martes, 18 de abril de 2017

DIVERNIS, SPA LIBERAL

“Cerrado” Un amplio cartelon, de letras negras, anunciaba que el Spa nudista, al que solíamos ir al viajar a Madrid,  aunque abierto, no estaba funcionando. Una señorita, tras la barra de recepción, nos comunico que ella y sus compañeras, podían darnos masajes pero los servicios de hidroterapia estaban clausurados durante dos meses, por  mejoras en la fontanería y en la distribución de actividades.
         —Pueden ir, si lo desean, al nuevo Spa de la calle Alcántara. Muy similar a este—.
Nos recibió una matrona fortachona, vestida con camisa azul, muy desabotonada, que dejaba ver su sujetador rosa. Hablaba con nosotros mientras dirigía una cuadrilla de chicos y chicas que, en aquellos momentos, hacían las funciones de limpiadores  pero que sin duda en otros fungían como masajistas, encargados del orden o controladores de los diferentes servicios.
         —Si, esto es un Spa público, pero hoy abre solo por la tarde. El  precio depende del tiempo y si la utilización es solo para parejas o libre. Se les entrega chancletas y toalla, así como una botellita de agua —
         —El Spa, como sabrán, es liberal por lo que tal vez puedan ver cosas subidas de tono—
         —No se preocupe—contesto Rosa—, somos nudistas asturianos y estamos acostumbrados al desnudo—.
No se si solo se refería al desnudo o a mas pero con una amplia sonrisa y un
         —Los esperamos por la tarde, seguro que no se arrepienten— se despidió de nosotros.
Llegamos sobre las cinco y media. De entraba se notaba que el Spa estaba en actividad pues al margen de ese fuerte olor a cloro y lejía, típico de los lugares con mucho agua, en la recepción había un joven musculoso, con barba de una semana, que nos cobro y nos dio paso a una especie de amplio saloncito de estar. Allí una señorita  con una braguita y un chaleco adornado por múltiples lentejuelas nos facilito una toalla a cada uno, zapatillas  y un planito guía de las instalaciones de la zona inferior. Nos sugirió que tras una hora de tratamiento subiéramos allí de nuevo, nos daría un botellón de agua  y en caso de desearlo, alguna de sus compañeras del fondo, podría darnos un masaje. Todo muy “Chic”
Foto tomada de la Web de Divernis
A medida que bajamos la luz iba diluyéndose. Llegamos a los vestuarios, nos despelotamos y con las toallas sobre el hombro salimos a reconocer este nuevo Spa, con apellido de”liberal”
Salvo la iluminación, muy escasa y apoyada en conjuntos de velas estratégicamente colocada sobre las esquinas de los recintos acuáticos, tanto la piscina hidrotermal como el enorme yacuzzi anexo a la misma y separadlo de ella  por una cortina plastificada había pocas diferencias. Existían, eso si; el área de duchas era inmensa, sin apenas luz y poblada exclusivamente por hombres. Alternando cada tipo de ducha se habrían una serie de receptáculos con suelo de tatami para el descanso el masaje o lo que quienes las usasen desearan.
Volvimos a la pileta hidrotermal y en ella nos zambullimos.
Foto tomada de la Web de Divernis
Era como otra más de las muchas en las que habíamos estado salvo que la temperatura del agua se mantenía muy alta. ”A nuestra amigo Toni le hubiese gustado, siempre protestaba por lo fría del agua”, pense.
Los chorros, las cortinas de líquido, las camas de agua, la lluvia subacuatica que desde las paredes masajeaba desde la cintura a los pies. Todo muy correcto. Dos parejas mixtas y otras tres del mismo sexo daban vida aquella piscina enmarcada en tonalidades azules e iluminadas, como ya dije, por armónicos conjuntos de velas.
Salimos, atravesamos una pared de láminas plastificadas y llegamos al jacuzzi.
Este si era peculiar. Un cuadrado como de cinco por cinco, lleno de aguas burbujeantes, diseñado, a base de chorros y cortinillas de agua que con las escaleras de entrada conseguían crear, dentro del conjunto total, cuatro sub-recintos independientes, separados por paredes líquidas, juegos de luces y la imaginación propia de cada uno. Nos gusto y allí nos quedamos.
La entrada, parte de un lateral y la lluvia creada por una serie de tubos horizontales nos aislaban del resto, escaso eso si, dos hombres y una chica en cada una de las otras tres esquinas.
Foto tomada de la Web de Divernis
Durante bastante tiempo, rodeados de burbujas, con la exclusiva privacidad del líquido elemento y el errático movimiento de las velas nos dedicamos a gozar de nuestros cuerpos. Nos fuimos calentando, desinhibiendo, olvidándonos de donde estábamos y quienes nos rodaban. Nos hicimos atrevidos. Nos buscábamos, tocábamos, besábamos, a veces bajo el agua otras sobre ella, a la vista absoluta de quien estuviese mirando. Rosa, estaba cada vez mas caliente, excitada, su sexo chorreaba líquidos viscosos y su osadía crecía como mi pene. Por fin se había olvidado del lugar, el ambiente, la gente y solo quería que la acariciase, masturbarse, que la sacase de quicio.
         —Descansemos un poco antes de que me corra en la pileta— le dije arrastrándola fuera del agua hasta la zona de relax, en un piso superior al que estábamos.
También era diferente, al menos para mí. Un largo pasillo daba entrada a una serie de cubículos de diferente tamaño, unos para dos personas y otros para mas, con suelo de tatami, fondo de espejo y laterales con paneles de un enrejado de madera o troncos de bambú  que permitía la visión, sino clara si muy nítida, de lo que sucedía en la habitación colindante. Para ser claro se podía ver, sin problemas, quienes eran y que hacían nuestros vecinos, al igual que ellos nos podían observar a sus anchas nuestras actividades.
Llegamos muy calientes y ninguno de estos aspectos capto nuestra atención, Caímos sobre en lecho de toallas y empezamos a jugar. Juegos eróticos, sexuales, alumbrados solo por un conjunto de velas y algunos fluorescentes perdidos por techo.
         —Nos están mirando—dijo Rosa de pronto—.En la habitación de al lado hay alguien. Seguro—
Todo se corto de repente, ella se sentó, se cubrió con la toalla  y con un “Veámonos” salimos del recinto.
         —Nos vamos — vaticino arrastrándome hacia los vestuarios.
Sino hubiese sido por la luz  o por un maldito escalón de granito allí habríamos llegado, pero no. Ambos tropezamos machacándonos nuestros respectivos índices del pie, yo el derecho y ella el izquierdo. Al dolor se unió al malhumor y a esto un over-booking  en los vestuarios. Debíamos aguardar que se despejasen y limpiasen.
         —Señores—nos indico uno de los vigilantes — vayan al yacuzzi, el agua caliente les bajará el hinchazón—
Allí fuimos y en el nos metimos. Al contrario que la vez anterior, estaba vació. Tal vez por la inercia de la entrada nos acurrucamos en uno de los ángulos superiores, justo en frente de donde habíamos estado la primera vez, y al conjuro del burbujeo del agua fuimos relajándonos.
Algo estaba cambiando. Tal vez la hora o el puro azar de los números hizo, de pronto, que la tipología del personal fuese otra. Primero una pareja de chicas y luego una mixta cubrieron dos de las esquinas del yacuzzi. Un grupo e chicos y chicas cruzaron corriendo hacia la pileta hidrotermal y otra pareja senior entro en el yacuzzi.
Andarían, estos últimos, entre los 50 y los 60. El pasó primero, llego al final de la escalerilla y se zambullo de golpe. No era musculoso pero estaba en forma, como si hiciera diariamente footing. Pelirrojo, de metro setenta y cinco, rasurado por completo y sin tatuajes. Ella se dejo ver. Se paro antes de entrar, oteo el horizonte como evaluando la asistencia y se lucio ante ella como un pavo real. Rondaría los cincuenta y pocos años, no muy alta, morena de pelo ensortijado, como el, totalmente depilada. Pechos grandes y caídos coronados por dos pezones turgentes, sin duda por el echo de encontrase en pelota y en público, barriguita aceptable y una lorza de grasa, no muy grande, por debajo del ombligo. Bajo despacio y se acomodo junto a su pareja.
Foto tomada de la Web de Divernis
En los jacuzzis se observan cosas curiosas. Hay mujeres, como esta que tenía delante, que siendo de pequeña estatura, se sientan  y quedan con el pecho fuera del agua y otras al revés, el agua parece llegarles solo hasta la boca. Mientras se masajeaba los pechos y su pareja se hundía placidamente en el mar de burbujas, cerré los ojos y me relaje.
También, hasta donde yo conocía, había un exquisito trato en las aproximaciones de quienes lo utilizaban, había, eso si, roces, pisotones, apoyos entre personas pero siempre seguidos de un “Lo siento”, “Perdone”,” O una sonrisa de complicidad”.
Fue  lo primero que me sorprendió cuando sentí que alguien pegaba su pierna contra la mía. Abrí los ojos y vi a nuestra vecina, justo a mi lado y medio dormida. Ví también a su pareja, junto a Rosa, en idéntica posición.
Me hubiese sorprendido mas si no fuese porque entonces una de las manos de la morena se coloco sobre mi muslo e inicio un suave masaje. En un instante me despeje y supuse que, en aquellos actos, había menos de casualidad y mas de deseo. Que lo de “liberal” tenia mas connotaciones eróticas que nudistas. Seguí su juego. Cerré los ojos y me sumergí en aquel mar de burbujas, placer y lujuria que alguien, anónimo, me ofrecía.
Mi primera caricia, sobre la orza de su cintura, fue como el pistoletazo de salida de un juego erótico sin normas ni recriminaciones. A medida que el tiempo pasaba nuestra osadía crecía. Bueno eso y mi pene .Abrió las piernas al máximo y dejo su coñito libre. Lo acaricie, frote, sentí sus flujos vaginales, sus espasmos de gozo. En cuanto vio que yo entraba al trapo, o mejor a su cuerpo, como un Miura, se relajo, dejo de atacar y quedo totalmente receptiva a mi merced. La acariciaba con las manos, la penetraba, a veces se alzaba y le besaba los pechos, sus pezones erectos. Se acomodo sobre mi pierna y desde el culito a la vagina se ofrecieron a mis caricias….y a su placer. Toque, pellizque, penetre note sus líquidos la sentí vibrar y caer, al final, sobre mi hombro.
         —Vasta por ahora, seguimos en la zona de relax— susurro de forma imperceptible.
Mire a Rosa que, por lo visto, había pasado una experiencia similar.
         —No te preocupes por ellos, cuando Carlos no ha dicho nada es que no ha habido problemas. Arriba nos encontrarán. —Salimos, nos dirigimos a la zona alta y, casi sin dudar, se oriento hacia uno de los camarotes del fondo.
Foto tomada de la Web de Divernis
Era diferente al anterior; de entrada el doble de grande y con espejos al fondo y en el techo. Había toallas nuevas, una caja de clinex y biberones con aceite. Como en la primera las paredes estaban formadas por cuadriculas de madera que proporcionaban una visión optima entre gabinete y gabinete. Tras lo vivido ya nada importaba. Extendimos las toallas y nos tumbamos. Rosa y Carlos no tardaron en llegar, se acostaron junto a sus respectivas parejas y los cuatro reposamos de los ajetreos del jacuzzi.
Un parpadeo de velas, unos murmullos  y dos pares de ojos mirando entre el enrejado nos confirmaros que teníamos, no se si de lujo o simplemente aprendices, observadores. La tipología de las separaciones estaba hecha para ello.
Sin consultarnos verbalmente, solo con la mirada, empezamos a dar, a nuestros desconocidos visitantes una lección de sexo, si bien ahora hecho con nuestras respectivas parejas.
         —Tenemos que irnos—dije tras el orgasmo último de los caballeros.
Bajamos a las termas y mientras Carlos se zambullía de nuevo en el agua, Carmen nos acompaño a los vestuarios.
         —Os voy a dar nuestra tarjeta. Por si alguna vez regresáis de nuevo por aquí—
Carlos y Carmen junto a un teléfono móvil, ponía el papelito
Después de lo vivido sendos pares de besos en la boca fue una despedida de lo mas respetuosa
         —Seguro que si—contesto Rosa, del todo colorada.
Una ginebra con mucho hielo y una rajita de limón para mí junto a una cerveza sin alcohol para ella templaron nuestros ánimos en aquella noche calurosa de Madrid, bajo un cielo rojizo que anunciaba, sin duda, a la primavera dando paso al tórrido verano.