sábado, 11 de junio de 2016

PELUQUERA, ESTETICIEN Y…….

Desde hace 22 años, justo al llegar a Oviedo, he sido cliente asiduo de la Peluquería  Mariastri. Tal vez por ser la más cercana a casa o por estar situada en la calle que lleva el nombre de mi padre, el caso es que a ella fui el primer día que necesite un corte de pelo y a ella he seguido yendo año tras año y de eso hace más de veinte.
Hasta entonces y sin saber a ciencia cierta el motivo siempre fueron peluqueros y no peluqueras, quienes se cuidaban, cada tres o cuatro meses, de arreglarme un poco mis rizos posteriores y quienes, viendo el lamentable aspecto de los mismos me recomendaban que dejase de nadar en piscinas cubiertas, que usase champús de mejor calidad o que no tomase el sol en verano, pues cualquiera de estas actividades convertían en amarillento mi pelo plateado. Nunca les hice caso.
La peluquera que, aquel día ya lejano me tomo bajo su servicio, supuse que, en conjunción con el nombre del establecimiento, se llamaría Astri, error este que durante años continúe perpetrando. Tiempo después supe que se llamaba Mabel, y solo con el hecho de tropezarnos muchas veces por el barrio hizo que termináramos, no como amigos, sino simplemente como buenos conocidos.
Era una relación de lo más cómoda. Pedía hora, por lo general la primera del día, me lavaba el pelo, lo cortaba como siempre y me  daba un poco de conversación: del tiempo, de mis viajes a Madrid o a Costa Rica, de alguna que otra lesión que tuvo en las rodillas y que la mantuvieron de baja cerca de seis meses, de mis cursos de masaje o del continuo trafico de ayudantes que aparecían y desaparecían  por su establecimiento.
Jamás entramos en temas personales, ni antes ni después de saber su verdadero nombre. Este otoño me comunicó, no que cerraba la peluquería, sino que se jubilaba. Los servicios se mantenían pero sería su hermana, la autentica Astri, quien los llevaría.
Cambio de lugar, siempre cerca de casa, de mobiliario, se hizo peluquería ecológica y naturista, todo cuanto más natural mejor. Las antiguas señoritas desaparecieron como por encanto, se persono en las redes sociales, las paredes se volvieron blancas con cantos rodados, del mismo color, como rodapiés, y una serie de árboles secos enmarcándolas y en ellos, ¡Ho cielos¡ como media docena de orquídeas naturales y una serie de pájaros tropicales de peluche.
Me atendió Astri, la dueña, de unos cincuenta años, rubia, vestida por completo de negro y sumamente habladora.
¿Cómo me llamaba?, ¿Desde cuándo iba por allí? Se alegro que conociese a su hermana, que fuese un cliente tan antiguo y aún mas que mantuviese uno de los pocos carnés de la peluquería, ya en desuso desde hacía algunos años.
Le gustaban las orquídeas, aunque se le morían todas y la cocina pero era pésima cocinera; viajaba mucho a Barcelona, donde vivía su hija. No supe, ni lo sé ahora, si era viuda o separada, aunque si intuí que vivía sola por preferir desayunar en los bares de la zona mejor que en casa, pues el café le salía fatal.
Con el tiempo intimamos más, solo a nivel de profesional: peluquera - cliente.
Fueron pasando por allí Margot, argentina, empeñada en hacerme un arreglo de cejas, Karol, experta en el cuidado de las uñas, manos y pies, Verónica especialista en ventas mediante ofertas por Internet y solo dedicada a señoras. Un buen día llego su hija  Tania desde Cataluña y ella desapareció.
Con mano firme el local fue cambiando. Fuera orquídeas, fuera arbolitos  secos y llegada en tromba de estantes con todo tipo de productos cosméticos y capilares. El personal se estabilizo manteniéndose ella y dos ayudantes, por lo general muy eficientes.
Hasta que llegó Berni.
Era ecuatoriana, de la localidad de Naranjo, situada al norte del país muy cerca de la costa del Pacifico. Para mi una ciudad entrañable, mas que nada por aquel dicho que cualquier capitalino te contaba:”No lleves piñas a Naranjo”. No es que la producción de piñas fuese aquí excepcional, sino que asimilaban piñas a las mujeres y, lógicamente te recomendaban que viajases solo y allí, si duda encontrarías alguna “hembrita” que te hiciese feliz. A mi pesar la encontré en Oviedo.
   Que cejas tan raras tienes —decía cada vez que me atendía.
Efectivamente, desde los cuarenta  tengo el pelo completamente blanco y las cejas negras azabache. Una peculiaridad de familia. Así las tuvo mi padre y alguno de mis primos.
              —Me recuerdas al abuelo, pero al revés. El era moreno, vamos negro, y tenía las cejas y el bello púbico, blancos como la nieve. Ese detalle le hizo enormemente conocido y respetado.
Por ello y por haberle asignado el Gobierno de la Republica una extensa franja de terreno alrededor de la carretera, recién terminada, que unía Quito y la zona de los Indios Colorados, con el único propósito de mantener limpios de vegetación los arcenes de la misma.
              — Era famoso. Vivía rodeado de mujeres, todas ellas visitadoras de las maravillas de su entrepierna, y de los jóvenes y niños que de tales relaciones surgían y que eran, al final de la historia quienes cuidaban la carretera, cultivaban el terreno fértil y pescaban camarones en las zonas pantanosas de la finca.
   Yo le cortaba el pelo, de todo el cuerpo, para que vamos a engañarnos— esto último lo decía mostrando una preciosa sonrisa.
Al despedirnos siempre comentaba.
   Ingeniero, haber si algún día, como a mi abuelo, le hago un tratamiento general, mas ahora que pronto empezará el verano y en el que, sin duda, usted ira alguna de las playas nudistas asturianas.
A los tres meses llame por teléfono para reservar hora. Hable con ella y a modo de sorpresa comentó.
             — El viernes deberá ser por la tarde, viene mucha gente, por las comuniones. Así, de paso, le preparo para la playa, como le dije. —
No había nadie. Me lavo la cabeza, me hizo un rápido, pero eficaz corte de pelo y me empujó hacia la cabina de estética que tenían al fondo.
   Como le prometí le voy a dar un tratamiento completo. —
La seguí. Llevaba una especie de camiseta blanca, muy corta, muy escotada y sin mangas.
El gabinete estaba prácticamente ocupado por una camilla forrada con un cobertor afelpado y una toalla a los pies.
   Desnúdese, túmbese y cúbrase con la toalla, “ahorita “ vuelvo —
Hice lo que me pidió y espere su regreso.
Colocó, sobre una mesita auxiliar, espuma de afeitar, una palangana con agua templada, una serie de maquinillas de afeitar deshechables y una serie de pequeñas toallitas de felpa.
            —   Venga, al “tajo“— dijo despojándome de la toalla y enjabonando mis partes pudendas con abundante espuma de jabón.
   Será “rapidito” y luego le doy un masaje refrescante.
Fue profesional y delicada. En un abrir y cerrar de ojos dejo mi sexo y los alrededores como el culito de un niño
Elimino, con agua templada, los restos de espuma, me seco y con aquella extraña sonrisa que nunca supe descifrar me susurro al oído.
          — Ahora el premio
Me tumbo, saco, de no se donde, un aceite tibio, denso, oloroso y sin terciar palabra empezó a embadurnarme el sexo, los huevos, las ingles y el culito.
Di un ligero respingo y casi por inercia abrí las piernas para dejarla trabajar mejor. Era algo agradable, excitante, lujurioso.
Acercando su cuerpo a la camilla, casi rozando mi brazo, que fláccidamente caía y, mientras colocaba en mi mano un buen chorro de aceite, susurro.
   No me seas tímido, hazme algo. —
Había imaginado que, bajo la larga  camiseta,  iba totalmente desnuda. Ahora lo constaté. Primero avance hasta su coñito, ya ligeramente húmedo, luego descubrí su ombligo y al final recaí entre sus senos. Me daba su cuerpo para que jugase con el, para que ambos disfrutásemos con lo que teníamos entre manos.
Fue un juego corto, excitante, consentido. Un juego que termino en una explosión orgásmica, al menos por mi parte, y en una relajación conjunta.
   — Ha sido un placer—
   El placer fue mío —, pensé sin decir nada.                                  
   —Vuelve siempre que quieras. Ingeniero. Yo aquí trabajo de peluquera y esteticien, pero la verdad es que soy pintora, de cierto prestigio    dijo perdiéndose al fondo de la  cabina.
   —Apúntame para dentro de tres meses, cuando me crezca el pelo— dije al salir
 Y de todos los sitios”, idealice para mi mientras se cerraba la puerta y me perdía en la tarde-noche de Oviedo.
Nunca volvimos a vernos. Cuando regrese me dijeron que al poco de atenderme se despidió diciendo que iba a Madrid a dedicarse a lo suyo.
       Suele pasar a menudo. Están aquí unos meses y luego desaparecen.

Nota de Prensa:
Clausura de ARCO XXXVIII
Con gran asistencia de público se ha clausurado la 38 Edición de ARCO, este año dedicado a la pintura Sudamericana, en concreto a Ecuador.
Siguiendo las huellas de sus grandes maestros como Guayasamin, un conjunto de pintores del país, comandados por la joven Bernarda Arguello, han sido los animadores de la muestra, en donde la fuerza, el color y el realismo mágico de Kidman han vuelto a revolotear por los distintos pabellones, con la frescura y buen hacer de sus nobeles artistas……….
                                                                                                             Madrid 27 de Febrero del 2019 
 Por la foto de prensa era, sin duda, la Berni que tan bien me trato en la peluquería de Mariastri. Suerte para ella.