miércoles, 20 de enero de 2021

TRES MUJERES

Hoy, 6 de mayo del 2016, a mis 72 primaveras, acabo de casarme con Rosa, 22 años menor.

– Debiste haberlo hecho con Sonia hace 20 años, me dijo mi ex, Linucha, al salir del Juzgado
– No quiso.
– Ella se lo perdió.

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Linucha.
Nacida, criada y vivida en Madrid, aunque según dice es de Santiago de Compostela, mas cada día que pasa. Con esto de la ruptura de España en diversos países está aprendiendo gallego, no sea que se independice y haya que “falarlo”.
Me case con ella hace casi un lustro, los dos vírgenes y muy jóvenes. Por aquello del procrear, tuvimos tres hijos. Hoy, de aquellos polvos, y nunca mejor dijo, tenemos seis nietos.
Una noche, seguro que mala, sentada en la cama me dijo
— Me voy a separar. Quiero ser feliz.

Sin duda había otra razón disfrazada de músico, pero entonces no lo sabía.
Se quedo con la casa, todo lo que en ella había y una pensión de lo más sabrosa. Eso, la herencia de su madre, la continuidad de su trabajo y la buena gestión de sus dineros la han hecho una mujer rica. Parafraseando un dicho sobre Francia y los franceses:” Dios con ese país se paso. Les dio montes, grandes ríos, tierras fértiles, extensas playas un idioma hecho para el amor”. Bueno, alguien contestó: “Para compensarlo, les puso a los franceses”

Ella también tiene sus  rumanos, aunque ni lo dice ni lo dirá nunca.
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Sonia

La conocí durante una recepción diplomática en los locales de la Cooperación Española de San José de Costa Rica cuando me asignaron allí como responsable de la misma. Creo que el 8 de Agosto del 1990.
Un 10 de abril, meses después, tras el intento de suicidio de un estudiante sueco de intercambio en su casa, pase mi primera noche con ella.
El 23 de Junio del 2003 salí de su casa y, como dicen los castizos, hasta hoy.
Han pasado casi 15 años y ahora empiezo a conocer, con razón o sin ella, el porque de aquella decisión, exclusivamente suya.
Linucha me dejo por un hombre y Sonia por dinero.
Como profesional en arquitectura siempre fue un desastre económico. Cuando en el 2002 entro en la Municipalidad de Montes de Oca, se inicio en política y con una trayectoria irregular, ahí sigue. Con la estabilidad y los colones que estos forran sus bolsillos. Allí y aquí.
Que motivos tuvo para, no solamente echarme de su casa, sino quedarse, como otro día, años atrás, hizo Linucha, con todo lo que adquirí: muebles, menaje, libros, cuadros, cientos de orquídeas, artesanías, siempre para los dos pensando que allí y con ella, viviría por siglos.
La adquisición de unos terrenos y el manejo de mis cuentas bancarias la hicieron recapacitar que era mejor utilizar mi poco dinero y quedar bien con su familia, que estar junto a mí. Dolorosa decisión. Pasado el tiempo sigue enfadada, con ella, no conmigo. Yo esperare, como decía el poeta:
Antes que tú me moriré; y mi espíritu
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la muerte,
esperándote allá.
Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
todo cuanto los dos hemos callado
allí, lo tenemos que hablar.

Mucho o muy poco tiempo lo pase con ella, pues me movía entre Madrid y San José, desde mis cuarenta a mis sesenta. Si hubiese que concretar ese tiempo en dos palabras serian: hacer el amor y viajar. Nos movimos por su país, los cercanos, el mió y en todos. El sexo fue la estrella que constantemente nos guió. Nos separamos y lentamente se fue apagando.
Hoy me queda un hermoso recuerdo y la certeza que, salvo por la lejanía de los correos electrónicos, nunca volveremos a vernos

El tiempo y el dinero borraron sus recuerdos. Han ido poco a poco desapareciendo. El daño que me hizo nunca lo entenderá aunque yo si la recuerde en el fondo de algún pliegue de mi cerebro o en algún recoveco de mi corazón, hoy ya herido de muerte por una angina de pecho.
He leído que, por lo general se sueña con los momentos hermosos tenidos a lo largo de la vida. En mi caso debe se cierto ya que una o dos veces al mes sueño con ella o su entorno. Con la casa que nunca tuvimos o con el dinero, que nos separo.
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Rosa

La vi, de entrada, con un enorme Tarot bajo el brazo, seguida por un montón de amigas, o simplemente conocidas, para que se lo leyera. Yo estaba dando un masaje terapéutico a una de mis compañeras de curso. No me fije más que en su ampuloso escote, del que afloraba un sujetador lila, y comente algo como
— Me lo creeré cuando acierte los números de la primitiva—
Seguí a lo mío: el desbloqueo de las vértebras dorsales de mi compañerita Vanesa, un encanto
En la cena fin de curso, a la que asistió sin pertenecer al grupo de masaje, me dio un beso en la boca, puso en la grabadora “El guardaespaldas” y a la segunda copa nos fuimos a la cama. De eso hace 17 años.
Pasados los años, pese a la oposición de su madre, casi de mi edad, nos casamos. Serán los años, el haber vivido, el esperar la muerte con paciencia, lo que ha hecho que estemos bien, al menos yo.

La vida es rara, imprevisible. Cuando parecía que estaba en la última curva de mi circuito, el coronavirus aparece en el horizonte y lo desbarajusta todo. El tiempo, el dinero, las ilusiones. Ahora solo pienso en vivir, en que el virus desaparezca, en una vacuna milagrosa en volver a viajar, salir a tomar unos vinos, hablar con el barman, discutir de futbol.
Manejo el confinamiento pero añoro el salir, que no hacía antes, viajar ver a los míos.
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Las ranas, las orquídeas y el Tarot son símbolos representativos de cada una, y…………………no es broma.

viernes, 15 de enero de 2021

EL COÑO DE LA ENFERMERA

Conocí a Merce hace muchos años. Era una más de la veintena de alumnos que, en el curso de masaje 2003/04, esperábamos sacar el título de fisioterapeuta.
Debía tener cerca de treinta años aunque aparentaba quince. Era muy pequeña, como diría un amigo mío, estaba hecha a escala. A primera vista todo en ella era pequeño: las manos, el cuerpo, los miembros. Encima, al principio, se mostraba callada y huidiza. Como en cualquier colectividad ya de entrada se hicieron una serie de grupos. Los de más edad, los jovencitos y ella sola entre ambos. Ni en esta selección ni en la sexual se definió de manera clara. Los chicos parecían darle miedo, las chicas también, al igual que los profesores. Por lo general estaba sola y en la repartición de parejas durante las prácticas de masaje terminaba o sin nadie, debiendo ejercitarse con uno de los profesores, o sufriendo por que alguien se le acercase tomándola de compañera.
Debió pasarlo mal. Tarde casi seis meses en hablar con ella. Fue en el bar donde desayunábamos y en el destino que le hizo sentarse a mi lado. Me costó un mundo poderle pagar la consumición y otro iniciar una conversación coherente.
Le gustaba hablar. Más que nada quería contar su historia, que por otra parte no era alegre, a quien desease oírla. Era huérfana, sin nadie de familia. Vivía sola en una habitación de alquiler. Había trabajado de todo: limpiadora, repartidora, barrendera, cuidadora. Ahora estaba en una residencia de ancianos sirviendo de chica para todo: servía comidas, hacia camas, aseaba al personal, les daba fricciones, los escuchaba.
Alguien le dijo que un curso de masajes le haría subir en su escala profesional y en ello estaba. Sola en su cuarto estudiaba anatomía y soñaba, algún día, ser enfermera en el HUCA o en un centro médico privado.
Desde entonces nos relacionamos más. Ni ella ni yo debíamos andar buscando pareja para las prácticas pues, cuando me veía indeciso o desparejado, rápidamente se prestaba a compartir camilla.
Era pequeña, muy pequeña, paro tenía un cuerpo de mujer, aunque a escala. Pechos reducidos, no escasos, glúteos carnosos, cintura reducida. Algo no tenía, era pudor. Se desnudaba siempre por completo y no arrastraba la toalla para cubrirse alguna parte de su cuerpo. Dejaba que se le masajeara sin problemas y decía si, en su opinión, lo hacías bien o mal. También, y sin sonrojarse lo más mínimo, comentaba su estado menstrual, recomendándote, esos días, que bajases la presión o evitases determinadas partes de su anatomía.
Desde ese punto de vista era un encanto tanto como receptora como donante de masaje. Sus manos, pequeñas, tenían mucha fuerza y las movía con habilidad y sapiencia. Sin duda algún día sería una estupenda fisioterapéutica.

Merce
La lumbalgia es una alteración de las estructuras insertadas en el pubis (tendones, músculos, ligamentos, etc.) que generan dolor y limita las actividades deportivas, las del día a día, o las habidas en los periodos de gestación..
El área del pubis es muy importante ya que es la zona de transición de la carga entre el miembro superior e inferior.
La fisioterapia está evolucionando. Cada vez más estudios afirman que la recuperación activa es la forma más eficaz para tratar esta lesión. Los ejercicios terapéuticos y los masajes tienen que ser la base del tratamiento así como la terapia manual como complemento para una mejor recuperación.
Ese día, por algun maligno sortilegio, nos toco juntos, es mas, a me toco ser el tecnico y a ella la paciente.
Aquilino, el profesor encargado, esplico, a base de diapositivas la inserccion de los diferentes musculos, aclarandonos que, por su reducido tamaño, su recuperacion total era complicada y la posibilidad de recaidas, grande. Los diferentes musculos se insertaban sobre el hueso del pubis y alli habia que, lentamente, trabajarlos.

Masaje pélvico
Merce se tumbó en la camilla cubriéndose, con una toalla, el pecho y con otra el pubis. Era tan pequeñita que podía romperla con cualquier brusquedad.
Empecé, calentando, a base de fricciones, cintura, estómago y caderas. Sabía que debía bajar, alcanzar el pubis, ablandar las uniones musculare, pero un extraño pudor me lo impedía.
—Venga, no seas melindres, a mí no me molestas si bajas más—, la oí cuchichear por lo bajini.
Con precaución, mucha precaución, fui descendiendo por aquel vientre liso, plano como una tabla, tanteándolo, imaginando las distancias, poniendo los ojos en el extremo de mis dedos. Al notar el nacimiento del vello púbico me detuve. Era, en ella, todo tan pequeño que cualquier fallo podía hacerme cometer un tremendo error.
—Sigue, por mí no te detengas— continuo.
Ambos nos fuimos relajando. Note como sus músculos se distendían y mis manos empezaban a tener vida propia.
Baje por las ingles siguiendo los abductores, al subir tropecé de nuevo con el vello que envolvía su coñito. Ni me detuve ni ella se movió. El tiempo no se paró ni el profesor anuncio el fin de la clase. Seguí masajeando aquel coñito, cubierto únicamente por una toalla, notando la humedad de sus jugos vaginales, percibiendo eventuales escalofríos de placer, leves sacudidas, pequeños orgasmos contenidos.
Abandone ese maligno juego. Regrese al estómago y, cuando Aquilino dio por concluida la clase, la cubrí por entero con otra toalla, dejándola reposar unos minutos.
Salimos como de costumbre. Unos rápidos por ir a comer, pues tenían trabajo y otros, más lentos como yo, para tomar unos vinos.
El curso termino y, como suele suceder nos despedimos con la idea clara que en más del 75% de los casos no volveríamos a vernos.
En el 2016 tuve una caída en casa, diagnosticaron hematoma subdural, o lo que es lo mismo un coagulo de sangre por debajo de los huesos del cerebro y la necesidad de operarme y extraerlo.
Tras una semana de preparación me citaron una tarde de agosto para la intervención.
Debió ser rápida pues tras ella y por los efectos de la anestesia, lo siguiente que recuerdo es, de nuevo, la cama de mi habitación. De noche, el catéter que recogía la sangre drenada al cerebro se rompió. Aparecí regado de rojo, sintiendo como dos hercúleos enfermeros me medio limpiaban, suministraban sedantes y unos somníferos para que descansara y luego, todo se hizo negro.
Lo malo de las clínicas y hospitales es que llevan su vida al margen de los pacientes.
A las siete una diligente enfermera me despertó para tomarme tensión y temperatura, media hora después llego otra para preguntarme si había ido al servicio y ofrecerme dos nuevas pastillas. Cuando ya casi estaba de nuevo dormido aparecieron las del servicio de desayuno (estaba rendido y tenía la boca más seca que un estropajo). Al poco, una nueva pareja de enfermeras llegaron con el servicio de higiene personal y limpieza de cama.
Estaba despierto pero amodorrado. Vi una de ellas muy grande y otra muy pequeñita, como si fuese una niña. Tenía los ojos cerrados y solo deseaba que se fueran, cuanto antes mejor.
—A este es a quien se le rompió la bolsa de sangre esta noche, está hecho un Cristo— o decir a la de más tamaño dándome la vuelta para facilitar a su compañera que me lavase la espalda y retirase la sabana bajera muy manchada. Con la misma habilidad con la que antes me movió, me despojo de la camisola y me dejo desnudo boca arriba.
—Lávalo por delante—la oí decir—, yo recojo todo lo manchado y terminamos—
Entonces me di cuenta, aun con los ojos cerrados. La pequeñita era Merce, la del curso de masaje. Abrí los ojos de repente.

Higiene hospitalaria
—Por fin te despiertas dormilón, pensé que tendría que esperar otro día para saludarte—
—Hola—fue lo único capaz de articular.
Ella, risueña, seguía a lo suyo.
Con la tranquilidad que antes tenía, más la adquirida con los años, continuaba con su trabajo. Con la esponja, embebida en agua caliente jabonosa, iba limpiándome el cuerpo: pecho, brazos, cintura, pies, piernas. Cuando parecía que todo terminaba, volvió a humedecer la esponjilla y, como lo más natural del mundo, me tomo el sexo y los testículos. De forma profesional y muy erótica, los fue limpiándolos, frotándolos, excitándolos.
—Bueno, José Luis, se acabó, mañana más—
Me seco, cerro la camisola y desapareció.
La mañana siguiente llego sola. Yo, lógicamente, estaba totalmente despejado.
—Te recuperas muy rápido, mañana por la tarde te dan el alta—
Hoy no se anduvo con rodeos. Se acercó a la cama, me desnudo sobre ella y sin más preámbulo volvió a enjabonarme el sexo y los genitales. El lavado era, no higiénico sino sexual, muy sexual.
—No llevo nada debajo— me dijo al oído,
—Hazme lo que me hiciste al darme aquel masaje en la escuela—
No tuvo que repetirlo dos veces. Introduje mi mano entre sus piernas y volví acariciar aquel sexo pequeño, depilado, húmedo, agradecido. Lo recordé como entonces salvo que ella, ahora, también jugaba con el mío.

El coño de la enfermera
El tiempo, volvió a detenerse. Sus espasmos se aceleraron de pronto y un líquido viscosa humedeció mi mano. Acaricie unos segundos aquellos acicalados pelitos y me despedí de ellos hasta…. Puede que nunca, puede que muy pronto.
Me tapo y con su media sonrisa traviesa se despidió
—Fue hermoso en ambas ocasiones, que alguna vez haya una tercera—.

lunes, 21 de diciembre de 2020

EL COÑO DE LA NUDISTA

A “Ricitos de Oro” la conocí desnuda. Bien mirado los dos íbamos asi. Paseaba con un amigo por la zona nudista de la playa de Bayas cuando oímos, a nuestra espalda
—Toni, que haces por aquí, lo tuyo es Peñarrubia—
—Ricitos, cuanto tiempo sin verte—
Nos presentó y siguió hablando.
—Aquí donde la ves, dijo dirigiéndose a mí, es la chica más simpática y ocurrente de la playa. A parte de guapa se presenta, cada año, con su coñito perfectamente decorado, veamos como lo tiene este—
—Muy sobrio, yo le pondría algo de color— siguió mi amigo ponderando las virtudes de aquel sexo.
—No sigas Toni—replico ella.
—A tu amigo le gustan más mis tetas que mi coño, no veas como las mira, nos vemos luego por ahí—
Se fue con un grupo de amigas muy cerca de muestra sombrilla.
Lo de “Ricitos” se debía, sin duda a su pelo ensortijado y lo de “Oro” a que en aquellos momentos estaba teñido de rubio, hoy seguían los rizos pero, su pelo, era negro. A lo largo del día nos vimos varias veces, terminando siendo, no amigos, sino compañeros de playa.
Era una institución, según Toni. Todos los años presentaba un coñito diferente. A veces poblado y teñido, o totalmente rasurado, o depilado de diferentes formas: tipo paréntesis, sombrero, barbita o estrellado. Por un boca a boca tan eficaz como curioso los bañistas de esta playa sabían que día, del inicio del verano, aparecería por allí y mostraría, como hacia la Obregón, en Ibiza, con biquini, vendiendo a la prensa su "posado del verano", ella pasearía su coñito por Bayas y se tomarían una botellas de sidra, que su amigo Fran regalaría y escanciaría para quienes quisieran asistir al evento. Así año tras año.
Llegamos a intimar bastante, solo a nivel playa. Vivía en Asturias, pero de origen gallego, no sabía a qué se dedicaba aunque todos los años por Santiago, se marcaba un viaje de quince días a un paraíso nudista: Francia, Tortuga, Canarias, Alemania o Croacia, que luego explicaba con todo tipo de detalles, tenía coche y no parecía que le faltase el dinero ya que, eso si, conocía un montón de restaurantes locales, sobre todo los que poseían alguna estrella Michelin.
Al prejubilarme, en 2000, el Jefe de Personal de la empresa me recomendó el asesoramiento de un abogado laboralista que, el mismo designo. Este, lo primero que hizo fue pedirme un poder notarial y ante mi desconocimiento del gremio me dio la lista de los notarios ovetenses. Elegí el primero, Abad Álvarez. D
El notario Dolores Abad Álvarez, era en realidad “Ricitos de Oro”, y a partir de aquel día Lola.
Nuestra relación gano un escaño más ya que paso de vernos solo en verano a tomar alguna copa en Oviedo. Hizo la carrera de derecho en Santiago y saco las oposiciones a notarías, debió ser con muy buen número ya que termino ejerciendo en Asturias.

Su “Posado veraniego“ continuo como antes. Hubo un pequeño cambio. Debió conocer algún tatuador experto y ahora lucía sobre su sexo, un tatuaje. La pequeña obra de arte, como decía Toni, se iniciaba nítida para ir difuminándose con el paso del verano y según nos dijo, desaparecer en invierno. Así, cada año nos sorprendería con algo diferente. Y fue cierto.
2020 ha sido un año malo. La pandemia y el mal manejo del problema por los políticos al mando del País ha complicado, no solo el estado sanitario, sino el económico, laboral y humano de la inmensa mayoría de la población.
Entre la cantidad de medidas, higiénicas, más que sanitarias, el control de espacios, la mala información sobre la transmisión y propagación del Covid-19, la cruda realidad es que el verano ni existió ni se disfrutó. Hablando en plata, no fuimos a la playa ni un solo día.
En Julio murió mi madre, no por el virus, tenía más de cien años y, como me paso con la jubilación tuve que enviar un poder notarial a la abogada que, en Madrid, llevaba los asuntos testamentarios de la familia para que fuese ella quien manejase todo el papeleo legal.
Llame a la notaría y me dieron hora. Lola estaba desmejorada. Acostumbrado, como estaba, a verla morena y desnuda, contemplarla ahora blanquecina y vestida, era chocante. Su vitalidad veraniega parecía haberse evaporado, mientras esperábamos a la secretaria con los papeles, empezó hablar, como no, del bichito que nos afligía y del que tantas mentiras nos habían dicho, de cómo se habían enriquecido unos, arruinado otros y muertos muchos más; de cuantos poderes como el mío había firmado. Ella, como yo, pero por otros motivos, tampoco pudo disfrutar de la playa los dos últimos veranos, el sol que le daba la vida recargando sus baterías vitales se había sustituido por el miedo, las mascarillas o los geles hidroalcohólicos. Los abrazos por codazos y el aire libre por el confinamiento.
—Mi depiladora había cerrado, decía Lola, y el especialista en tatuajes salió de Asturias y aún no ha regresado—
—Si vieras, seguía diciendo, lo mal que lo pase estos años sin mi “Posado de verano”, sin la sidra playera de Fran, sin poder viajar, casi sin salir de casa. Estoy hecha una ruina, y no lo digo por el tema económico, del que no puedo quejarme, sino por humano, el físico. Han muerto personas cercanas a mí, otros siguen vivos pero no puedo verlos, las calles están vacías, las tiendas cerradas igual que los bares, los restaurantes, los locales nocturnos. —

—Mira, dijo de repente levantándose y subiéndose el vestido hasta más arriba de la cintura, recuerdas como llevaba el coño, siempre hecho un primor, cuidado al máximo, tal vez en exceso. Ve como está ahora—.
Tras la tanga, de muy reducido tamaño, una mata de pelo púbico, muy negro, luchaba por extenderse hacia el ombligo y las ingles.
—Venga Lola, tranquila, todo pasara. Verás cómo el próximo verano lucirás tu coñito con un diseño que nos sorprenderá a todos—
Salí triste del despecho. Hasta los más risueños había sucumbido y los más osados abandonados al ilógico destino que la pandemia marcaba.
El coño de “Ricitos” sin duda volvería ser el centro neurálgico de la colonia nudista que todos los veranos acampaban por el arenal de Bayas. Yo, por mi parte, al verla pasear por la orilla seguiría prefiriendo más sus magníficas tetas que su decorado chochito.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

EL COÑO DE LA PROFESORA DE DANZA

Quienes la conocieron, en su tierna juventud, aseguran que entonces era una niña especial. No tenía diez años y ya se la consideraba la mejor de la academia de danza clásica de Doña Soledad, en la calle Santa Susana de Oviedo. Era quien más se esforzaba, quien estudiaba música en el conservatorio para poder seguir mejor el ritmo y la cadencia de las obras.
Con apenas quince años fue seleccionada bailarina solista en la Gala de Danza del Teatro Filarmónica, merito que conllevaba una beca para seguir los estudios en Londres, en el Centro Estudio 70 de ballet clásico, dirigido por el prestigioso director ruso Sergei Radchenko.
Fueron años duros, tal vez excesivos para una joven asturiana que nunca había salido de su tierra.
Muchas horas de ensayos, un idioma desconocido, un ambiente mundano, abierto y competitivo en el que primaba la técnica como primer peldaño para el éxito, un despegue total y absoluto hacia el cuerpo, al que se amansaban diariamente para que obedeciese la música, para ser el mejor entre los suyos.
Lo importante era flotar en el aire ser como una pluma, la mejor, la más osada, la carente de escrúpulos, de miedos, de pudores.
Apoyados sobre la barra y despojados de cualquier ropa que impidiese los más osados movimientos los alevines de figuras solo pensaban en un futuro éxito en un puesto en un elenco de fama.
Sudaban a mares y la poca ropa se empapaba, muchas veces se eliminaba y casi siempre alguno o alguna terminaban desnudos sobre el parqué del salón.
Así fueron los primeros tiempos, los de formación, especialmente de la mente.

“Studio 70”. Riguroso método de Ballet clásico
Pasada esta prueba se entraba en el aprendizaje de la técnica, en la pureza de las formas, en la formación individualizada con el profesor, que siempre deseaba moldear un cuerpo perfecto, al que había que obedecer ciegamente y soportar cualquier tipo de acción, ocurrencia, tocamiento o agresión que se le antojase. Todo se soportaba ante un futuro éxitoso.

“Studio 70”. Riguroso método de Ballet clásico
Tras dos años en aquel infierno londinense la niñita asturiana termino como una mujer nueva, diferente, que ya no deseaba danzar pero aspiraba a difundir todo cuanto había aprendido. En muy poco tiempo paso de alumna aventajada a excelente profesora de danza, la mejor, la más reconocida, la que monto su propia academia, la más prestigiosa y en la que nunca había plaza si no era tras una muy fuerte recomendación.
Como alumna londinense trajo a su centro el rigor, el estudio, el trabajo y el orden. Como sobria asturiana le unió el puritanismo, el recato y el pudor.
El descontrol en la vestimenta, tan normal en la city, desapareció. El alumnado iba siempre vestido de punta en blanco, el profesorado mantenía un respeto total y absoluto, un distanciamiento prudente, junto a una capacidad docente de alto nivel.
La piel y, como no, el coño de la profesora de danza, no se sabe cómo es. Según las malas lenguas (el 100% de sus alumnas), no la ha visto nadie desnuda desde hace más de treinta años. Es probable que su depiladora lo sepa, en su entorno intimo la consideran una mujer muy limpia, pero también la asocian como alguien peculiar: nunca la han observado con faldas, ni con bikini, ni le han visto las piernas y mucho menos su lindo coñito.
Sin duda lo tiene, pero nadie lo conoce. Nadie sabe nada del coño de la profesora de danza

Los mayores del barrio aun la recuerdan bailando “El lago de los cisnes” las navidades previas a su viaje a Londres. Tras la representación el comentario más extendido entre la colonia masculina fue aquella frase:” ¿Llevaba braguitas debajo del tu-tu?”. Fue aquel baile el inicio de su pudor o lo fue su estancia en el Studio 70. Salvo ella, nadie lo conoce.
Cada tarde, cuando los alumnos abandonan el centro, la profesora se encierra en su despacho y del ultimo cajón de su mesa saca una lámina, el carboncillo de una bailarina vestida únicamente con una faldita, danzando, sola, en el gran salón de prácticas.
Recuerda aun sus quince años y la petición de un pintor, amigo de la entonces directora, quien le rogo que bailase para él.
Empezó vestida con bodi y mayas pero tras más de dos horas bailando, término haciéndolo prácticamente desnuda.
Vilches, así se llamaba el pintor, le hizo un montón de bocetos y cuando regreso, después de ducharse, le regalo uno, el mejor, según él, el más limpio, el con más movimiento.
Poco tiempo después ella salió hacia Inglaterra y el a Nueva York. No volvieron a verse.
Supo que, con el tiempo y apoyado por la Fundación Masaveu, fue uno de los emblemas más carismáticos del arte pictórico asturiano. También se enteró, esta vez por la prensa, que su exposición americana sobre bailarinas de valet, en Estados Unidos, se consideró un éxito absoluto. Toda la obra se vendió ( la mayor parte esta guardada, como no, en el museo de los Masaveu). No supo que el artista acababa de morir víctima de la pandemia que asolaba al planeta.

Solo ella conocía el dibujo. Nunca lo enmarco, ni  lo enseño a nadie. Su cuerpo de quince años surgía desnudo entre los trazos firmes y continuos del artista. Sus senos apenas incipientes, y su sexo púber y sin rasgo de vello eren los rasgos más sobresalientes de aquel su primero y único desnudo. Obra que solo ella admiraba cada día, recordando los años pasados que su memoria se negaba a olvidar.

martes, 12 de mayo de 2020

DIME SANCHO. ¿EL CORONAVIRUS MATA?

—Dime, mi buen Sancho. Oísteis lo que dicen del nuevo virus. Si hombre ese que mata por cientos a mujeres, hombres y niños. Ese que se ceba en los ancianos. El que ha destrozado la familia de nuestro muy amado y querido Presidente.
Si no sabes nada infórmate y cuéntame. Haz algo útil, lee la prensa, ve la televisión, escucha a Sánchez, a Illia o Simon—
         —Mi señor, lo intentare, se dicen muchas mentiras, hay engaños por doquier. Cuentan que los chinos nos toman el pelo. Que nos mandan gato por liebre, o lo que es peor, trapillo por mascarilla. —
         —No hemos de permitirllo. El honor patrio está por encima de esas habladurías. Pancho, toma tus armas y a la lucha. España nos necesita—
         —Señor, es muy complicado. Internet está en contra y los valencianos y los catalanes. —
         —No es posible. Entonces ¿Quién defiende al Rey? Al muy noble y muy leal Felipe—
         —Nadie, mi señor. Ya ni sale en televisión, ni en el Hola—
         —Y la nobleza—
         —Ausente. Algunos huyen, otros han muerto—
         —Rediez, parece muy grave. Entremos en Tomelloso y tomémonos unos vinos. Falta nos hace—
         —Ni eso podemos, mi señor. Han cerrado las tabernas y, en las únicas abiertas hay que mantener, entre los bebedores, una distancia de separación de tres metros. Imposible confraternizar—
         —Sancho, vayamos a las bodegas del Rufián. Allí el vino es fresco y generoso—
         —Imposible mi señor. La falta de mano de obra para la vendimia de la uva ha hecho que muriese en la parra. Ni tenemos ni tendremos vino. Es lo que manda el gobierno para detener al virus—
         —Difícil nos lo ponen, Sancho. Solo nos que el sexo. Visitemos a Dulcinea. —
         —Eso tampoco, señor. Hay que alejarse de las damas. Al menos a dos metros de ellas y usía la tiene no corta pero si pequeñita—
         —Redios, el maligno nos persigue—
         —No mi señor, el coronavirus—
         —Que hace el Rey, el gobierno—
         —Al primero no le dejan hacer, el segundo no sabe qué hacer, en esas andamos—
         —Mi buen Sancho, y esto va para largo—
         —Tampoco se sabe, mi señor. Ni los conocedores del tema ni los eruditos saben cómo actúa el maldito bichito. Que si el calor lo mata, que si el frio lo protege, que si es alérgico a los detergentes, que si no sabe nadar y se ahoga en el mar y las piscinas. La ciencia esta consternada. También algunos presidentes de allende los mares que animan a sus súbditos a tomar legía y estos mueren luego por perforación de estómago—
         —Mal asunto, mi fiel escudero, no nos queda más que orar y  que el cielo nos proteja—.
         —Buena idea, mi señor, aquí, no más, en la capilla de San Idelfonso podemos rezar unos credos y encomendarnos al altísimo para que nos lleve por el recto camino. —
         Hagámoslo. Mi buen Sancho. Este claro que este infiel coronavirus, si mata, como dicen en una seria de la televisión. —