lunes, 14 de noviembre de 2011

EL CENTRO NIEMEYER

Por fin lo conocí. No es que me desplazase Avilés con el solo propósito de visitarlo, sino casi lo contrario. El 6, 7 y 8 de Octubre se celebro en Oviedo la Primera Feria de Arte Asturiana y para mi sorpresa dos de las Galerías que presentaban obras, la Octógono y la Amasa tenían su sede en Avilés, ciudad situada a menos de 30 Km. de la capital y a la que siempre fui exclusivamente por alguna que otra competición de natación, el certamen anual  de alfarería y quesos o  pasear por el Mercado Medieval que se instala en el centro de la villa durante las fiestas patronales de San Agustín.
Un mes más tarde de la Feria, en el suplemento Cultural de la Nueva España, leí que, cuatro de los grandes pintores asturianos, presentaban obras en Avilés. Ricardo Mojardín en la Amasa, Natalia Pastor, una de las últimas ganadoras del Premio Ciudad de Luarca, en la Octógono, Luis Feito en el Centro Municipal de Artes y Exposiciones y Hugo Fontela en el Centro Niemeyer. Por eso viaje, solo por ver arte.
Tal vez la reciente polémica entre el Gobierno Municipal, el Gobierno del Principado y las asociaciones cívicas sobre la utilidad o no del Centro, su mala o buena gestión económica, su falta de criterios en cuanto a la futura programación cultural, o quizás, y lo mas importante, su financiación y control por parte del Municipio o el Principado, en la actualidad compuestos por partidos contrarios: el PSOE y el FORO, habían picado mi curiosidad por conocer el Centro, ver la obra del arquitecto Niemeyer y comprobar personalmente todo lo que se volcaba en la prensa, pero el deseo de ver las exposiciones y el hecho que la obra de Fontela ya la había visto en Gijón y Madrid, hizo que lo déjese para el final, ingenuamente pensando que caería la noche, llovería y habría que regresar pronto a la capital.
No fue así.  Avilés es pequeñito, las galerías estaban todas muy cerca unas de las otras, la tarde noche era magnifica, la luna llena iluminaba la ria y, lo mas importante, Rosa se empeño en conocer el Centro.
Si hubiese ido con mi amigo Manolo lo más normal es que hubiésemos desistido a las primeras de cambio. Hubo que efectuar un agradable recorrido desde la Plaza del Ayuntamiento al Centro Niemeyer, cruzar la ria de Avilés, a la luz de la luna, subir y bajar escaleras, caminar por las rampas de acceso y deambular por la explanada donde se ubican las tres instalaciones que integran el conjunto: La Cúpula, o sala de exposiciones, el Minarete, coronado por la coctelería  y el Auditorio, para eventos culturales. Una cosa si era cierta, no había agobios ni atascos, puede decirse que no éramos mas de 10 personas las que, en aquel momento, visitábamos el Centro.
No se si por ser los únicos espectadores de la obra de Hugo Fontela, nos encontrábamos como perdidos en aquel inmenso espacio que conformaba La Cúpula. La soledad, la blancura del entorno, los acristalamientos, el abombamiento de las paredes y, para mi gusto, la mala distribución de la obra del artista, hizo que yo me perdiera y Rosa se marease. No hablemos del capitulo de información. Ni había catálogos ni  tarjetas ni dícticos ni trípticos ni nada. La escuálida señorita que custodiaba la entrada, que medio ilumino la sala cuando llegamos, que leía repanchingada en un taburete viendo pasar el tiempo y que, por aquello de la delgadez o la modernidad no llevaba sujetador, ni lo necesitaba, pero si lo hacía saber con una blusa excesivamente abierta,  nos facilito la página Web del pintor para que, a través de ella, nos empapásemos de la filosofía pictórica del artista asturiano ubicado en Nueva York y de la posibilidad de adquirir alguna de las obras expuestas, así como sus precios. Un éxito, si señor.
La luna seguía iluminando cielo y mitigaba la falta de iluminación del Centro. Desde la pasarela, que evita la ria y el ferrocarril, contemplamos el Niemeyer recortado sobre la noche avilesina. Me fui triste. El Centro, como no, era una magnifica obra arquitectónica pero mucho me temía que, como otras grandes obras surgidas durante la época de “Bacas gordas “en Asturias: La Laboral en Gijón o El Talud de la Ería en Oviedo irían, pese al enfado ciudadano, cerrándose o desapareciendo, pero no serían utilizadas para aquello que fueron diseñadas.
Se gastaron muchos millones de euros para construirlas  y ahora no hay dinero ni para los servicios de limpieza del Talud de La Ería ni para la iluminación del Centro Niemeyer, por ejemplo. Una pena y un despilfarro.