placer fue mío —, pensé sin decir nada.                                  
   —Vuelve siempre que quieras. Ingeniero. Yo aquí trabajo de peluquera y esteticien, pero la verdad es que soy pintora, de cierto prestigio    dijo perdiéndose al fondo de la  cabina.
   —Apúntame para dentro de tres meses, cuando me crezca el pelo— dije al salir
 Y de todos los sitios”, idealice para mi mientras se cerraba la puerta y me perdía en la tarde-noche de Oviedo.
Nunca volvimos a vernos. Cuando regrese me dijeron que al poco de atenderme se despidió diciendo que iba a Madrid a dedicarse a lo suyo.
       Suele pasar a menudo. Están aquí unos meses y luego desaparecen.

Nota de Prensa:
Clausura de ARCO XXXVIII
Con gran asistencia de público se ha clausurado la 38 Edición de ARCO, este año dedicado a la pintura Sudamericana, en concreto a Ecuador.
Siguiendo las huellas de sus grandes maestros como Guayasamin, un conjunto de pintores del país, comandados por la joven Bernarda Arguello, han sido los animadores de la muestra, en donde la fuerza, el color y el realismo mágico de Kidman han vuelto a revolotear por los distintos pabellones, con la frescura y buen hacer de sus nobeles artistas……….
                                                                                                             Madrid 27 de Febrero del 2019 
 Por la foto de prensa era, sin duda, la Berni que tan bien me trato en la peluquería de Mariastri. Suerte para ella.                               

lunes, 7 de marzo de 2016

POR PRESCRIPCIÓN FACULTATIVA

Si no hubiese preguntado al doctor Romero, mi cardiólogo desde hace 8 años, por los efectos secundarios del tratamiento puede que esto no lo contase así.
Hace tiempo, tras una serie de análisis clínicos, me detecto una angina de pecho, que yo jamás sentí, pero que según él era normal que no se diese dolor en uno de cada tres pacientes. Me recetó un montón de fármacos con los que, imagino, la evolución de la misma se detuvo, o al menos se aminoró, pero a la larga, hoy que he leído con detalle ese papelito que los acompaña y que todos ignoran, puedo confirmarlo, me destrozaron en otros muchos sentidos. Lo que vulgarmente se conoce como “Daños colaterales no buscados” se cebaron en mí.
El uso prolongado puede ocasionar la reducción sensible de la masa muscular, convirtiendo el músculo en grasa con una tendencia clara a la gordura, la fatiga y la rotura frecuente de los músculos. Así mismo, en personas con problemas estomacales, puede acentuarlos produciendo, sobre todo en la noche, digestiones largas, difíciles y flatulentas. En todos los casos se acrecienta la sequedad bucal aumentando el nivel de ronquidos del paciente. Por último, en relación con el sexo, se dará una disfunción eréctil que aumentara con la edad.
Todo lo escrito me afecto. Cuando se lo comente al Dr. Romero, sonrío.
  ­Son cosas de la edad y, claro, de la medicación. Te recetare “Viagra”, bien para casos de “Aquí te pillo y aquí te mato” o bien para efectos de mayor duración. Es cara pero de ti depende. No te perjudicara. Lee bien las instrucciones.
No sabía si me tomaba el pelo o si la pastillita servía para mucho o poco, pero, receta en mano y dinero en el bolsillo me acerque a la farmacia en busca del preciado remedio. Hubo risas, el mancebo es amigo mío, celebraciones y petición de copas. Al parecer ese tipo de solicitudes eran bastante corrientes. Guarde las “azules” en la mesilla de noche a la espera de poder utilizarlas.
Este año el Presidente de la Asociación Naturista Asturiana, de la que soy Secretario-Tesorero, dado que la primavera se presentaba más calurosa de lo normal, por lo del cambio climático, por quedar bien con la Asociación Nacional, con la que nos unía un enfrentamiento fraternal, o porque nuestras finanzas  estaban boyantes, no tuvo mejor idea que invitar a los máximos responsables madrileños a participar en nuestra Asamblea extraordinaria, a la que nadie, salvo los jefes, asistimos, y conocer de paso el estado en el que está el naturismo español tras la toma del poder de los nuevos jerarcas municipales, en general todos de matiz populista.
Por extraño que parezca no solo aceptaron la invitación  sino que vendrían el propio Presidente, su mujer y dos parejas de representantes  del naturismo madrileño, con ánimo de retomar aquella antigua tradición de ambas Asociaciones de pasar una semana del verano en las playas asturianas.
El Hostal “Orquídea Blanca” era de nuestro amigo Fede. Pese a ser un miembro destacado de la comunidad naturista asturiana y haber sido, hace años, Presidente de la misma, el uso del mismo como alojamiento exclusivamente naturista, era desconocido para el público en general. Cuando la Asociación Naturista Asturiana se lo pedía, él la convertía en naturista.

Desde que llevaba las riendas del negocio practicó una serie de reformas con ánimo de aprovechar el mucho espacio que la rodeaba y que, años atrás, servía, en parte, de pasto al ganado y el resto como huerta familiar. Ahora, una pequeña piscina exterior, un gran jacuzzi cubierto y otro interior acristalado, una zona para parrilladas y el acondicionamiento de la parte baja del hórreo centenario como local para tertulias o sidrería veraniega, le daban ese aire mundano que antaño no poseía. La casa con enormes habitaciones de dos camas matrimoniales, baño, mesita, televisión y una pequeña nevera, apenas había cambiado.  
Hubo que hacer un montón de cálculos para acoplar los seis invitados de Madrid y los ochos de nuestra Junta a las posibilidades del lugar. Al final lo hicimos con dos habitaciones para cuatro personas y tres matrimoniales para dos. Teníamos, si el tiempo estaba a favor, los bajos del hórreo para las reuniones y la utilización de los jacuzzis de forma que no se produjeran aglomeraciones. Como en los establecimientos de este género solo en las habitaciones, las zonas de Spa y un área recién creada, habilitada como solario, podía irse totalmente desnudo.
Lo que parecía imposible se iba a convertir en realidad: Otra vez ambas Asociaciones juntas.
No fue el azar sino el estudio concienzudo de los asistentes, sus gustos, sus edades, sus ideas políticas y naturistas lo que hizo distribuir a las personas. Era claro que en las habitaciones compartidas las dobles parejas debían ser una de Madrid y otra local. Que ambos presidentes debían tener habitaciones individuales y, la restante se jugaría al azar. Solo este hizo que a mí me tocara compartirla con Mónica y Alberto, dirigentes madrileños que ya conocía de anteriores reuniones. Él, bajito, entrado en carnes y muy extrovertido. Ella, rubia teñido, tan alta como él, rellenita y con dos prominentes tetas. De entrada callada pero, una vez cogida confianza se convertía en una mujer lanzada, sin perjuicios y muy divertida.
Las camas de 2x2, 5, amplias y pegadas, daban al resto del espacio una amplitud tipo sala de baile. Según llegamos Mónica entro al servicio y, a los cinco minutos, salió como vino al mundo, totalmente desnuda. Así deshizo la maleta, organizó su armario, se conecto a Internet y espero, pegada a la pantalla, que el resto terminásemos de ordenar nuestros enseres. Se ciño al cuerpo un reducido pareo y con un
—Venga muchachos, vamos a tomar una copa—.
Salió de la habitación seguida por un cortejo más recatado y menos animoso.
Un largo fin de semana, poco trabajo, calor, excursiones, largas estancias al sol por las mañanas, jacuzzi por las tardes y copas por las noches, siempre bajo la hégira del nudismo y el peligro presente de nuestros cuerpos desnudos, lascivos, provocativos y deseables, todo esto, como diría mi abuelo, no es “Bueno para la salud”, sobre todo la mental.
La utilización de los jacuzzis, en grupos de cuatro en cuatro, estaba controlado por nuestra vocal de actividades y, el sábado por la tarde, nos toco el interior.
Era, sin lugar a dudas, más acogedor que el exterior, que parecía un garaje. Se adornaba con emplastes de rocas sobre las paredes, espejos circulares, velones encendidos en lugares estratégicos, una serie de hamacas y un perchero donde colocar las toallas y albornoces.
Ese día, Dios sabrá el porqué, tome, tras la comida, una de aquellas pastillitas azules, con la esperanza de tener una noche de placer y sexo. Cuando fuimos al jacuzzi ya me había olvidado del hecho.
De entrada todo fue normal, como cualquier otro día. No era la primera vez que los cuatro, desnudos, nos remojábamos en aquella pileta burbujeante. Ni el agua estaba más caliente, ni el ambiente era diferente, ni la luz ni las velas, nada, pero algo influía en nuestras actitudes. Nos notábamos nerviosos.
Entramos, sin hablar. Ellos se sentaron en un lateral, frente a nosotros. Sin decir palabra nos hundimos, dejando solo las cabezas, a modo de corchitos multicolores, a nivel del líquido.
Los pies fueron la avanzadilla. Como si el jacuzzi hubiese encogido los cuatro pares tropezaron de repente y, lo que es peor, no se separaron. Formaron una piña cada vez mas atrevida, mas osada. Dejaron el fondo y ascendieron por las piernas. Los de Mónica, los míos, los de Rosa, los de Alberto cada cual se adentraba en terrenos mas desconocidos. Todos parecíamos perfectos con aquellas acciones de investigación subacuatica. Sentí los deditos de Mónica alcanzar mis testículos, luego reposar sobre el pene. Sus piernas, abiertas por completo me ofrecían su sexo, depilado por completo, para que hiciese lo que ella. Creo que los cuatro nos acariciábamos, nos excitábamos y lo estábamos pasando en grande.
No es que el terreno se inclinara, nos íbamos desplazando hasta quedar, los cuatro, juntos en uno de los laterales dando permiso a las manos para que entraran en fiesta. Mónica, adosada a mí como una lapa, me cogía el sexo que, curiosamente, se mantenía erecto como desde hacía años no lo estaba. Con prudencia, algo que olvide de inmediato, empecé acariciarle los pechos,  a perder mis dedos en su sexo, cada vez más húmedo y no por el agua. Abrí los ojos. Nuestras respectivas parejas sumergidas y enrolladas junto a nosotros,  hacían, sin duda, cosas parecidas.
         — Salgamos — dijo Mónica despegándose de mí, envolviéndose en su albornoz y desapareciendo tras la puerta..
Llegamos a la habitación y, cada oveja con su respectiva pareja,  ocupamos las dos camas adosadas.
Desnudos, calientes y desinhibidos continuamos el cortejo iniciado en el agua. Ahora más libres, más atrevidos, mas osados.
Ellos, en una parte, nosotros en la otra. Al principio separados luego juntos, al final casi amontonados.
Un revoltijo de cuerpos, un revoloteo de manos en busca de un pecho, un sexo desconocido, deseado y condescendiente. Gozábamos sexualmente con nuestras respectivas parejas sin olvidarnos de excitar a quienes a nuestro lado hacían lo mismo  y, por los gritos, susurros y murmullos que se oían, a fe que lo estábamos consiguiendo.
Rendido sobre aquel “campo de amor, campo de sexo”, rememore mis fracasos anteriores y el efecto de aquella pastillita azul, tomada exclusivamente por “prescripción facultativa” y que tan gratas consecuencias me habían y a mi pareja, proporcionado.
         — Volveremos en verano —dijo Mónica al despedirse. —Debemos retomar aquellas reuniones de ambas Asociaciones antes que el tiempo, la lluvia y las borrascas destrozaran nuestras playas naturistas y nos vuelvan a distanciar.

domingo, 14 de febrero de 2016

CUANDO FELI PERDIÓ SU PUDOR

                                                                                   El pudor es una virtud relativa, segun se tenga veinte, 
treinta, cuarenta o cincuenta años
Honoré de Balzac
 Al nacer cada cual viene a este mundo con una serie de cualidades, características,, peculiaridades. Yo llegue con fuerza pero sin equilibrio, con muchísima memoria y nada de voluntad, bajito y excelente salud, inteligente y sin pudor; eso que define la Real Academia de la Lengua como "Verguenza de exhibir el propio cuerpo desnudo o de tratar temas relacionados con el sexo”. Por ello, de pequeñito, fui raro: alguien me acostumbró a bañarme desnudo, a dormir desnudo, a ir así por la casa sin importarme nada, estar de igual forma en lugares públicos: gimnasios, piscinas, playas, etc.
En la “Mili”, junto al “Banderas”, éramos los más enanos de la compañía, yo, sin embargo, el mas veloz desprendiéndome de la ropa, razón por la cual siempre me duchaba con las cuatro gotas de agua caliente que teníamos asignadas.
Otro de mis raros atributos es la suerte, no la económica, ni la ligada a juegos de azar, simplemente esa que el pueblo llano conoce como: — Chico que “suerte” tienes —. Tuve siempre trabajo, me prejubile muy joven y ahora, al  final de mis años, cobro una pensión mas que aceptable.
Desde que un día, haciendo pesca submarina en Cabo Peñas, una ola y un peñasco mal situado me arrancaron y perdí el traje de baño, deje prácticamente de usarlo, no por el desembolso económico que me ocasionaba el comprarme otro, sino por la comodidad de nadar desnudo y tomar luego el sol de idéntica manera.
Corrían entonces los años del franquismo. No fueron motivo para abandonar esta costumbre ni durante ellos tuve problemas con la autoridad o la justicia — eso que llamo “suerte” —. Con la Democracia, aunque mucha gente se vio salpicada por el puritanismo de gobernantes, clérigos o visionarios, no fue mi caso. En estos momentos soy el nudista mayor y más respetado de las playas asturianas y por mi estado laboral contribuyo con la única Asociación Naturista del Norte llevándoles la contabilidad y secretaria, siempre “Ad Honoris” como era de esperar.
Feli es, sino la mejor, una de las grandes amigas de Rosa. Ambas son taroístas y através de las cartas pasan conectadas casi de forma continua. Se preguntan por el trabajo, la salud, los amores, la familia. Hace años se separo de su marido y como consecuencia perdió peso, le apareció una ulcera estomacal y la dentadura  se le abrió como las flores en primavera. Así la conocí.
El tiempo, un dentista, un oculista y buenos alimentos han hecho que sin llegar a ser una belleza espectacular sea, a sus cincuenta años una mujer de buen ver, agradable, recatada, una hembra castellana como definiría Delibes, escritor, como ella, de Valladolid.
Cada cierto tiempo Rosa se desplaza a verla, más que nada, como digo, a consultar algún conjuro, intercambiar experiencias y analizar conjuntamente clientes con problemáticas especiales. Junto a ellas Amapola de Santander, Cándida de Málaga y Eugenia de Tenerife forman un grupo de amigas, unidas por el Tarot, que por problemas geográficos apenas si se veían.
Llegamos a la capital de Pucela un lunes por la mañana. Contra a mi disposición natural de alojarnos en un hotel, lo hicimos en su casa: pequeña, luminosa, con una cama, grande pero una y un sofá, en el que, como en las películas norteamericanas, dormiría yo. Pasear, ver museos, recorrer los bares típicos de tapas, dejar a las brujas en la casa y esperarlas, entrada la tarde, en aquella vinacoteca ganadora de varios premios a las mejores tapas era mi programa diario de festejos.

         Hola Anapa, que haces por Valladolid.
No suelo extrañarme. Por lo general, los simplemente conocidos acostumbran asociar la nacionalidad, el trabajo o alguna característica física, a mi nombre de pila y así me reconocen como el asturiano, el blanquito o el ingeniero antes que por José Luis.
Israel y Kusa me miraban desde una de las columnas de la plaza. 
         — ¿Como por aquí? Te echaron de Oviedo.
Los conocía desde hace años. Eran los responsables del naturismo español a nivel internacional y eventualmente, en Asturias o Madrid, participamos en algún mitin nudista
 Los conocía desde hace años. Eran los responsables del naturismo español a  nivel internacional y eventualmente, en Asturias o Madrid, participamos juntos en algún mitín nudista.
Él, químico e informático, representaba a los tres mil y pico naturistas españoles ante la Federación Internacional. Ella, su pareja, croata, antaño finita de carnes, hoy  recia y oronda, lo acompañaba, defendía y cuidaba en todos los eventos a los que asistían.
Cuando nos presentaron sostenía el naturismo puro, al margen de cualquier sesgo político, geográfico o racial de los asociados.
“Me da lo mismo una monja o una puta, mientras sea nudista”, me escribió en el primer email que nos cruzamos. Hoy la vida, el dinero, la justicia y sobre toda las castas  han hecho variar  su ideología, la forma de vender el naturismo aunque no creo que la de vivirlo. Como a todos, el tiempo, le quito pelo y le dio kilos, estabilidad, nombre, prestigio.
Nunca nos llevamos bien. Nos admitíamos, respetábamos y nos lanzábamos dardos envenenados envueltos  en piropos.
         — Sentaos y tomar algo. Estoy con Rosa en casa de una amiga.
Pasamos la mañana hablando de naturismo, de economía, del tiempo. Se despidieron con una invitación.
—Si estáis aquí el sábado os invitamos a casa. Una reunión naturista, más que nada a charlar un poco y tomar una copas. Aquí tienes mi dirección y  teléfono. Llámame cuando hables con Rosa y su amiga.
Vivían el la calle Gabilondo, muy cerca del Paseo de Zorrilla, Campo Grande y el Pisuerga. La casa debió ser herencia familiar pues estaba en la parte más noble de la ciudad. Cuando lo comunique ambas se sintieron emocionadas, se encerraron en el cuarto de las cartas e imagino que hicieron cualquier cantidad de tiradas por conocer, de antemano, que sucedería el sábado noche.
Por la mañana fueron a la peluquería y yo a comprar una orquídea, por no llegar con las manos vacías.
El portal noble, el ascensor una reliquia  y, por lo visto desde la calle, el quinto piso, donde vivían, tenía magnificas vistas sobre el parque. La noche cálida, antesala del verano.
Llamar, aparecer Kusa, verla y oír al fondo un murmullo de voces nos hizo entender que la reunión  se salía de lo normal. Ni se nos había ocurrido pensar que al ser todos nudistas estarían desnudos y así pensaban que estaríamos nosotros.
Kusa iba como vino al mundo, nos saludo de beso y nos dirigió hacia una habitación.
   Aquí podéis dejar la ropa y tomar una toalla para sentarse. Os esperamos en el salón. Sin prisa que no sois los últimos.
Salio y nos quedamos callados.
   Feli, ¿que quieres hacer? — dijo Rosa —. De verdad que no sabíamos nada. Nosotros somos, como ellos, nudistas pero nunca hemos estado en una situación como esta. Ni a José Luis ni a mi nos preocupa estar desnudos, pero en tu caso es diferente. Si quieres salgo y digo que nos marchamos. Por nuestra parte no hay problemas.
Feli, que había dejado el bolso y la chaqueta sobre la cama, se mantenía de pie, con los brazos cruzados, la cara roja como un tomate y la mirada perdida.
   Nunca lo he hecho. No es por vergüenza, tal vez por pudor, por miedo. No se.
   De ti depende —dijo Rosa — a nosotros nos da lo mismo ya hemos estado muchas veces desnudos con otras personas. No pasa nada. Enseguida te haces a ello, en cuando quieres darte cuenta ya te has habituado. Es la primera impresión, o mejor dicho cuando tomas la decisión de hacerlo.
Seguía de pie, callada, mirándonos a la cara. Pensando, sopesando si desnudarse o marcharnos.
         — Si lo hago es por vosotros, por el viaje que habéis hecho y porque no conozco a nadie de esta gente, aunque vivimos en la misma ciudad.
Dado el primer paso, superado el pudor se iba a lanzar a la experiencia del desnudo, no solitario, ni en pareja sino la más difícil, en grupo y entre desconocidos.
         — Vamos allá — nos dijo — y que no se entere nadie.
Cogió una toalla del montón, soltó los corchetes de la falda, que automáticamente resbalo hasta el suelo, se quito el jersey por la cabeza y siguió con los botones de la blusa. Quedo ante nosotros, yo ya desnudo por completo, en braguitas y sujetador, mirándonos como para que la animásemos. Se despojo de ambas prendas y con los restos de pudor que le quedaban se anudo la toalla a la cintura lista para salir.
Las contemple a mis anchas. Una menuda, con pechos pequeños y caídos, talle de avispa y culillo respingón. Rosa pechugona, compacta y con un prominente trasero. Salimos en procesión. Por delante yo, con la toalla sobre el hombro, Rosa con ella en la mano y Feli, mas decorosa, arrollada a modo de faldita.
El salón, donde nos esperaban, estaba sin duda acondicionado para reuniones como esta. Las paredes recubiertas de piedra, dos de ellas tapizadas por sendas librerías atestadas de libros. Una  chimenea, de diseño moderno, ocupaba el centro de la estancia dando luz y calor. Rodeándola, sofás, sillones y sillas.  En una de las esquinas un gran mueble bar con taburetes y, distribuidas por todos los sitios, mesitas bajas donde colocar las copas y aperitivos.
Israel, Kusa y otra pareja a la que presentaron como Remedios y Alberto, todos desnudos y queriendo parecer o ser, muy hospitalarios, nos esperaban.
         — Faltan Félix y Cristina. Llegaran un poco mas tarde. Tienen que dejar a los niños con su canguro — dijo Kusa —. Serviros lo que queráis. Israel maneja el bar y las bebidas
Pedí mi consabido gin-tónic  y ellas sendas cervezas sin alcohol. Como en cualquier reunión social, casi de entrada los hombres nos situamos alrededor de la barra y las damas junto al fuego.
Ni cuando se completo el grupo se rompió la armonía del encuentro. Eran algo más jóvenes que el resto pero también habían olvidado su ropa en el vestidor.
Casi de inmediato pasamos al comedor. Por aquello del protocolo con los nuevos a mi me situaron entre Feli y Kusa y a Rosa al lado de Israel, con lo mal que le caía.
Fue una cena normal, con la peculiaridad que todos estábamos desnudos aunque pareciese lo contrario.
Feli no dejaba de hablar. Había perdido el pudor inicial y ahora los nervios la habían convertido, de repente, en una persona agradable e imprevisible.
         — Siempre están así — me pregunto —. Creo que Remedios es de mi barrio. Su cara me suena. Al resto no los he visto nunca. Es una suerte.
El tiempo, las cervezas, aunque fuesen sin alcohol y el Ribera de Duero habían roto su miedo inicial y empezaba a relajarse. Es algo que no comprendo pero si lo atestiguo. La gente desnuda, al agruparse, no solo pierde sus inhibiciones sino que tienden a la cercanía física. Las parejas se juntan, se miman, se besan: los simplemente conocidos se reúnen, independientemente del espacio que haya, en ámbitos pequeños consiguiendo que sus cuerpos se rocen, se mantengan en contacto, no de forma eventual sino prolongada, sin que ello produzca extrañeza. Es algo que pasa. Alguien coloca su mano en tu brazo, te toma por la cintura, te da un cachete en el culillo y todo se considera normal.
Feli cayó enseguida en el embrujo nudista. El calor de la chimenea y los Ribera de Duero la convirtieron en una mujer mas cercana, mas intima. Con Rosa, con Remedios, conmigo.
Me cuchicheaba en el oído, pegando completamente su cuerpo al mió, se recostaba en el sofá tumbándose enteramente sobre Rosa, me arrastraba por la cintura para ir a la cocina por más vino. En fin, su pudor murió esa noche naturista.
Una despedida conjunta y una promesa: “Confiemos que el verano sea bueno y lo repetimos en Asturias”, pero una noche como aquella, — al conjuro de las brujas —nunca volvería a repetirse.
Nos fuimos despejando recorriendo el Paseo de Zorrilla, sintiendo el frío seco de la noche castellana. Sin hablar, pensando únicamente en lo que habíamos vivido: Poco o mucho según el prisma empleado en el recuerdo.
La casa estaba fría, nosotros ardiendo.
           — Vámonos todos a la cama, — sugerio Feli—, estaremos mas calientes.
Desnudos nos cobijamos bajo las mantas. No paso nada.  Lentamente fuimos acomodándonos, yo en el centro y ellas cada una a un lado. El trenecillo de los cuerpos, su calor, el vino de Ribera y la noche hicieron el resto. Mi mano cubrió el pecho de Feli, sintió la turgencia de su pezón. Mi pene se desperezó, creció ante los cuidados de Rosa y, hechos una piña de sexo y cariño, nos quedamos dormidos
Así amanecimos y con la nula ropa que nos cubría desayunamos, listos para continuar un nuevo día.