—Pueden ir, si lo desean, al nuevo Spa de la calle
Alcántara. Muy similar a este—.
Nos recibió una matrona
fortachona, vestida con camisa azul, muy desabotonada, que dejaba ver su
sujetador rosa. Hablaba con nosotros mientras dirigía una cuadrilla de chicos y
chicas que, en aquellos momentos, hacían las funciones de limpiadores pero que sin duda en otros fungían como
masajistas, encargados del orden o controladores de los diferentes servicios.
—Si, esto es un Spa público, pero hoy abre solo por la
tarde. El precio depende del tiempo y si
la utilización es solo para parejas o libre. Se les entrega chancletas y
toalla, así como una botellita de agua —
—El Spa, como sabrán, es liberal por lo que tal vez puedan
ver cosas subidas de tono—
—No se preocupe—contesto Rosa—, somos nudistas asturianos y
estamos acostumbrados al desnudo—.
No se si solo se refería al
desnudo o a mas pero con una amplia sonrisa y un
—Los esperamos por la tarde, seguro que no se arrepienten—
se despidió de nosotros.
Llegamos sobre las cinco y
media. De entraba se notaba que el Spa estaba en actividad pues al margen de
ese fuerte olor a cloro y lejía, típico de los lugares con mucho agua, en la
recepción había un joven musculoso, con barba de una semana, que nos cobro y
nos dio paso a una especie de amplio saloncito de estar. Allí una señorita con una braguita y un chaleco adornado por
múltiples lentejuelas nos facilito una toalla a cada uno, zapatillas y un planito guía de las instalaciones de la
zona inferior. Nos sugirió que tras una hora de tratamiento subiéramos allí de
nuevo, nos daría un botellón de agua y
en caso de desearlo, alguna de sus compañeras del fondo, podría darnos un
masaje. Todo muy “Chic”
Foto tomada de la Web de Divernis
A medida que bajamos la luz
iba diluyéndose. Llegamos a los vestuarios, nos despelotamos y con las toallas
sobre el hombro salimos a reconocer este nuevo Spa, con apellido de”liberal”
Salvo la iluminación, muy
escasa y apoyada en conjuntos de velas estratégicamente colocada sobre las esquinas
de los recintos acuáticos, tanto la piscina hidrotermal como el enorme yacuzzi
anexo a la misma y separadlo de ella por
una cortina plastificada había pocas diferencias. Existían, eso si; el área de
duchas era inmensa, sin apenas luz y poblada exclusivamente por hombres.
Alternando cada tipo de ducha se habrían una serie de receptáculos con suelo de
tatami para el descanso el masaje o lo que quienes las usasen desearan.
Volvimos a la pileta
hidrotermal y en ella nos zambullimos.
Foto tomada de la Web de Divernis
Era como otra más de las
muchas en las que habíamos estado salvo que la temperatura del agua se mantenía
muy alta. ”A nuestra amigo Toni le
hubiese gustado, siempre protestaba por lo fría del agua”, pense.
Los chorros, las cortinas de
líquido, las camas de agua, la lluvia subacuatica que desde las paredes
masajeaba desde la cintura a los pies. Todo muy correcto. Dos parejas mixtas y
otras tres del mismo sexo daban vida aquella piscina enmarcada en tonalidades
azules e iluminadas, como ya dije, por armónicos conjuntos de velas.
Salimos, atravesamos una
pared de láminas plastificadas y llegamos al jacuzzi.
Este si era peculiar. Un
cuadrado como de cinco por cinco, lleno de aguas burbujeantes, diseñado, a base
de chorros y cortinillas de agua que con las escaleras de entrada conseguían
crear, dentro del conjunto total, cuatro sub-recintos independientes, separados
por paredes líquidas, juegos de luces y la imaginación propia de cada uno. Nos
gusto y allí nos quedamos.
La entrada, parte de un
lateral y la lluvia creada por una serie de tubos horizontales nos aislaban del
resto, escaso eso si, dos hombres y una chica en cada una de las otras tres
esquinas.
Foto tomada de la Web de Divernis
Durante bastante tiempo, rodeados
de burbujas, con la exclusiva privacidad del líquido elemento y el errático
movimiento de las velas nos dedicamos a gozar de nuestros cuerpos. Nos fuimos
calentando, desinhibiendo, olvidándonos de donde estábamos y quienes nos
rodaban. Nos hicimos atrevidos. Nos buscábamos, tocábamos, besábamos, a veces
bajo el agua otras sobre ella, a la vista absoluta de quien estuviese mirando.
Rosa, estaba cada vez mas caliente, excitada, su sexo chorreaba líquidos
viscosos y su osadía crecía como mi pene. Por fin se había olvidado del lugar,
el ambiente, la gente y solo quería que la acariciase, masturbarse, que la
sacase de quicio.
—Descansemos un poco antes de que me corra en la pileta— le
dije arrastrándola fuera del agua hasta la zona de relax, en un piso superior
al que estábamos.
También era diferente, al
menos para mí. Un largo pasillo daba entrada a una serie de cubículos de diferente
tamaño, unos para dos personas y otros para mas, con suelo de tatami, fondo de
espejo y laterales con paneles de un enrejado de madera o troncos de bambú que permitía la visión, sino clara si muy
nítida, de lo que sucedía en la habitación colindante. Para ser claro se podía
ver, sin problemas, quienes eran y que hacían nuestros vecinos, al igual que
ellos nos podían observar a sus anchas nuestras actividades.
Llegamos muy calientes y
ninguno de estos aspectos capto nuestra atención, Caímos sobre en lecho de
toallas y empezamos a jugar. Juegos eróticos, sexuales, alumbrados solo por un
conjunto de velas y algunos fluorescentes perdidos por techo.
—Nos están mirando—dijo Rosa de pronto—.En la habitación de
al lado hay alguien. Seguro—
Todo se corto de repente,
ella se sentó, se cubrió con la toalla y
con un “Veámonos” salimos del
recinto.
—Nos vamos — vaticino arrastrándome hacia los vestuarios.
Sino hubiese sido por la
luz o por un maldito escalón de granito
allí habríamos llegado, pero no. Ambos tropezamos machacándonos nuestros
respectivos índices del pie, yo el derecho y ella el izquierdo. Al dolor se
unió al malhumor y a esto un over-booking
en los vestuarios. Debíamos aguardar que se despejasen y limpiasen.
—Señores—nos indico uno de los vigilantes — vayan al
yacuzzi, el agua caliente les bajará el hinchazón—
Allí fuimos y en el nos
metimos. Al contrario que la vez anterior, estaba vació. Tal vez por la inercia
de la entrada nos acurrucamos en uno de los ángulos superiores, justo en frente
de donde habíamos estado la primera vez, y al conjuro del burbujeo del agua
fuimos relajándonos.
Algo estaba cambiando. Tal
vez la hora o el puro azar de los números hizo, de pronto, que la tipología del
personal fuese otra. Primero una pareja de chicas y luego una mixta cubrieron
dos de las esquinas del yacuzzi. Un grupo e chicos y chicas cruzaron corriendo
hacia la pileta hidrotermal y otra pareja senior entro en el yacuzzi.
Andarían, estos últimos,
entre los 50 y los 60. El pasó primero, llego al final de la escalerilla y se
zambullo de golpe. No era musculoso pero estaba en forma, como si hiciera
diariamente footing. Pelirrojo, de metro setenta y cinco, rasurado por completo
y sin tatuajes. Ella se dejo ver. Se paro antes de entrar, oteo el horizonte como
evaluando la asistencia y se lucio ante ella como un pavo real. Rondaría los
cincuenta y pocos años, no muy alta, morena de pelo ensortijado, como el,
totalmente depilada. Pechos grandes y caídos coronados por dos pezones
turgentes, sin duda por el echo de encontrase en pelota y en público,
barriguita aceptable y una lorza de grasa, no muy grande, por debajo del
ombligo. Bajo despacio y se acomodo junto a su pareja.
Foto tomada de la Web de Divernis
En los jacuzzis se observan
cosas curiosas. Hay mujeres, como esta que tenía delante, que siendo de pequeña
estatura, se sientan y quedan con el
pecho fuera del agua y otras al revés, el agua parece llegarles solo hasta la
boca. Mientras se masajeaba los pechos y su pareja se hundía placidamente en el
mar de burbujas, cerré los ojos y me relaje.
También, hasta donde yo
conocía, había un exquisito trato en las aproximaciones de quienes lo
utilizaban, había, eso si, roces, pisotones, apoyos entre personas pero siempre
seguidos de un “Lo siento”, “Perdone”,” O
una sonrisa de complicidad”.
Fue lo primero que me sorprendió cuando sentí que
alguien pegaba su pierna contra la mía. Abrí los ojos y vi a nuestra vecina,
justo a mi lado y medio dormida. Ví también a su pareja, junto a Rosa, en
idéntica posición.
Me hubiese sorprendido mas si
no fuese porque entonces una de las manos de la morena se coloco sobre mi muslo
e inicio un suave masaje. En un instante me despeje y supuse que, en aquellos
actos, había menos de casualidad y mas de deseo. Que lo de “liberal” tenia mas connotaciones eróticas que nudistas. Seguí su
juego. Cerré los ojos y me sumergí en aquel mar de burbujas, placer y lujuria
que alguien, anónimo, me ofrecía.
Mi primera caricia, sobre la
orza de su cintura, fue como el pistoletazo de salida de un juego erótico sin
normas ni recriminaciones. A medida que el tiempo pasaba nuestra osadía crecía.
Bueno eso y mi pene .Abrió las piernas al máximo y dejo su coñito libre. Lo
acaricie, frote, sentí sus flujos vaginales, sus espasmos de gozo. En cuanto
vio que yo entraba al trapo, o mejor a su cuerpo, como un Miura, se relajo,
dejo de atacar y quedo totalmente receptiva a mi merced. La acariciaba con las
manos, la penetraba, a veces se alzaba y le besaba los pechos, sus pezones
erectos. Se acomodo sobre mi pierna y desde el culito a la vagina se ofrecieron
a mis caricias….y a su placer. Toque, pellizque, penetre note sus líquidos la
sentí vibrar y caer, al final, sobre mi hombro.
—Vasta por ahora, seguimos en la zona de relax— susurro de
forma imperceptible.
Mire a Rosa que, por lo
visto, había pasado una experiencia similar.
—No te preocupes por ellos, cuando Carlos no ha dicho nada
es que no ha habido problemas. Arriba nos encontrarán. —Salimos, nos dirigimos
a la zona alta y, casi sin dudar, se oriento hacia uno de los camarotes del
fondo.
Foto tomada de la Web de Divernis
Era diferente al anterior; de
entrada el doble de grande y con espejos al fondo y en el techo. Había toallas
nuevas, una caja de clinex y biberones con aceite. Como en la primera las paredes
estaban formadas por cuadriculas de madera que proporcionaban una visión optima
entre gabinete y gabinete. Tras lo vivido ya nada importaba. Extendimos las
toallas y nos tumbamos. Rosa y Carlos no tardaron en llegar, se acostaron junto
a sus respectivas parejas y los cuatro reposamos de los ajetreos del jacuzzi.
Un parpadeo de velas, unos
murmullos y dos pares de ojos mirando
entre el enrejado nos confirmaros que teníamos, no se si de lujo o simplemente
aprendices, observadores. La tipología de las separaciones estaba hecha para
ello.
Sin consultarnos verbalmente,
solo con la mirada, empezamos a dar, a nuestros desconocidos visitantes una
lección de sexo, si bien ahora hecho con nuestras respectivas parejas.
—Tenemos que irnos—dije tras el orgasmo último de los
caballeros.
Bajamos a las termas y
mientras Carlos se zambullía de nuevo en el agua, Carmen nos acompaño a los
vestuarios.
—Os voy a dar nuestra tarjeta. Por si alguna vez regresáis
de nuevo por aquí—
Carlos y Carmen junto a un teléfono
móvil, ponía el papelito
Después de lo vivido sendos
pares de besos en la boca fue una despedida de lo mas respetuosa
—Seguro que si—contesto Rosa, del todo colorada.
Una ginebra con mucho hielo y una rajita de limón para mí junto a una cerveza sin alcohol para ella templaron
nuestros ánimos en aquella noche calurosa de Madrid, bajo un cielo rojizo que
anunciaba, sin duda, a la primavera dando paso al tórrido verano.
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