lunes, 14 de noviembre de 2011

EL CENTRO NIEMEYER

Por fin lo conocí. No es que me desplazase Avilés con el solo propósito de visitarlo, sino casi lo contrario. El 6, 7 y 8 de Octubre se celebro en Oviedo la Primera Feria de Arte Asturiana y para mi sorpresa dos de las Galerías que presentaban obras, la Octógono y la Amasa tenían su sede en Avilés, ciudad situada a menos de 30 Km. de la capital y a la que siempre fui exclusivamente por alguna que otra competición de natación, el certamen anual  de alfarería y quesos o  pasear por el Mercado Medieval que se instala en el centro de la villa durante las fiestas patronales de San Agustín.
Un mes más tarde de la Feria, en el suplemento Cultural de la Nueva España, leí que, cuatro de los grandes pintores asturianos, presentaban obras en Avilés. Ricardo Mojardín en la Amasa, Natalia Pastor, una de las últimas ganadoras del Premio Ciudad de Luarca, en la Octógono, Luis Feito en el Centro Municipal de Artes y Exposiciones y Hugo Fontela en el Centro Niemeyer. Por eso viaje, solo por ver arte.
Tal vez la reciente polémica entre el Gobierno Municipal, el Gobierno del Principado y las asociaciones cívicas sobre la utilidad o no del Centro, su mala o buena gestión económica, su falta de criterios en cuanto a la futura programación cultural, o quizás, y lo mas importante, su financiación y control por parte del Municipio o el Principado, en la actualidad compuestos por partidos contrarios: el PSOE y el FORO, habían picado mi curiosidad por conocer el Centro, ver la obra del arquitecto Niemeyer y comprobar personalmente todo lo que se volcaba en la prensa, pero el deseo de ver las exposiciones y el hecho que la obra de Fontela ya la había visto en Gijón y Madrid, hizo que lo déjese para el final, ingenuamente pensando que caería la noche, llovería y habría que regresar pronto a la capital.
No fue así.  Avilés es pequeñito, las galerías estaban todas muy cerca unas de las otras, la tarde noche era magnifica, la luna llena iluminaba la ria y, lo mas importante, Rosa se empeño en conocer el Centro.
Si hubiese ido con mi amigo Manolo lo más normal es que hubiésemos desistido a las primeras de cambio. Hubo que efectuar un agradable recorrido desde la Plaza del Ayuntamiento al Centro Niemeyer, cruzar la ria de Avilés, a la luz de la luna, subir y bajar escaleras, caminar por las rampas de acceso y deambular por la explanada donde se ubican las tres instalaciones que integran el conjunto: La Cúpula, o sala de exposiciones, el Minarete, coronado por la coctelería  y el Auditorio, para eventos culturales. Una cosa si era cierta, no había agobios ni atascos, puede decirse que no éramos mas de 10 personas las que, en aquel momento, visitábamos el Centro.
No se si por ser los únicos espectadores de la obra de Hugo Fontela, nos encontrábamos como perdidos en aquel inmenso espacio que conformaba La Cúpula. La soledad, la blancura del entorno, los acristalamientos, el abombamiento de las paredes y, para mi gusto, la mala distribución de la obra del artista, hizo que yo me perdiera y Rosa se marease. No hablemos del capitulo de información. Ni había catálogos ni  tarjetas ni dícticos ni trípticos ni nada. La escuálida señorita que custodiaba la entrada, que medio ilumino la sala cuando llegamos, que leía repanchingada en un taburete viendo pasar el tiempo y que, por aquello de la delgadez o la modernidad no llevaba sujetador, ni lo necesitaba, pero si lo hacía saber con una blusa excesivamente abierta,  nos facilito la página Web del pintor para que, a través de ella, nos empapásemos de la filosofía pictórica del artista asturiano ubicado en Nueva York y de la posibilidad de adquirir alguna de las obras expuestas, así como sus precios. Un éxito, si señor.
La luna seguía iluminando cielo y mitigaba la falta de iluminación del Centro. Desde la pasarela, que evita la ria y el ferrocarril, contemplamos el Niemeyer recortado sobre la noche avilesina. Me fui triste. El Centro, como no, era una magnifica obra arquitectónica pero mucho me temía que, como otras grandes obras surgidas durante la época de “Bacas gordas “en Asturias: La Laboral en Gijón o El Talud de la Ería en Oviedo irían, pese al enfado ciudadano, cerrándose o desapareciendo, pero no serían utilizadas para aquello que fueron diseñadas.
Se gastaron muchos millones de euros para construirlas  y ahora no hay dinero ni para los servicios de limpieza del Talud de La Ería ni para la iluminación del Centro Niemeyer, por ejemplo. Una pena y un despilfarro.

martes, 4 de octubre de 2011

HOTEL PALACIO DE LAS NIEVES. SPA NUDISTA.

NEOFITO
Persona adherida recientemente a una causa, o recientemente incorporada a una agrupación o colectividad (RAE)

El verano, el verano del 2011, ha sido malísimo, al menos en la Cornisa Cantábrica, en Asturias más concretamente. Como soy un estudioso de los números, entre los meses de Junio, Julio y Agosto solo se contabilizaron 15 días soleados, de esos en que uno puede ir a la playa sin congelarse antes de llegar a la orilla. Si de este número se descuenta aquellos en los que mi pareja debía trabajar, los que se encontraba indispuesta o los que yo debía asistir a una Clínica de rehabilitación intentando, sin éxito, curarme una tendinitis aguda que me afectaba los dos tobillos, para ser más exacto los dos tendones de Aquiles, la cruda realidad que en este amplio periodo veraniego solo fuimos dos días a la playa, y en uno de ellos hubo que salir por pies ya que la lluvia se empeño en enviarnos a casa nada mas terminar de comer.

Para terminar de aguarnos la fiesta, la última semana de Agosto, en la que teníamos reservado, y pagado, un bungalow en el Camping de Arna, al sur de Francia, hubo que clausurar el viaje y perder el adelanto, pues mi amante compañera se enfermo de gastroenteritis violenta y claro, no estaba bien andar viajando por ahí, con esos accesos repentinos de vómitos y diarreas.

Por fin acabo Agosto y el tiempo, como para llevar la contraria, mejoro. Solo el tiempo, ni Rosa ni yo pasamos de nuestras dolencias. El cielo era cada día más azul y la temperatura, influenciada por una masa de aire calido procedente del Norte de África, viento del sur como dicen los locales, paso de los 18ºC a los 25ºC, o sea, se podía ir a la playa.

El sábado nos decidimos. Nos daba lo mismo que fuera 10 de septiembre, que los colegios de los niños hubiesen ya empezado y los problemas en muchísimas de las familias normales rozasen la locura. Nosotros no teníamos nada de eso, hasta Rosa gozaba de algún día de vacaciones extra. Sacamos la bolsa playera del trastero, hicimos una suculenta tortilla de patata, calabacín y cebolla y casi como si nos persiguiera alguien salimos hacia el Sablon de Bayas a recuperar parte del irrecuperable sol perdido.

¡Qué sorpresa! No éramos los únicos arriesgados. Sobre aquella arena negruzca, mas oscura ahora debido a la viveza de la marea baja, unos 500 bañistas, casi todos tan desnuditos como vinieron al mundo, aprovechaban el anómalo verano asturiano en el que, según la prensa, “Agosto fue el mas lluvioso de la última década, con 19 días de precipitaciones, y entre el y Julio solo hizo sol nublado 27 jornadas, frente a las 35 de agua abundante”; y para mejor acierto, la casi totalidad de socios de ANAPA nos encontrábamos allí, tras un periodo que, en años normales, era de confraternización diaria y este, no lo había sido.

Saludos, abrazos, paseos, comentarios, formación de grupos, lo normal en todo reencuentro y lo mas solicitado: “¿Qué se hará este otoño-invierno?, ¿Seguirá el Spa-Sauna del Hotel Palacio de las Nieves en La Felguera?, ¿Habrá Amaguestu?, pero sobre todo y en boca del mas crítico del grupo: “¿Cómo esta el Naturismo en Asturias, y en España? ¿Se ha presentado la Asociación ante las nuevas autoridades regionales presididas ahora por el Sr. Cascos?

El grupo inicial fue aumentando; bañistas amigos, viejos conocidos playeros y algún que otro novel bien escuchaban bien aportaban su opinión.
En una nota de Miguel Ángel López, Presidente de la Asociación Alicantina Osiris, recién auto suprimida,” En España hay sobre 500.000 personas que practican el nudismo libre pero menos de 3.000 están asociadas, casi el 0,5%. Algo hacemos mal”. Mirando la playa me desconecte de la charla y empecé hacer cálculos.

Así, a bote pronto y sin apenas rigor matemático, en Bayas, ese día, estaríamos como 500 naturistas. Descomponiendo Asturias en tres porciones: Occidente, Centro y Oriente, e incluyendo en cada zona las playas en las que se practica, total o parcialmente, el nudismo: Mexota-Barayo-Otur-Silencio y Oleiros en occidente, Bayas-Xago-Aguilera-Poniente-Peñarrubia ( prohibida este año, a todos los bañistas, por desprendimientos en el talud del fondo) y Serin en el centro, Vega-Torimbia-San Martin y Ballota en oriente, y asumiendo que en un día soleado y festivo pueden concurrir del orden de 1.500 nudistas en cada porción, resulta que en Asturias pueden haber como 4.500 personas, que de forma eventual o continuada, pertenecen al grupo de bañistas “No textiles”. Pues bien, nuestro amigo el de Osiris tiene razón, el 0,5% de 4.500 es de 22,5, el numero, casi exacto, de socios asturianos de ANAPA. Para satisfacción de nuestro muy amado Presidente, siempre pendiente del poco crecimiento de la Asociación, estamos en la media española.

.- Ya nos vamos, ¿te quedaste medio dormido? Oí decir a Rosa sacándome de mis ensoñaciones teórico-matemáticas.

.- Nos vemos el viernes el Spa me dijo el Vicepresidente, ahora rodeado de algunas parejas que, tal vez por la euforia del momento, estaban pidiéndole boletines de inscripción. “Que bueno” pensé, tal vez rompamos con ellos las estadísticas nacionales.


Es como si el tiempo, o mejor los meses, no hubiesen pasado. Llegamos los primeros. Paula, la monísima recepcionista-masajista del Spa seguía allí con su pelito rizado y su sonrisa risueña.

.- ¿Qué tal el verano? Tendréis que esperar a que salgan los del turno anterior.

Siempre nos decía lo mismo y yo siempre le picaba con la posibilidad que me diera un masaje relajante. Respondía ofreciéndonos dos toallas y las llaves de las correspondientes taquillas.

.- Me llamo Ángel anunciándome que hoy vendría mas gente dijo mientras seguía concentraba, como de costumbre, en la pantalla de su ordenador. Como si lo dicho lo tuviese ensayado de antemano, se abrió la puerta del Spa y dos parejitas, muy jóvenes, empezaron a bajar la escalera.

.- ¿Es aquí lo del Spa de ANAPA? Pregunto la morenita que parecía comandar el grupo

.- Si pero hay que esperar, conteste, en cuando salgan los de dentro entramos nosotros.

Paula tomo nota de sus nombres, y como a nosotros, les entrego las toallas y las llaves.

La espera fue breve, salieron dos clientes femeninos y ante la indecisión de los neófitos por ver que vestuarios usaban, de nuevo Paula les indico que debido al carácter nudista de ANAPA, el vestuario era común, primero se completaba el de mujeres y luego el de hombres, pero siempre con uso mixto.

Los seis nos presentamos. Rosa y yo, ya veteranos. Adela, Ramón, Silvia y Carlos, primerizos y, por lo que rápidamente comentaron, con el carnet de socios recién recibido (ahora los conocía personalmente pero le semana anterior fui yo quien se los remitió).

No puede decirse que la situación los cohibiese, pero si que los reprimía ligeramente. Lo ultimo que seguro esperaban era compartir vestuario con otros socios, menos aun, con una pareja bastante mayor y al parecer totalmente desinhibida. Eran lentos, patosos, se amontonaban ante sus taquillas, no sabían donde habían puesto sus gorros, tampoco sus zapatillas. Evitaban mirarnos, menos a mi, que en cosa de segundos estaba despelotado y saliendo, con la toalla al hombro hacia la piscina hidrotermal. Los dejé allí intentando, sin éxito, ordenar su ropa, adecentarse el pelo, cubrirse parcialmente con las toallas, esperándose unos a otros para salir todos juntos en compacto pelotón.

Como casi siempre el circuito termal era todo para mí y lo seguiría siendo durante los próximos 15 minutos. Mientras un potente chorro de agua me masajeaba la nuca y los hombros y mente se disocio y vagabundeo por el recinto.

Las inhalaciones del SPA del Hotel Palacio de las Nieves en La Felguera, las había detectado nuestro Vicepresidente y a el se debe la gloria de haber convencido a los propietarios para que, una vez al mes se utilizaran exclusivamente para nudistas. Lo entonces pactado funciono y ahora entrábamos en nuestra tercera temporada, éramos conocidos y respetados por todo el personal y jamás hubo ningún problema ni particular ni colectivo. Desde mi posición contemplaba la piscina caldeada y vacía. Los chorros superiores esperaban la llegada de bañistas y los interiores, ahora inmóviles daban un ambiente de quietud. A mi derecha el jacuzzi, también dormido; mas allá las camas de relax, unas con rayos ultravioletas y otras no. Saliendo del recinto las saunas finlandesa y sueca y una ducha de esencias para combatir el calor de las mismas.

El murmullo de los recién llegados lo inundo todo. No solo los nuevos sino el Presidente, el Vicepresidente, los de Muros del Nalón y dos parejas de Salinas se agolparon de repente en el agua. Como siempre los inicios siempre son difíciles. Cada uno busca su sitio, su chorro, su cama de agua, el jacuzzi y así, de repente, uno esta saturado y el otro vació. La primera media hora, justo hasta que parte de los asistentes se introducen el las saunas y la otra en el jacuzzi, es un caos y a partir de entonces se puede hablar, esta vez, conocer a los neófitos y su idea futura cara a la Asociación.

De los cuatro Adela era la más decidida, sin duda la líder y quien había empujado a todos apuntarse y venir hoy al Spa. Fue la primera en perder el pudor, la primera en implicarse en cada uno de los grupos, la portavoz y presentadora de todos. La que, pensé yo, seria una magnifica Presidenta en las próximas elecciones, no solo por ser mujer sino por ser joven, arriesgada y emprendedora.

Por lucir una esplendida cabellera se despidió la primera de todos yendo al vestuario con Rosa para aprovechar el secador y evitar atascos en el reducido recinto. Cuando 20 minutos mas tarde me persone yo, estaban las dos en pelotilla oreándose sus largas melenas, negra la de Adela y color amarillento la de Rosa. Ya, en detalle, exhibía dos magníficos tatuajes, uno sobre la nalga izquierda y otro alargado en el lateral que discurría desde el sobaco a la cadera. Bonito, si, muy bonito. Encima, era muy extrovertida y dicharachera. Antes de terminar de acicalarse yo acabe y el resto de sus amigos entraron en tropel. Salí hablar con Paula y reincidir en mis ilógicas pretensiones.


Vino Rosa y partimos hacia Oviedo. Era finales de septiembre y aun lucían los últimos rayos de sol. Sin duda tendría tiempo de tomarme una o dos ginebras con tónica, en parte para bajar el calenton del Spa y en parte para pensar en nuestros nuevos socios y su futuro en nuestra decadente Asociación

domingo, 11 de septiembre de 2011

EL GORRITO DE BAÑO

Los hombres, y también las mujeres, somos animales de costumbres. En cuanto nos habituamos a ciertos cánones pensamos que los mismos se perpetuaran a través de los tiempos, no imaginamos que, por causas ajenas, lo que hoy es blanco mañana puede volverse negro, amarillo o violeta. Tampoco somos nada dados a informarnos, a usar el bonito instrumento de Internet, para saber, al día,  lo que la cotidianidad  da, muchas veces, por hecho. Nos servimos de ese aparatito para enviar chistes y bromas a nuestros amigos, conectarnos alguna página porno en épocas de carencia sexual o, los mas avanzados, conocer y manejar el estado bancario de sus finanzas. Yo, como soy muy raro, no.

 Pertenezco a dos asociaciones, una deportiva y otra lúdica. Ambas tienen página web y en ambas un desconocido currante las actualiza, cambia y mejora. Como mi vida de prejubilado no tiene excesivos agobios poseo, en consecuencia, todo el tiempo del mundo para no hacer nada. Cada mañana abro las páginas de mis clubes y me entero, en una, del régimen de entrenamientos para la semana y en la otra, mas desprovista de noticias, de lo que nuestro Presidente nos informa y que nadie lee. Habla, por ejemplo, del nudismo a nivel local, del día del orgasmo colectivo para cooperar con la paz mundial, de una carrera pedestre o una marcha cicloturística en pelotilla picada, de una huelga de teléfonos caídos como protesta al desmesurado abuso  de las operadoras nacionales, o sea de cosas importantes. También de las actividades de la Agrupación y de sus posibles cambios.

Desde hace unos meses algunos de los miembros de nuestra Asociación Naturista utilizamos las instalaciones termales del Hotel Jovellanos, los primeros y terceros domingos de cada mes. Como somos naturistas, o sea nudistas, las disfrutamos, como vinimos al mundo y sin la vigilancia, amparo y tutela de los encargados, ya que ellos, al deber ir vestidos se sienten pelín cohibidos. Vivíamos en un mundo feliz e ignorábamos los consejos que nuestro buen dirigente vertía en su Web. Todos, menos este pobre cuentista.

 Por ella supe que en la siguiente actividad del mes de Marzo, quienes asistiéramos al SPA, deberíamos llevar, junto a las chancletas reglamentarias, un gorrito de baño. Salvo un servidor, nadie se enteró de la norma. Si ya, por causas que nunca entenderé, suele producirse un desorden organizado en el área de recepción, ese día el desmadre alcanzo cotas impensables. Que si nadie lo había avisado. Que de donde sacaban entonces un gorro. Que si había que llevarlo también en la sauna, o en el jacuzzi, o en el pediluvio. Que donde se dejaban y como se reconocerían. Que. Que. Un montón de preguntas sin respuestas. La Gerencia, siempre diligente, lo tenía todo, o casi todo, previsto. Existían gorros desechables para todos, solo se utilizarían en la piscina de hidromasaje y que confiaban en nuestro buen hacer para que los usásemos, ya que ellos no iban a entrar en el recinto nudista.



Mi gorro, único diferente, era de tela fina, a franjas azules y blancas y con un llamativo número 3 sobre la coronilla. Me lo dieron, años atrás, en el Descenso del Navia, más que otra cosa para controlar el orden de llegada de los nadadores. Al resto les regalaron unos blancos, no de látex, sino de goma normal adquiridos, sin duda, en algún chino de todo a cien o en el mercadillo dominical de los alrededores del Molinón.  Tan malos eran que, ya en el vestuario, dos de las féminas, al intentar introducir en ellos sus pobladas cabelleras, los reventaron presentándose en el circuito termal con una especie de parche que ni tapaba ni cubría.

El Balneario del Hotel era, para mí, un pozo inigualable de inspiración. Salí el primero evitando, por una vez, el espléndido espectáculo de ver como las damas van desnudándose lentamente,  con esmero; me duche y situé en una de las esquinas de la piscina para contemplar, desde allí, la llegada del resto de los asistentes.

Un fracaso. Fue lamentable  ver surgir al personal con la cabeza embutida en aquella especie de condón blanco del que afloraban matas de pelo coloristas y variopintas. Peor aun, las dos  desafortunadas que lo rompieron luchaban por evitar que se les cayera o que se les rompiera más.

Para mi desgracia, en momentos como esos, en vez de fijarme en las bellas siluetas femeninas, me pongo a pensar. Desde mi observatorio contemplo al personal con su cabeza embutida en el poco lujurioso casquete, y supongo que ante una visión como esta el médico Sinuhe el Egipcio debió descubrir la técnica de la trepanación o mejor aun idealizo a la alta nobleza francesa que, para eliminar esa vieja costumbre de lavarse, decidió raparse al cero y cubrirse luego con elaboradas pelucas.

Lentamente los asistentes van saliendo del agua y de nuevo mi mente traviesa se pregunta: ¿Porque Francisco cuyo cuerpo esta enteramente cubierto de pelo, pero tiene la cabeza afeitada? O ¿Por qué yo que tengo cuatro pelos finos y ralos en la cabeza, pero, eso si, una tremenda mata pilosa entre las piernas, bajo la que se entierran mis testículos?,  no deberíamos evitar que los abundantes pelillos de esas zonas cayeran al agua y obturaran los filtros  y sin embargo nos cubrimos aquellas partes desprovistas de vello. Son preguntas sin respuesta. Curiosidades que solo a mi me interesan.

Bajo el potente chorro que masajea mi espalda y elimina el gorrito que me cubre, los veo salir. Uno a uno van desprendiéndose de sus gorros depositándolos sobre los muretes, las sillas o las toallas recuperando su apariencia de antaño. El grupo femenino desfila otra vez con sus sexos perfectamente depilados, sus  axilas limpias como “culitos de niño “ y sus melenas tan mojadas como en ocasiones anteriores. No dejan los gorros sino retazos de goma,  ya que salvo una, de melenita corta, el resto o mejor dicho sus frondosas cabelleras, los han destrozado.

.- Tranquilos, todo se arreglara la próxima vez, oigo decir al Presidente.

Nadie le escucha. Como en tardes anteriores los asistentes se han ido disgregado ocupando posiciones en la sauna, el jacuzzi, la piscina fría o las tumbonas. Dos mujeres, ya sin gorro, regresan a la piscina recostándose sobre las camas de agua. Salgo y con paciencia infinita voy recogiendo el reguero de trocitos de goma que, a modo de alfombra, tapizan los alrededores de  la zona termal. Llevo mi gorro en la mano. El problema, otro más, es que con bañador uno puede sujetárselo de la cintura o la entrepierna pero así sin nada encima debe acarrearlo haciéndole disfrutar del resto de servicios de la balneoterapia.

La sauna me recibe con un griterío femenino, crítico y perverso, contra la nueva moda instaurada. Me acurruco en la bancada superior y me relajo observando sus coñitos, unos depilados y otros perfilados, pero arreglados con esmero,  los pezones, casi todos inhiestos,  las cinturas deformadas por los años.

Todo vuelve a la normalidad. Eso si la novedad del gorrito de baño deberá mejorarse. Me han pedido el mío por ver si mandan hacer otros similares, pero con el logotipo de la asociación y el Presidente, siempre solicito, ha ofrecido disculpas a los responsables del balneario por la poca utilidad y el mal estado de los que nos suministraron. 

Salimos. Esta vez la tarde en el SPA no ha estado matizada  con destellos eróticos o exhibiciones morbosas, ha estado presidido por aquella otra máxima religiosa, tan de moda en mi juventud, de “Vestid al desnudo” aunque  únicamente se le cubra la cabeza por suponer que en ella se acumulan la mayor parte de los pelitos que, en otros tiempos, enmascaraban la totalidad de su cuerpo. Esta obligación mas que por higiene, ya que la totalidad de miembros de la asociación es de lo más aseadito con sus cuerpos desnudos, es, como se debe imaginar, para evitar la obturación de filtros y no poder escudarse en ello ante el mal funcionamiento de alguna de las instalaciones del lujoso “SPA Balneario del Hotel Jovellanos”.

                                              

sábado, 3 de septiembre de 2011

COSAS DEL SPA

Puede que todo sea imaginación mía o, es lo más probable, que en determinadas situaciones vivamos una realidad querida pero no confesada. Intentaré analizar, si es cierto o no que, en algunos momentos, hombres y mujeres actuamos de forma parecida buscando sensaciones que solo existen en nuestro subconsciente, pero que pueden surgir ante un estimulo exterior que escapa, a menudo, de nuestro control.
Desde hace cuatro meses, el primer domingo de cada mes, una decena de asociados de ANAPA disfrutamos de la tarde del domingo tomando una sesión hidrotermal en las instalaciones del SPA del Gran Hotel Jovellanos de Gijón. Dado que la agrupación es naturista el establecimiento nos permite utilizar sus servicios sin ropa, o sea
que todos cuantos nos reunimos allí estamos completamente desnudos.

Tal vez la filosofía del naturismo o las ideas personales de quienes intentan promoverlo, sean distintas a las mías, pero las reacciones de sus miembros, o mas bien, el ambiente liberal en el que se mueven, hace que sus criterios morales, éticos y personales, cambien. El sentirse desnudos les condiciona a eliminar, junto a su ropa, perjuicios que, vestidos, nunca se saltarían.
La primera vez que nos reunimos éramos todos sino amigos si conocidos y la complicidad del entorno hacía que las escasas barreras que nos separaban, desaparecieran. La experiencia dominical cuajo. Eso y una adecuada campaña en Internet potencio el arribo de más socios, no por su decidido carácter naturista, sino por las ventajas y beneficios que ofrecía el SPA.
Este último domingo, junto a los de fijos de siempre, aparecieron cinco nuevas parejas que ni se conocían ni nos conocían. Ya que nuestro insigne presidente llego tarde, las presentaciones se hicieron de forma aislada e individual creándose un ambiente no tan distendido como en ocasiones anteriores. Si a esto unimos un error horario para la utilización del SPA el resultado fue que nos amontonamos todos en la salita de recepción a la espera de que los respectivos vestuarios se desalojaran. Al ser un grupo nudista la diferencia masculino-femenino no existía y la utilización de dichos servicios era, en consecuencia, mixta. Ese día, no fue así. El responsable del local nos indico amablemente que cada sexo se ubicara en el lugar que le correspondía. Como los más antiguos no estábamos al corriente de esta normativa, antes que pudiera impedírnoslo, Rosa, Elvira, una chica de las nuevas y yo, ya nos habíamos introducido en el vestuario femenino ocupado, en ese momento, por dos féminas del turno anterior. Pese a la negativa de Elvira a que me fuese, pues a ella le parecía de lo mejor el desnudarse a mi lado, tuve que salir. Su reacción me pareció curiosa ya que hasta ese momento ella y yo siempre habíamos estado separados.
Aquella división inicial condiciono que las mujeres terminaran de desvestirse antes que los hombres y que cuando yo, el mas rápido de todos, pase al recinto hidrotermal, la piscina fuese un jardín de tetitas que afloraban entre burbujas y chorros de agua. Con el discreto encanto que envuelve el nudismo, me puse a observarlas. A Rosa, Elvira y Luisa las había visto muchas veces y, por ser veteranas, cada una estaba ya en su correspondiente lugar de masaje. El resto, que no conocían el local, se agrupaba en el centro intentando, con éxito desigual, que alguien les indicara que hacer y donde. Una dama, de 50 años, con un gorrito negro de baño, pechos normales y culo redondeado buscaba o huía de su pareja, iba a su aire. Dos chicas jovencitas (Chica I y Chica II) altas, sin pechos ni nalgas hablaban entre si a la espera de sus respectivas parejas. Otras dos, mas desinhibidas, intentaban entablar conversación y saber la utilidad de cada instalación. Ambas tenían glúteos prominentes, una con tetas y otra sin ellas. Me lance al agua y, evitando el tumulto, me dirigí a la parte mas alejada, donde estaban las camas de masaje acuático. Casi de inmediato las de mas desparpajo y a las que llamaré Joven I y Joven II, me rodearon. En el mullido lecho acuoso les fui indicando la utilidad de cada instalación, sus ventajas y el orden lógico de recorrerlas. 

Las deje y fui al jacuzzi. Estaba frío pero la vista de recinto era inmejorable. Las mujeres seguían acaparando la piscina y los hombres se perdieron entre la sauna finlandesa y el baño turco.
Tras una primera hora de adaptación cada uno campaba a su antojo. Regrese a la cama, vacía en aquel instante, extendí los brazos, cerré los ojos y me relaje. Fue un instante. De inmediato la Chica I con su pareja se acoplo a mi izquierda y la Joven I, sola, a mi derecha. Lo anecdótico de esta última es que al ser las camas muy estrechas daba la impresión de estar literalmente pegada a mí. No era una impresión, era una realidad. Sin quererlo sentí su mano rozar la mía, su pierna tropezar con mi rodilla. La mire y contemple sus los ojos cerrados y sus pezones, erectos, surgiendo sobre el agua. Así, entre roces y toques, paso un rato. Al final, se fue. Hice lo mismo pues la tina seguía estando a tope y me dirigí a la sauna. Estaba vacía. Casi me alegre. La soledad fue corta. Entro Luisa y se tumbo en la bancada inferior. La vi a mis pies con su coñito perfectamente depilado, y su rajita enmarcada por un fino cerco de pelo negro. Me era imposible abstraerme de aquella visión, mas aun por el balanceo de las piernas que propiciaba que se abriera y cerrara ante mis ojos. Iba a salir cuando llego la Joven II y su mozo. Luisa se sentó, pero siguió ocupando el nivel inferior. Los nuevos se sentaron en el superior, ella a mi lado y el junto a la pared. Lo de que si que si molesto, si pongo agua en la estufa para generar mas calor, si..., el caso es que ella se fue desplazando hasta quedar totalmente pegada a mi. El coñito por una parte y el roce carnal por otra estaban alterando mi capacidad de raciocinio. Lo atípico es que parecía no pasar nada, todo era normal. A Luisa le agradaba que la vieran y a la Joven II pegarse a mi costado mientras alababa las excelencias del lugar. Por suerte apareció el presidente al que gentilmente deje mi sitio y salí.
La pileta estaba vacía, o semi. La Dama del gorrito paseaba por el agua, la Chica I y su chico seguían en la cama de agua y la Chica II se relajaba bajo un potente chorro de líquido. Me situé sobre el surtidor de burbujas, extendí los brazos y deje que el agua masajease la zona lumbar. Era una postura de lo mas relajante. Como sin querer, sin decir nada ni disculparse, la paseante tropezó con mis pies. Una, dos, tres veces. Cada recorrido iba, voluntariamente o no, a finalizar contra mis muslos. Debía darse cuenta. Dos veces doble las rodillas para evitar el choque, no lo conseguí. Fue entonces cuando empecé a pensar en todas aquellas coincidencias. Siempre fueron ellas quienes las provocaron, cosa que me sorprendió, y encima, nunca le dieron la menor importancia. La Dama del Gorrito desapareció. Yo me dirigí a las camas de agua, vacías en ese momento. Me tumbé y seguí pensando. Porque la gente, al igual que los calamares, se agrupan en espacios reducidos teniendo todo el mar a su disposición. Si, la Chica II se acoplo, de repente a mi derecha, pegadita a mí, y la Joven I a la derecha de ella. Sentía sus brazos, los dedos de la mano. Me enderece y las vi juntitas, con sus pechos surgiendo y desapareciendo del agua. Las dos con los ojos cerrados, ajenas a lo que pasaba bajo el líquido que a todos nos envolvía.
Regresé al jacuzzi estaba mas caliente. Rosa me acompañó. Al igual que sus homónimas, y con mi complicidad, se me adhirió como una lapa. Me tocó, me acaricio, me beso. Daba la impresión que la desnudez, la complicidad del agua, el ambiente caliente y la penumbra, eran motivos mas que suficientes para desmadrarse, eso sí, dentro de la mas completa inmunidad.
Otra vez los vestuarios separados. Rosa sufriendo, en el de mujeres, una inundación que le evitaba poder usar el secador de pelo y deseando pasarse al de hombres en el que yo, solo, gozaba de todos los servicios.
De nuevo el viaje nocturno de regreso. En el, vendrían a mi mente el deseo de Elvira de desnudarse conmigo, los roces subacuaticos en la cama de agua con las dos Chicas, las exposiciones corporales de Luisa y la Joven II en la sauna, los contactos continuados de la Dama del Gorrito y los magreos constantes de Rosa cada vez nos tropezábamos. Sería todo casual, les gustaría probar lo prohibido. Debía preguntarles a ellas o, mejor aun, hacerles escribir su versión de los hechos. Por lo que veía eran ellas quienes actuaban y nosotros quienes, dócilmente seguíamos sus aviesas intenciones.

lunes, 29 de agosto de 2011

EL SPA DEL HOTEL JOVELLANOS

Sin duda fue allí, sobre la blanca arena de la playa de Barayo, viendo como un montón de jovencitas lucían al mundo todos sus atributos y esperando, sin éxito, que el Presidente de la Asociación Naturista de Amigos del Principado de Asturias (ANAPA) se presentase para la reunión mensual del Grupo, como anunciaba en su último correo, cuando llegue a la conclusión que, con un poco de entrenamiento, podría presentarme, con ciertas posibilidades de obtener medalla, a la Gala de Natación Naturista a Celebrarse en Gijón el primer fin de semana de Noviembre.

Nuestro joven amigo, el Presidente, agobiado por la problemática de su próxima paternidad, el montaje del evento, pero sobre todo por intentar convencer al equipo municipal de la bondad de la Gala, ni se presento por la playa, ni respondió a un montón de correos en los que le recriminaba el hecho de agrupar, en una sola categoría, a todos los nadadores mayores de 50 años. A mis 62 estaba en franca inferioridad con rivales 12 años mas jóvenes pero en mi fuero interno pensaba que la competencia sería baja o muy baja y mis posibilidades sino altas, si  considerables. Le escribí para apuntarme en 50 libres, 50 braza y 50 espalda.

A partir de Octubre reinicié mis entrenamientos con el club de toda la vida, pues a mi nivel Master estoy, en Asturias, entre los tres primeros. A finales de mes recibí un correo y una llamada en la que me recordaba que contaban con mi presencia en la Gala deportiva y que si, como todos ellos, iría a las cenas y otras actividades relacionadas con la fiesta. Le prometí ir a las pruebas pero decline al resto; el domingo debía nadar la 1ª Jornada del Campeonato de Asturias.

La Gala, se quiera o no, fue un éxito. En fechas anteriores, determinados medios de comunicación, criticaron la conveniencia de nominar a Gijón como capital del Naturismo Europeo y del apoyo institucional a este tipo de eventos, pero como en tantos casos relacionados con el desnudo, fue más el ruido que las nueces.


El sábado 3 de Noviembre, unos 175 nadadores y 300 asistentes, todos desnuditos como vinieron al mundo, se  agolpaban, junto a los medios de comunicación que no quisieron perderse el espectáculo, en las instalaciones municipales de la piscina del Llano. Más que evento deportivo fue una manifestación seudo reivindicativa. Los Presidentes de las Federaciones naturistas asturiana y española y los de la francesa, alemana e inglesa, estaban más pendientes de salir en los medios que de la actuación de sus nadadores.  Las pruebas que, en condiciones normales, se habrían concluido en menos de dos horas, se alargaron a más de seis. Hubo que esperar la llegada de Telecinco y Antena 3, las grandes cadenas nacionales que cubrían el acto e informaban de él al resto de los españolitos. Todos, en el recinto deportivo, cámaras,  comentaristas y fotógrafos iban desnudos. Lo único que uno de ellos comento fue el porque los nadadores llevaban gorro habiendo en su cuerpo otras zonas con mas abundantes matas pilosas. Fue una fiesta. Yo gane tres medallas de plata y confraternice con dos jueces, conocidos de otras competiciones. Como excepción a la regla general, los cronometradores iban rigurosamente vestidos, aunque mis amigos, un hombre y dos mujeres me pidieron la dirección de la Asociación con la idea de participar en otras actividades, eso si, ya desnuditos.

El rebufo informativo fue breve. Siete días más tarde nadie se acordaba ni de los nadadores en pelota ni de nada. El Presidente lucía henchido de placer. La Delegación Española  había conseguido más de 25 medallas, en comparación de las 2 obtenidas en Alemania y los participantes internacionales le cursaron cientos de mensajes de felicitación. La próxima Gala se celebraría en Francia y todos estábamos invitados.

Nuestro Presidente, tan apocadito como parecía, logró, nadie sabe como, poner de su parte al Ayuntamiento, congraciarse con los medios de comunicación y evitar que la actividad dejarse de verse como algo feo y desagradable para pasar a ser normal y bonita. Hizo más. Entre sus gestiones exitosas la mas alabada fue la de conseguir que el Hotel Jovellanos, recién inaugurado,  funcionase durante esos días como estancia naturista, pudiendo, los socios de la agrupación, hacer uso de las instalaciones de relax, sin utilizar en ellas el correspondiente bañador. Como contrapartida a la promoción turística efectuada, la responsable de relaciones públicas,  ofreció a ANAPA, la posibilidad de usar el SPA del hotel la tarde de un domingo de cada mes y a precios reducidos.

La inauguración de la nueva actividad debía ser un éxito de asistencia, pues en función de ello era más que probable que el hotel ampliase tanto el horario como el número de días. En ello se centro nuestro Presidente, con tal  esmero y dedicación, que a veces pensé que no tenía otra cosa que hacer. Llamadas telefónicas, correos, compromisos, ruegos. Al final cerca de 20 socios confirmamos su presencia. Una autentica muchedumbre conociendo el comportamiento del personal.

La revolución ciudadana condiciona que muchos de sus servicios, bien por motivos económicos, por desgravaciones fiscales o por espacio y comodidad,  se desplacen hacia los polígonos industriales que, a modo  de cinturón de castidad, las circunvalan. El Hotel Jovellanos se ubica en el polígono de Porciello  y pese haber salido de Oviedo con tiempo mas que suficiente, entre la lluvia, la escasa iluminación y la nula información, llegamos a el, como otros muchos, media hora después de la fijada.

Sobre el espacioso salón de entrada fuimos agrupándonos, no tanto por un conocimiento previo, sino por puro azar o mejor dicho un puro instinto de pareja. Quienes íbamos acompañados  formamos un núcleo compacto y los independientes pululaban, como perdidos, tras el Presidente, incapaz de presentarnos a todos y lo que es peor, que luego, recordásemos cada uno de los nombres.

Las mujeres se lo montan mejor. Mª Teresa, Elvira, Luisa, Montserrat y Rosa tomaron a sus respectivos hombres, Octavio, Félix, Ángel, Rubén y yo y sin encomendarse a nadie se dirigieron al SPA. El resto siguió perdido a la espera que alguien tomara una decisión coherente.

El encargado, un tipo argentino excesivamente amanerado y pulcro, se empeño en darnos unas ideas generales sobre la utilización de los servicios, pero al igual que nos pasaba a nosotros, se vio avasallado por el empuje femenino. Nada de vestuarios separados, cada pareja  utilizaría el que quisiera y, por supuesto, todas eran expertas y no necesitaban lecciones de nadie, lo que quería decir que cada una haría lo que le diera la gana.

Mientras el Gaucho de la Pampa lidiaba con el segundo grupo, mas ordenado y modoso, Octavio, Teresa, Rosa y yo fuimos al vestuario de caballeros y el resto al de señoras. Sin duda la parejita que nos toco en suerte, era novel en lo del nudismo, mas ella que el. La situación se torno realmente curiosas, sobre todo ante un dúo malintencionado como el nuestro. Rosa esperaba, en pelotilla picada, mientras yo, con una parsimonia,  muy fuera de lo normal, ordenaba mis enseres en la taquilla. Teresa y Octavio seguían en ropa interior esperando, craso error, que saliéramos y quedarse solos.  Al final se decidió  ella y con muy mala cara se despojo de la braguita y el sujetador. Pensé, para mí, que seria la última vez que pisasen estas instalaciones, y acerté.

No fuimos, lógicamente los primeros. En la piscina hidrotermal el resto de parejas jugaba bien con los chorros de agua  bien con los surtidores de burbujas. Hacia allí fueron los tres mientras yo me enclaustraba en el baño turco, más que nada para sudar las copas del día anterior.

Cuando salí el número se usuarios se había duplicado y como sucedió a la entrada los independientes vagaban perdidos en la piscina y los emparejados se agolpaban en el jacuzzi, Teresa y Octavio, medio tapados, descansaban en la zona de relax y Rosa  con Luisa y Ángel, a quien conocía de alguno de sus múltiple trabajos, estaban en la sauna, hacia donde me dirigí para seguir  eliminando alcohol.

La tarde transcurrió muy deprisa. Como si todo el mundo estuviese de acuerdo en un momento determinado, primero las mujeres, por aquello de secarse el pelo, y luego los caballeros, nos encontramos de nuevo en el vestuario. Ahora ya hablaron o mejor dicho, fue el quien dijo ser de Oviedo y haberse hecho de ANAPA como consecuencia de la Gala. Ella, toda desnudita, se mantuvo en silencio. Nos volveremos a ver dijo Rosa al despedirse. En mi interior pensé todo lo contrario.

Segundo mes y primer domingo. Solo un breve correo recordatorio pues sin duda el Presidente había evaluado el éxito anterior y estaba seguro que la inmensa mayoría repetiríamos. Como bien deduje, todas las parejas, excepto Teresa y Octavio volvimos a compartir vestuario, ahora con menos intimidad y más confianza. Sin una razón lógica los hombres nos decantamos por la piscina y las mujeres por el jacuzzi. Fui pasando de unos chorros a otros, de una explosión de burbujas, a una serie de lancetas que masajeaban toda la extensión de isquiotibiales y gemelos, al final me aposente  sobre un surtidor dirigido a los riñones, siempre y cuando se mantuviera una posición horizontal bajo el agua. Flotaba sobre una columna liquida que me envolvía desde los glúteos a las cervicales. Estaba solo en el baño y por puro relax, cerré los ojos y me adormile.

.- Perdona oí decir a alguien que, de forma involuntaria,  tropezó con mis piernas

Abrí los ojos y vía Luisa, a escasos centímetros de mi, bajo un potente chorro vertical.

.- Tranquila, dije, no pasa nada.

Los cerré de nuevo e intente visualizar el roce. Fue la mano, la cintura o los pechos contra lo que percutí. Fue accidental o premeditado. Se repetiría o Luisa se desplazaría a otra zona de la tina. Tarde poco en aclarar mis dudas. De nuevo su cuerpo, una de sus tetitas para ser exacto, percutió contra mi muslo, y por raro que parezca, no se separo sino que pareció apoyarse. Baje las piernas y contemple su rostro bañado por decenas de hilos de agua. Daba la impresión que las aproximaciones fueron voluntarias, mas aun, que estaba encantada con ellas. Al fondo sobre una especie de cama hidrotermal Rosa y Ángel mantenían una animada conversación mientras el resto de los asistentes se habían volatilizado. Alegando  un repentino exceso de calor salí del agua no se si intrigado, asombrado o feliz. Volvimos a vernos en la sauna, donde contemplé su coñito, perfectamente depilado,  sus glúteos, redondos y duros,  su cara de niña cándida, de las que nunca ha roto un plato.

En el viaje de regreso Rosa me comento, que como a mi, también Ángel se rozo con ella aunque no supo concretar  quien tomo la iniciativa pues la fuerza del agua  y lo resbaladizo del suelo forzaban a menudo a ese tipo de contactos. Quedo todo como una anécdota  sin más y nos olvidamos.

Un nuevo mes y un nuevo primer domingo. No hubo ni llamadas ni correos, pero todos sabíamos que entre las seis y las siete nos encontraríamos en el SPA.

Mientras cubría los 26 Km. que separan Oviedo y Gijón iba analizando las reacciones que afectan a las parejas, mucho mas cuando ambas están desnudas. En cualquier playa nudista no es extraño comprobar la desaparición absoluta del pudor. En general la hembra se enseñorea  mostrando a su macho y este hace lo mismo. Van por la orilla cogidos de la mano, se besan, se acarician. Luego, bajo las sombrillas  se embadurna de crema creando un espectáculo próximo al  pornográfico. Es normal que el le sobe las tetas, le magree el culito o pierda sus dedos en su coño. Ella nunca se corta. Cuando le toca el turno el varón siente sus partes mas intimas masajeadas. Su polla es fricciona con vigor y su ano se opaca bajo una potente capa de aceite antisolar. Tenía claro que la convivencia, sin ropa, derriba un montón de tabúes y hace que cualquier trasgresión, que en otro contexto seria tachada de obscena, aquí se considere, sino normal, si aceptable. Pensaba en todo esto recordando el desparpajo de Luisa, su cara angelical, su coño simétricamente afeitado y su inocencia al restregarse contra mis piernas.

Llegamos los primeros. Tras felicitar el año a las recepcionistas nos dirigimos a la piscina. Durante unos 15 minutos imagine que, como alguna vez nos ocurrió en el Balneario de León, estaríamos solos. No fue así. Con un lento goteo fueron apareciendo el resto de asociados. El presidente, un fotógrafo amigo,  el informático y la mexicana, y por fin ellos. Luisa y Ángel achacaron su retraso a lo complicado del tráfico y la persistente lluvia.

Rosa, la pareja de Aviles y yo estábamos en jacuzzi. Desde allí vi como se perdían en la sauna. Sentí una pequeña decepción al haber idealizado una serie de juegos eróticos solo creados por mi mente. Salí y con el recuerdo de Luisa, me zambullí en la piscina y nade hasta el mismo sitio que la vez anterior.

No la oí llegar. Casi de repente unas manos, las suyas, empezaron a serpentear por mis piernas. Abrí los ojos y vi los suyos cerrados. El juego de impredecibles consecuencias, acababa de empezar. Al amparo del agua fui recorriendo su cuerpo con mis pies. Tan pronto se enlazaban con los pezones como se hundían  en su vagina. Sus dedos se enroscaron en mi pene que automáticamente empezó a tomar  largura y grosor. Bajo aquellas aguas burbujeantes la sexualidad campaba a sus anchas. Vi, sobre la cama del fondo, como Rosa y Ángel disfrutaban de sus cuerpos, ignorando a quienes, ajenos a sus enredos, los observaban.

No aguante mas y salí. Fui directo a la pileta de enfriamiento hundiéndome en sus aguas heladas. No entendía como dos parejas, casi desconocidas, podían establecer ese cortejo sexual sin que nada ni nadie los ruborizarse.

Me reencontré con ella en el área de descanso y sin mediar palabra me arrastró hasta el jacuzzi.

.-Vamos, nos están esperando, dijo como si todo estuviese premeditadamente pactado.

Azar, suerte, llamase como se quiera pero en el ovalo solo estábamos Rosa, Ángel y nosotros dos. Unos enfrente de los otros. El agua nos envolvió de nuevo bajo un manto de burbujas evitando que ni nosotros ni quienes nos rodeaban viera lo que producía en el interior.

Fue, por parejas, una fiesta de sexo. Luisa se dedicaba a recorrer mi cuerpo a excitarme, a masturbarme. Yo le pellizcaba los pechos, le acariciaba el clítoris, mezclaba los jugos de su vagina  con el agua templada. Oí sus jadeos de placer mientras el cuerpo vibraba bajo una cascada de orgasmos. Luego se centro en mi pene  hasta que exploto en un torrente de semen que, sin duda, se difumino en el agua. Nuestros compañeros no debieron dejarnos atrás, pues cuando los mire estaban exhaustos, sudorosos, relajados. Casi sin mediar palabra nos dirigimos a los vestuarios, nosotros al de caballeros y ellos al de señoras.

La vuelta fue silenciosa, sin duda pensábamos el  lo ocurrido, en el ambiente propicio al desenfreno, en la oscuridad del agua, en el conocimiento mutuo de nuestros actos, en todo lo vivido y sentido, en lo excitante del desnudo y en la carencia de pudor que ello conllevaba.

.- Donde viven, me pregunto Rosa.

.- No lo se, pero seguro que el próximo mes se lo preguntamos.



viernes, 19 de agosto de 2011

NUEVAS AMISTADES

Sudaba. Brillante y empapado mis dedos parecían pequeños grifos, mal cerrados, que constantemente goteaban. Cada cierto tiempo dejaba el baño turco y me refrescaba bajo un potente chorro de agua. A ratos observaba, tras la puerta acristalada, si alguien entraba en el balneario, pero solo las encargadas del servicio de toallas surgían entre el vapor, bien para ofrecerme una seca, o para indicarme que habían transcurrido 15 minutos y era conveniente que saliera.

Hacía cuatro meses que todos los segundos domingos de mes Rosa y yo nos desplazábamos a León  para utilizar los servicios de su balneario termal habilitado, esos días, como centro naturista. Me costo muchas llamadas telefónicas  y dos viajes a Gijón, el incluirme en la Asociación  Naturista de Amigos del Principado de Asturias (ANAPA), pagar la cuota anual correspondiente y rellenar un montón de formularios. Conocí a su presidente y, mientras tomábamos café, me enumeró las múltiples ventajas del grupo y la camaradería con la que los socios se reunían en León, al haber conseguido que su SPA fuera, un día al mes, de uso exclusivamente naturista.


Todo cuanto me desgranó debió ser una ilusión mental ya que tras mis cuatro incursiones, en la primera solo había otra pareja que se esfumo casi de inmediato, en la segunda y en la cuarta, nadie y en la tercera un señor que al aparecer nosotros salió a darse un masaje. Esta escasa participación tenía, en su favor, el que Rosa pudiera disfrutar todo el tiempo de la piscina hidrotermal y yo poder encerrarme en la sauna sin ningún tipo de agobio. Eso y que el servicio se desviviera porque nada nos faltara.

Un  Hola mi amol, como estás” rompió mi ensoñación. Me senté en la bancada y antes de contestar al saludo contemple a las dos mujeres que acababan de aparecer. Rodeadas de una nube blanca, tan desnudas como vinieron al mundo aunque algo mas creciditas, una morena y una pelirroja me miraban sonriendo. Soy Kristal y ella mi amiga Merce” dijo alguien sin duda dominicana, no tanto por el color de su piel sino por el inconfundible “Amol” mientras se sentaba a mi lado. “Nuestras parejas quedaron con Rosa en la piscina” continuo como si nos conociéramos de toda la vida y “Tu debes de ser José Luís, que siempre me escribes contándome que nunca ves por aquí ningún miembro de la Asociación. Lo soltó de corrido sin que  pudiera articular palabra ni despegar los ojos de la negra aureola de sus pezones y la espesa mata de pelo que cubría su pubis. Seguía hablando y hablando. Yo la escuchaba, la miraba y me olvidaba por completo de su acompañante que, en compensación, apenas si tenía tetitas y lucia el sexo totalmente rasurado. “Es una dicha que por fin nos conozcamos y que nuestro grupo se agrandeme decía a la par que su piel se perlaba de sudor  y la amiga abandonaba la sauna para darse una refrescante ducha fría.

De tal guisa nos conocimos: desnudos en un baño turco, y así empezamos a intimar. Antes de dirigirnos a la piscina ya sabía parte de su vida de su llegada a España, de su labor como coordinadora, secretaria y relaciones públicas de la Asociación, pero lo más importante de su deseo de conocernos. En el agua hizo las presentaciones correspondientes. José Miguel, su marido, Pedro, el de su amiga Merce. Agrupados en semicírculo nos dedicamos, por un tiempo, a gozar de los beneficios del SPA. El ruido del agua se imponía al cotilleo de Kristal pudiendo dedicarme por entero a la contemplación de los cuerpos de las tres mujeres. Rosa, exuberante de carnes, con apenas cuatro pelitos sobre su sexo, Merce lisa como una tabla y con su rajita al aire, Kristal, con la mata de pelo púbico ensortijada, las tetitas respingonas y los pezones negros, ahora duros como rocas. Todas eran una alegría para mi vista. Rosa y José Miguel salieron perdiéndose en la sauna finlandesa, Merce y Pedro entraron en el área de descanso y quedé solo con ella incomprensiblemente pegada a mí. Íbamos de un lugar a otro. El agua nos masajeaba la espalda, los riñones, las piernas. Los potentes chorros verticales nos activaban el cuello, la cabeza. Sobre las camas de agua sentí el  cosquilleo constante desde los pies a las orejas, pero siempre, al margen de estas sensaciones, la notaba muy cerca, rozándome ahora una mano, mas tarde un brazo, el pie, la rodilla siempre bajo la impunidad de cientos de burbujas. Todo se enmarcaba dentro de una camaradería exenta de pudor y de malicia. A veces hablábamos pero por lo general el  silencio nos acompaño en todo el recorrido. Al final nos reunimos todos en el área de relax. Rosa explicaba sus habilidades en la lectura del Tarot, su experiencia como masajista, lo aprendido en el curso de Técnicas Para sanitarias,  efectuado por ambos el año anterior. Describió, a continuación, y con todo tipo de detalles, el ático de la casa con su pequeña sauna y la camilla para masajes. En apenas dos horas la desnudez de nuestros cuerpos consiguió que intimásemos al máximo.

Ellos regresaron a Gijón en coche y nosotros en autocar a Oviedo. Las lógicas despedidas dieron paso a los consabidos “Hasta pronto” y  Haber cuando nos dais un masaje”. Fue un bonito domingo diferente aquellos en los que deambulábamos solos por las diferentes instalaciones.

Siempre mi ofrecimiento, en este caso el nuestro, de dar masajes y utilizar la sauna, era algo que  caía en saco roto. “Si, iremos” nos decían, pero nuca nadie respondió ni vino. Me sorprendió, por ello, que Rosa quisiera  utilizar el ático pues José Miguel la llamó para que le diera  un masaje. Les explique el encendido y apagado de la sauna y los deje solos. Si duda debió ser una experiencia agradable pues Kristal se comunicó conmigo al día siguiente. Quería, como José Miguel, recibir un masaje y probar la sauna.

Adecue las piedras y las hojas de eucalipto sobre el calderil  de vapor, prepare la camilla, seleccione los aceites, apile las toallas y espere que llegara. Como buena dominicana se demoro mucho más de la cuenta y cuando creí que no aparecería, llamó para anunciarme que aun se retrasaría un ratito más, pero que vendría.

Subimos al ático y en el se maravillo de los cuadros, muchos caribeños, del ambiente, del calorcito de la sauna, de la música. Todo le encantó.

“Cuando empezamos” dijo desprendiéndose de la chaqueta, las medias y los zapatos.  “Túmbate”  indique mientras me enfundaba en la bata blanca que utilizo en esos menesteres. Normalmente las pacientes se suelen desnudar de cintura hacia arriba quedándose en sujetador, pero Kristal era diferente, o muy diferente. En un abrir y cerrar de ojos se desnudo por completo, se sentó en la camilla y preguntó “Como me pongo”. “Boca abajo” susurre un poco cohibido. Utilizo una toalla para cubrir la parte inferior del cuerpo del paciente pero en esta ocasión el calor reinante y su desparpajo hizo que la obviase. Se acostó dejando ante mi vista la espalda, los glúteos, duros y redondos, las piernas, la hendidura de su culito. Era una estampa que, al principio, me hizo flaquear, pero que logre superar  y dedicarme, como buen profesional, a darle el mejor de los masajes. Intenté, sin éxito, seguir las instrucciones del manual pero casi de inmediato me di cuenta que en mis manos se mezclaban los movimientos terapéuticos y los  sensitivos. Friccionaba poco, lo del pulponudillar era apenas un roce, los amasamientos eran caricias, los palmoteos suaves y acariciadores, mis dedos no se centraban músculo por músculo sino que discurrían desde el cuello a los pies bajando por la espalda, rozando  apenas los glúteos, presionando los isquiotibiales y enroscándose en los suyos. Tenía su cuerpo ante mí y, de forma erótica, iba sobándolo, acariciándolo, relajándolo, excitándolo. Mis yemas viajaban por su columna y morían en el coxis, deteniéndose, apenas, en la rajita de los glúteos, o cosquilleando el interior de los muslos. Así una y otra vez sintiendo como se abandonaba, como se le erizaba el vello, como entreabría las piernas dando vía libre a mis aproximaciones. “Date la vuelta” le susurre al oído acompañando la orden con un leve cachete en su culito. “Un poco mas por delante y terminamos”. Sus pezones y la negrura del sexo hizo que desistiera de entrar en campos, sino peligrosos, si prohibidos y, alegando una excesiva temperatura exterior, propuse, sin mas, entrar en la sauna. Ni lo dudo. Bajo de la camilla, abrió la puerta y se perdió en una nube de vapor. Era feliz. La proximidad de su cuerpo provocaba que mi estomago fuera una jaula de grillos en ebullición. Hablamos, o más bien, ella lo hacía. De vez en cuando se apoyaba en mi hombro o me limpiaba la espalda. En un momento de lucidez creí conveniente ducharnos y finalizar le sesión. Fue un alivio. Tal como estábamos no se como hubiésemos terminado. Por “dicha”, no pasamos a mayores. Era tarde y debía retirarse. “Te llamo por teléfono y quedamos para cenar el sábado” fue su despedida antes de salir para Gijón. Su adiós lo recuerdo francamente mal ya que por entonces intentaba bajar mi temperatura corporal a base de un gin-tonic muy cargado.

A Kristal lo de las relaciones públicas debía dársele de miedo. No pasaron dos días cuando llamó para decirme que había contactado con Rosa y los cuatro cenaríamos el sábado en casa. Yo prepararía cualquier cosa y ellos aportarían un sabrosísimo ron dominicano.

Rosa disfrutaba. No se como fue su sesión de masaje con José Miguel, pero lo de cenar todos juntos le pareció divino. Como buen anfitrión  debía preparar la comida, ordenar la casa, disponer las bebidas: ginebra para mi, Lambrusco tinto para Rosa, coca colas y limas para los cubalibres de Kristal así como mucho hielo en previsión de lo que pudiera surgir.

Nunca, en los años que llevaba en Oviedo había tenido una cena en casa con otra pareja. Llegaron amigos, grupos de pintores, compañeros de estudios, pero una celebración como la que se avecinaba, jamás. Después de ver la casa nos servimos una copa, charlamos sobre la Asociación, sobre las playas naturistas asturianas, sobre el futuro campeonato nudista de natación a celebrarse en noviembre en Gijón, sobre el SPA de León sobre el trabajo de Rosa con el Tarot y la afición de José Miguel por lo mismo. Cenamos sin cambiar nuestros hábitos alcohólicos, oímos música, recogimos los platos y la cocina y nos servimos la última.

Era una noche especial y en vez de quedarnos donde estábamos pasamos al salón, esa estancia decimonónica que apenas se usaba. Nos repanchingamos en el sofá, pusimos el Hilo Musical bajito y seguimos charlando.

Tenía que ser Kristal quien rompiera el encuentro, o mejor dicho, quien abriera la noche a lo imprevisto, a lo original y ligeramente erótico, a lo políticamente incorrecto.

“Chicos, hagamos algo”
“José Luís, tienes por ahí una baraja”
“Venga, vamos a jugar una partidita de streptease-póker, seguro que nos divertimos”

Fueron más que ideas órdenes. En menos de 10 minutos estábamos los cuatro sentados en la mesa circular con las cartas en la mano  esperando que nuestra organizadora  indicase como continuar.

“Chicos, todos debemos vestir el mismo número de prendas, ocho en total. Los hombres: zapatos, calcetines, cinturón, camisa, pantalón y calzoncillo, y las mujeres: zapatos, medias, camisa, falda, sujetador y bragas. Cada mano perdida nos despojamos de una, en el orden indicado y al quedar totalmente desnudos  abandonamos la partida”.

Estuvimos de acuerdo, rellenamos los vasos y empezamos.  Rosa no sabía jugar, yo, un poco, José Miguel, algo, y Kristal era una experta. Pero en el juego, y más en el propuesto, el azar era quien mandaba.

A pesar de que todos nos habíamos visto desnudos el hecho de llegar a ese punto lentamente y al compás del destino de las cartas, era algo que no dejaba de tener un morbo especial. Por no existir dinero sobre la mesa Kristal propuso ser ella quien repartiera siempre dando las cartas boca arriba y perdiendo la jugada menor.

Empecé mal. A la quinta ronda no tenía ni zapatos ni calcetines ni cinturón. Luego fui mejorando, algo bastante lógico, pasando a perder ropa el resto de participantes. En la jugada 20 me mantenía con camisa y calzoncillos, Rosa con camisa, sujetador y bragas, José Miguel con pantalones, camisa y calzoncillos y Kristal únicamente había perdido cuatro prendas. En la 25 yo seguía igual, Rosa y Kristal en bragas y sujetador y José Miguel en calzoncillos. Lentamente el juego llegaba al final. Perdí prenda, Kristal se despojo del sujetador quedando sus tetitas al aire, José Miguel ya totalmente desnudo abandono. En las siguientes manos Rosa terminó desnudita y lo acompañó en el sofá. Perdí yo. Kristal resulto ganadora, pero en un rasgo de compañerismo se despojo de su mini tanga y se sentó con nosotros. Estábamos desnudos, contentos y ligeramente ebrios.

Rosa se amártelo conmigo y Kristal se volcó sobre su pareja comiéndoselo a besos. Baje la luz, casi por inercia los cuatro nos pusimos a bailar  al compás de la música melodiosa que a esas horas de la noche emitía el Hilo Musical. Al menos yo estaba cerca del cielo. Acariciaba su espalda, jugueteaba con su culito, con sus tetas. Mientras su mano envolvía mi sexo y nuestras lenguas se enroscaban como serpientes. Nuestros amigos, por lo que fugazmente veía, hacían lo mismo. Los cuatro nos encontrábamos en un estado de máximo erotismo en el que todo podía ser imaginado y tal vez realizado. Deje de mirar, de pensar  y deje que mi cuerpo sintiera, viviera.

“Chicos, cambio de pareja”. De nuevo la voz autoritaria de Kristal  rompió el encanto. Sin tiempo a reaccionar se interpuso entre nosotros pasando de tener contra mi pecho los mullidos senos de Rosa a sentir los duros pezones de Kristal, mientras mi pareja se perdía, entre los brazos de José Miguel, en el rincón mas oscuro del salón.

De entrada me corté. Una cosa era bailar en porretas con Rosa y otra muy diferente hacerlo con Kristal a quien casi no conocía. A ella parecía no importarle. Se pegaba como una lapa. Sus pechos se fundieron con mis costillas y una de sus piernas se acopló entre las mías. Era como si bailáramos el más “requemado” de los merengues. Su mejilla en la mía, su lengua en la comisura de mis labios, sus manos descendiendo por la espalda hasta acoplarse sobre los glúteos. Ahí me perdí. Bueno, mejor dicho, empecé hacer lo que ella inició y lo que, pese a la escasa luz reinante, estaban haciendo Rosa y José Miguel. La lujuria de la noche hacía su aparición  sin que nadie la hubiese invitado.

Pase de la complacencia al ataque, al descubrimiento del cuerpo moreno, calido y fibroso que se me ofrecía. Me deleite con su espalda, con su culito abierto a la curiosidad de mis caricias, bese sus pechos, relamí los pezones, baje hasta la oscura sombra que cubría su coñito hoy, por cierto, mas escasa y perfectamente recortada que otras veces. Me empape de su humedad, sentí la invitación a que mis dedos, ávidos de emociones,  se perdieran en su interior. Oí quejidos de placer, de abandono, de permisión a cuanto le hacía. Su ataque inicial dejaba paso a mi iniciativa  y admitía, gozosa, todos mis atrevimientos.

La música, la escasísima luz y la peligrosa situación lograron que mi mente, embotada por el alcohol y la novedad, despertara de golpe. Que fuera consciente  de lo que ejecutábamos. Que se centrara en Rosa y José Miguel dedicados a su placer, al disfrute de sus cuerpos. El la tumbó sobre el sofá y su lengua degusto su boca, sus senos, su cintura, su sexo. Rosa presionaba su polla, la friccionaba, se la acercaba a los labios, se la comía como un enorme pirulí. Caí sobre Kristal y continué con lo mío.

El salón olía a sexo y los gemidos de placer se entremezclaban con la música de fondo. No aguantaba más. Deseaba poseerla y ese afán desmesurado hizo que se rompiera el encanto del momento. Me levante de golpe, junte de nuevo a Kristal y José Miguel, los acompañe a uno de los dormitorios del fondo  mientras Rosa y yo íbamos al nuestro.

Tenía el sexo humadísimo. Me montó e inició una cabalgada divina corriéndose una y otra vez mientras recordaba todo lo vivido, lo tantas veces imaginado, lo que siempre nos excitaba al máximo. Nos dormimos exhaustos, desnudos, pero eso si, muy felices.

Me levante temprano. Compre bollos para desayunar, arregle la casa y espere que fueran apareciendo. Primero Rosa, luego Kristal y finalmente José Miguel. Habían pasado por la ducha y se mostraban frescos y hablantines, como si la noche anterior no hubiese existido o como si lo entonces vivido fuera de lo más natural del mundo. Kristal volvió a tomar la palabra y alabó la casa, el gabinete de masaje, nuestra hospitalidad. Nos invitó a Gijón, programó el próximo viaje a León e hizo planes para visitar, en verano, las playas asturianas. Entre besos y abrazos se despidieron

Regresamos a la cama a continuar la batalla sexual inacabada. Con mi sexo en su coñito enumeramos cada una de nuestras hazañas nocturnas. Rosa se excitó al recordar como fue tocada, acariciada, penetrada. Como masturbó a su pareja con las manos y la boca. Como se corrió este entre sus pechitos. Con solo pensarlo una cascada de orgasmos  le recorrieron su cuerpo. Se durmió idealizando aquella bonita reunión con nuestros nuevos  amigos que empezó como un juego de cartas y terminó como  desvarío sexual. Soñó con todo eso y más, con todo lo que a partir de ahora podríamos experimentar, vivir, gozar, sentir.