jueves, 4 de mayo de 2017

EL LADO MAS DIVERTIDO DEL INSERSO

En mi primera salida con el Inserso y, como siempre en estos casos, el viaje fue un horror. El avión se retraso en Oviedo y el aeropuerto de Málaga tenia huelga del personal de recogida de equipajes. En él pasamos la mañana. Conclusión llegamos tarde al servicio de comidas y hubo que salir a Torremolinos a tomar algo solidó pues mi señora esposa estaba que se desvanecía por las esquinas.
La cena tumultuosa, pero bien. Mejor el salón multiusos en el que, a parte de bailar, apostar al bingo y recrearse  con casi todos los juegos de mesa, podían verse, en un rincón apartado, todos los partidos de fútbol del día. Pedí mi copa y me senté a ver el Barcelona contra la Juventus.
Si no hubiese sido por mi vecina, octogenaria de Espulgas del Llobregat y fiel seguidora del “Barsa”, que no sufrió dos o tres lipotimias cada vez que su equipo fallaba, lo hubiese pasado bien. Estaba en mi misma planta, la 11, y se paso toda la subida lamentando la injusticia sufrida por los blaugranas.
Foto Marca
Por la mañana ya lo había olvidado, se zampo un desayuno espectacular, me saludo con un muy marcial golpe de cabeza y la invite a una copa en el próximo derbi contra el Real Madrid. Como sabrán perdí la copa y perdió el Madrid.
Esta fue la primera de mis sorpresas. La tercera edad femenina son unas forofas de cuidado, con mucho dominaban el tema mejor que los varones, gritaban mas, no tenían idea del reglamento y todas las faltas debían pitarse a favor de sus equipos, sino: error arbitral.
Foto autor
Me asombro el “Buffet libre”. Pese a ser casi idéntico todos los días, los mas de quinientos jubilados que pasábamos allí una temporada de asueto, nos lanzábamos sobre las bandejas y regresábamos con platos como montañas en las que se mezclaba una ensalada, algo de verdura, pelin de carne y cualquier cosa desconocida, como  flamenquines.
De entrada había una ruptura conyugal. Ellas, más rápidas dejaban a sus parejas a cola de pelotón y se olvidaban del colesterol, los triglicéridos y sobre todo de la glucosa. Buscaban mesa y bebidas y a golpe de pañoleta localizaban a sus mozos para que se reuniesen con ellas.
Según he sabido el Inserso se creo en 1978 y en todos estos años ha debido cambiar la vida de casi el 100% de los jubilados que lo han utilizado.
Al regresar de comprar la prensa, algo casi desconocido en el hotel, la violencia de un “Cha, cha, cha” y la insistencia de una guía de grupo, me hizo entrar en aquel salón que sirve de todo y para todo. Casi cien personas de ambos sexos, bajo la grácil dirección de cuatro monitores estaban bailando ritmos tropicales con una dedicación y un esmero que ni en las mejores escuelas de samba brasileña podían contemplarse.
Foto Internet
Era un autentico jolgorio. Entre las monitoras, la música altísima y el barullo de gente moviéndose por las mesas (gente en general nada jovencita) uno no sabia si estaba en un guateque típico de los años sesenta o en hotel de cuatro estrellas a la hora del desayuno.
Termino de repente y a una velocidad impresionante los monitores convirtieron la sala e baile en un antro de juegos. Se gritaban los números del bingo, se oían las fichas del dominó chocar contra las mesas y el repiqueteo de los dados del parchís, todo en un ambiente ingenuo y familiar en el que no pude saber si las apuestas elevadas se difuminaban entre las mentiras expuestas a la vista del público.
Salí asombrado. El “Levante” había dejado de soplar y las hiladas de nubes iban difuminándose en el cielo; el sol, gracias a Dios y aunque tarde, hacía su aparición.
Bajamos a la playa. Al decir bajamos hay que entender descendemos al infierno pues las bajadas son algo digno de consideración, sobre todo a la hora de subirlas, que razón tenia mi abuelo cuando decía,  para eso quiero mi burra.
Fue bajar y tomar un rebujito muy frió, antes de dar un paseo por la arena.
No es que fuera la excelencia de las playas pero estaba montada para el turismo, mayoritariamente rico y pudiente. Bares, restaurantes, chiringuitos, asadores de sardinas, en la parte alta. Sobre la arena tumbonas, sombrillas, rompevientos, duchas, todo menos servicios sanitarios. Más tarde nos enteramos de la existencia de un convenio entre el Ayuntamiento y este batíburrillo de establecimientos, de forma que se podían utilizar sus servicios sanitarios sin que el consistorio debiera construir unos nuevos cada determinado espacio público.
Había poca gente. Tal vez la hora, el poco sol o los restos del levante hacían que la gente se retraerá. Fue un impás corto. Gano el sol y lentamente la arena se fue cubriendo de cuerpos. Grupos familiares, parejas, individuos solitarios y por fin, la muchachada del Inserso que tal vez por las cuestas o por las discusiones previas a la bajada: Vamos o nos quedamos se habían retrasado.
Las mujeres, más osadas, llegaron primero. Grupos de dos, tres, o cuatro, se iban desperdigado por la arena, en general lejos del agua, siempre huidas de las zonas de hamacas.
Era curioso. De entrada extendían las toallas, luego se sentaban sobre ellas, mas tarde, aquellas que, bajo la ropa, llevaban los clásicos bañadores marianos, de una pieza, se despojaban de las faldas y blusas, las que no se arremangaban las faldas y quedan con el sujetador puesto, no se si al final se lo quitarían, siempre en función de la potencia calorífica del sol.
Foto Internet
Seguí caminando hasta la considerada zona noble. Una serie de lenguas arenosas con hamacas multicolores, sombrillas naturales o de propaganda y cercos plastificados, no se si puestos a modo de cortavientos o para evitar las miradas curiosas de los paseantes, se alienaban perpendiculares a la costa, siempre custodiadas por un guardia que hacia las veces de cobrador, una pasta gansa por todo el día, y vigilante.
Nos sentamos en una de ellas y, ante nuestro asombre, el personal que las ocupaba, todo extranjeros, estaba en topless o practicando nudismo total. En pelotilla picada las diferencias de nacionalidad, no existen, quienes creímos una pareja naturista de noruegos resulto ser un matrimonio de Guecho, jubilados nudistas que desde hacia mas de cuarenta años practicaba el naturismo en la playa de Sopelana. Otra curiosidad, en principio impensable, en aquel grupo del Inserso.
Foto Internet
Deseándoles una buena mañana de sol, los dejamos para ir a comer.
Era sábado, sábado sabadete. Ya en la bajada del ascensor el personal, menos yo, iba vestido casi de gala. Una de quienes bajaba comentaba con alguien indeterminado.
         —A que me queda bien el vestido, he tenido que perder cinco kilos para podármelo poner. —
Luego supe del baile nocturno con música en directo hasta que el cuerpo aguantase.
Baje en chándal haciendo un ridículo total. La sala de fiestas del subsuelo del hotel era un bullicio, hombres y mujeres, muchas más que caballeros, que con un dominio insultante de los ritmos cubrían la totalidad de la pista.
Con mi segundo gin tónic empezó a serme imposible seguir el movimiento de las parejas. La de verde con el calvito, la de rojo con el de pajarita, la de aquella insinuante transparencia con el de camisa estampada. Luego cambio, mas cambio, mas roce, nada los separaba de una pequeña orgía de 
 adolescentes.
Foto Internet
Durante el desayuno supe que la noche de los sábados era peculiar, tanto como los amaneceres; el pudor no estaba reñido con la edad y el sexo no desaparecía con la caída del pelo. Era otra peculiaridad de aquel, y creo que la totalidad de los viajes del Inserso. Todos deseaban lo mismo: Pasarlo lo mejor posible en cada una de las actividades programadas: desde el desnudo en la playa, al baile en la pista o al sexo en la cama.

martes, 2 de mayo de 2017

Advertencia usual (Repetición)

Como de costumbre, los lugares y personas que aparecen en estos relatos, están inspirados, con cierta libertad, en lugares reales. Algún personaje y algún hecho narrados, se inspiran también en hechos reales, pero con idéntica libertad en su recreación.


Los relatos que siguen han de considerarse, por tanto, fruto de la invención del novelista y no deben inducir a atribuir conductas, acciones o palabras concretas a ninguna persona existente o que haya existido en la realidad