martes, 1 de diciembre de 2015

CARAS VEMOS......

...........Culos no sabemos” como dice un refrán de no se que parte del mundo.
Siempre me fío de las caras. Afortunadamente acierto en una amplia proporción, pero en estos últimos años, no se si por defectos de visión o por la mala transmisión de esta con el cerebro, cada vez afino menos.
Con Yolanda y Marcial, el chasco fue de película, de película mala; sobre todo con ella.
Debería decir que todo estuvo condicionado por la crisis, o mejor con la salida de la misma.
En Asturias el cambio, ruptura, descalabro o falacia, como diría nuestro anterior Presidente, todo menos “crisis”, condiciono la desaparición de la Real Federación Asturiana de Natación y con ello el conjunto de entidades satélites a la misma: Clubes de élite, Masters, Árbitros  así como las ayudas económicas nacionales, autonómicas o provinciales.
Tras las penurias monetarias, los sucesivos cambios y algunos abandonos, este invierno, la Federación Asturiana de Árbitros de Natación se vio obligada a recolectar a cuantos pudiese ya que los Campeonatos Absolutos de Invierno de Natación en Piscina corta de 25 m., se celebraban en Gijón, en las instalaciones del Club Santa Olaya y las estrellas del momento: Mirella Belmonte, Melani Costa y Duana Rocha, entre otras, iban a participar.
A Rosa la llamaron y yo, sufrido asistente de transportes tuve que levantarme, los días de competición, a las seis de la mañana para que cuatro árbitros de Oviedo estuviesen en sus puestos de salida al comienzo de las pruebas.
Así me reencontré con Marcial, también árbitro y como yo, jubilado; bueno, no como dicta la legislación laboral, sino por herencia paterna, mujer funcionaria, sin cargas familiares, una afición cinegética desmedida y un don divino para la escultura.
El Campeonato fue un éxito. El Presidente, flotando en una nube de elogios, acepto  el encargo de controlar los arbitrajes de los Campeonatos Nacionales Juveniles, a celebrarse en A Coruña y los Master de Invierno de nuevo en Santa Olaya. Había, por fin, dinero para dietas, traslados y alojamientos.
Un viaje A Coruña, aunque fuese con dietas bajas y kilometraje modesto, nunca esta mal. Yo puse el choche y Marcial a Yolanda, su mujer. Los cuatro salimos, un viernes por la mañana y durante todo el trayecto me pase escrutando el rostro de la dama en el espejo retrovisor. De estatura media, muy morena, callada hasta lo inimaginable, con jersey gris de cuello alto, pantalones negros y un fular a modo de bufanda, paso todo el recorrido sin decir palabra, bueno, como el, para no desentonar.
Hc.Apartamentos, nuestro acomodo en la capital gallega, lo había elegido, e imagino que con precios especiales, la Federación Nacional. No era como de muchas estrellas pero estaba cerca de La Ciudad Deportiva Riazor, donde se celebraba el evento, al lado del paseo marítimo y muy próximo al centro. Sin duda su mejor baza eran las vistas impresionantes a La Torre de Hércules 
Nos asignaron dos estancias contiguas, con saloncito, mini cocina dormitorio y baño. Los árbitros se disfrazaron de tales, cargaron sus correspondientes mochilas, subimos al coche y partimos a las piscinas. Yolanda se quedo deshaciendo el equipaje y prometiéndonos un baño relajante a nuestra salud.
   José Luis, dijo, llámame cuando regreses y tomamos algo por ahí.
Moverse por una ciudad extraña suele ser, mas que nada, lento. Llevarlos, regresar, lavarme un poco y acercarme a su apartamento me llevo un buen rato.
   Pasa, esta abierto, respondió, enseguida salgo.
Entre y me senté en el sofá. La estancia era idéntica a la nuestra.
No había terminado de fisgonear por el cuarto cuando salio. Si entonces cae un rayo en el salón, difícilmente me hubiese sorprendido tanto. La mujer que hacía menos de dos horas quedo enfundada en rectado jersey, con amplios pantalones y el pelo recogido en una especie de moño, salio, solo cubierta con una bata de baño blanca, sin cinturón ni botones, totalmente abierta por delante y con las manos en los bolsillos.
    —Ya termine, ahora me visto
Lo dijo de pie, frente a mí, dejando ver, cubiertos solo por la tela, los pechos con sus pezones grandes y erectos, sin recato alguno, el ombligo redondo, moreno como el resto del cuerpo, y una enorme mata de pelo púbico, muy negro y frondoso.
Plantada ante mi no mostraba ni pudor ni verguenza, apenas una sonrisa irónica totalmente distinta a la mostrada en el viaje.
    —Te espero en el bar— susurre evitando su cara y sus ojos—
una ginebra bien cargada me vendrá de maravilla.
Llego como si nada, luciendo un vestido similar al del viaje, el rostro serio, nada de sonrisas.
Anduvimos por la Plaza de María Pita, casi sin hablar, bajamos hacia el paseo Marítimo y allí, frente al mar, nos sentamos en una terraza.
   Te parezco rara— me soltó a bocajarro, tras haber pedido yo una ginebra para cada uno
   No, se, tal vez si—respondí sin apenas pensar.
   Ahora voy sin ropa interior, totalmente desnuda por dentro y solo tú lo sabes. ¿Te gusta?
   Me estás poniendo muy nervioso. Me gustaría muchísimo verte pero, cambiemos de tema.
   No seas tonto, de mi no sabes nada y te estas haciendo miles de preguntas.
   En eso tienes razón, ¿Por qué no me lo cuentas?
Se acerco la ginebra a la boca y empezó hablar.
     — Desde hace mucho, tal vez cuando supe que nunca seria madre o al menos eso dice mi psicólogo, pase a tener dos personalidades. Una: profesional, recatada, seria, otra: agresiva, desinhibida, erótica. La primera para mi entorno, la segunda para ese mundo desconocido y manejable que, de vez en cuando nos surge en la vida, como tu ahora.
Volvió a llevarse el Beefeater a los labios y siguió.
   Juego con todo, con todos: el erotismo, la provocación, el beso, la caricia, los jóvenes, los maduros. Cualquier cosa menos sexo, eso, de vez en cuando lo reservo a Marcial, y el lo sabe.
Me miro a los ojos, hundió uno de sus dedos en la copa entremezclo los sabores, bebió otro trago corto, continuo.
   Ya conoces mis reglas, mi bonita forma de pasar por aquello que los clásicos llaman “la erótica del hotel”. Te guste o no yo voy a jugar y tu, o entras o entras en el envite. Voy a por otras copas antes de recoger a los árbitros.
Quede pensando en la oferta, que por supuesto acepte en mi fuero interno, viéndola desnuda bajo su coraza de tela, imaginándola, tolerable, sumisa, agradecida, pero muy lejana.
Cenamos en otra terraza y nos recogimos temprano. El viaje, mas seis horas de arbitraje, generaban cansancio.
Los árbitros y yo desayunamos a las ocho y a las nueve estábamos en las instalaciones deportivas.
     — Sobre las diez pasa a recoger a Yolanda. Podréis daros un paseo — dijo Marcial perdiéndose entre un tropel de nadadores.
Llegue a y cuarto. Me esperaba enfundada en una especie de blusón largo transparente que más que ocultar resaltaba todas las partes de su anatomía.
     —   Pasa, no te quedes ahí. Estas mas asombrado que la camarera que subió el desayuno.
   ¿Te pongo un café?
Me senté viéndola desnuda pavoneándose ante mí. Sonriendo al ver como mis ojos recorrían sus pechos, su culito, su coño enmarañado.
   Cierra la boca y bebe algo, parece que nunca viste a una mujer así.
Creo que tenía razón pero preferí callar y parecer tonto que hablar y certificarlo.
   Después me visto y salimos a recorrer el centro. ¿Podemos ver el Museo de Picasso y la Sala de Exposiciones de Sargadelos? — Por cierto, comento mientras salía, hoy a las cinco he pedido hora en el Spa, segura que te gusta.
Las ciudades norteñas marinas: A Coruña, Gijón, Santander y San Sebastian son encantadoras. Si se les añade la fortuna de tener un día soleado el encanto se convierte en milagro y esa suerte tuvo nuestro paseo. Sus ardores eróticos se amortiguaron y pese a insinuarme varias veces que, como ayer, iba sin ropa interior, el arte del pintor malagueño y las compras de cerámicas nos hicieron olvidar su cruzada sexual.
Como decía mi amigo Pancho “Para comer marisco nada mejor que A Coruña y si lo comes en el Paseo, viendo el mar, es como estar en el cielo”.
Fue ella, al despedirnos, quien me lo recordó
   No te olvides de la sauna. Te recojo.

 En consonancia con el hotel, el recinto era pequeño: Un jacuzzi, una sauna finlandesa y otra húmeda, todo dispuesto en dos niveles y profusamente adornado de velitas, toallas, bebidas frías.
     —Somos la pareja del apartamento 7, hicimos una reserva para las cinco — dijo Yolanda cogiendo dos toallas y arrastrándome a un vestuario, en principio mixto.
   No te dará vergüenza que nos cambiemos juntos, verdad.
Casi lloraba porque me lo pidiera. Entre tras ella y la deje hacer. Con parsimonia, con una lentitud intencionada, como si efectuase un strip-tease exclusivo para mi, fue despojándose de la ropa: playeras, calcetines, falda, blusa, sujetador, braguita, quedo totalmente desnuda. A estas alturas de la misa yo ya estaba en traje de baño, sentado en un taburete y contemplando el espectáculo.
   Que te parezco, ¿No estas un poquito cachondo?
Saco una especie de mimi-bikini, o sea una braguita con hilo dental que apenas le cubría su mata de pelo púbico y un sujetador que mas que tapar resaltaba sus tetas, tanto es así que ambos pezones estaban al aire, se los acomodo, me tomo de la mano y me arrastro al jacuzzi.
Un microsegundo fue lo que transcurrió entre  introducirse en el agua y quitarse el escueto bikini.
   Mejor desnudos, dame el tuyo.
   Como quieras, yo lo prefiero.
A partir de ahí el tiempo de detuvo. El sexo y el placer  empezaron a campar a sus anchas en aquel torbellino de aguas cálidas y burbujeantes.
Nuestras pieles desnudas se fueron atrayendo; el agua, lentamente, desapareció de entre los dos pasando ser un solo cuerpo que se estrujaba, fundía, entrelazaba. Lo que ayer dijo se hizo carne: todo menos sexo, pero ese todo lo era en el mas amplio sentido de la palabra. Manos, labios, lenguas buscaban tocar, sentir, degustar. Su mata de pelo púbico se convirtió en una esponja entre mis dedos que lentamente la entreabrían en busca de una vagina cada vez más húmeda, y no de agua. Mi pene rugía de placer, nuestros labios se volvieron carnívoros y nada nos detuvo hasta que un violento espasmo nos convulsiono.
El agua se hizo cama y allí descansamos, vivimos una realidad extraña e imposible.
La vuelta, como la ida, fue callada. Todos pensábamos en algo que nunca diríamos, por prudencia, ignorancia, respeto.
   Hasta marzo, dijo Marcial al bajar del coche.
   Eso, contesto Yolanda, os invitaremos a que conozcáis la casa,  puede, —me dijo por lo bajini— que allí “la erótica del hotel se torne en erótica del poder”.
 Me beso la mejilla y se perdió en el portal.

lunes, 13 de julio de 2015

UNA LLAMADA INOPORTUNA.................O NO

Hace años hice un curso de masaje. Seguro que quien durante mucho tiempo me sirvió y le serví de paciente, se habrá olvidado, no solo del mismo sino de las practicas que hicimos en común y, sobre todo, de este lance, en el que una mañana soleada de Mayo, mi inconciencia, su curiosidad y nuestro deseo, puso fin a las mismas. Sin duda para no caer en errores mayores.
Se llama, digamos que María, aunque en las redes sociales utiliza seudónimos de lo mas intrigantes. En el 90 % de los casos, hace que no sepa quien me escribe ni a quien respondo. Pues bien ambos finalizamos el ya mencionado curso. Ella puso un gabinete quiropráctico al que yo, mas por vicio que por necesidad, me acercaba, una vez a la semana con la excusa de utilizar su cuerpo para no olvidar las técnicas adquiridas. Le daba un masaje y ella a mí otro. Luego unos vinos y hasta la próxima cita. De lo más normalito.
Cualquiera de nuestros amigos, o todos, estaban convencidos que tras el masaje había algo mas, que aquello era una cortina de humo para enmascarar un acercamiento sexual deseado, querido y no consentido. Mentalmente tenían razón, en la realidad no. Haciendo memoria, ya difícil a mi edad, solo recuerdo dos situaciones, bueno tres con la de la llamada, en las que mi libido casi me juega una mala pasada. 
La primera, una luminosa mañana de primavera. Nos reunimos muy temprano. Inicie la sesión. Ella se desnudo por completo, a excepción de la braguita, se tumbo boca abajo, acoplo la toalla a su espalda y, en vez de quedarse quietecita, como de costumbre, levanto el torso con un estiramiento de brazos y no se que absurda pregunta me hizo. El resultado fue que sus tetitas aparecieron libres, apetecibles y juguetonas, ofreciéndose, no solo a mis ojos también a mis manos como pidiéndome que las acogieran. Entre la visión de sus pechos y el olor a limpio que despedía, mi mente se extravío y tuve que recurrir a un esfuerzo tremendo de concentración  para no entrar en otros vericuetos ajenos al masaje.
La segunda, otra mañana muy parecida en todo a la anterior. Los preliminares idénticos salvo que en esta ocasión el masaje trascurría sin problemas ni sobresaltos. La espalda, las piernas. Vuelta de frente y, entonces el móvil sonó en la mesa de la entrada
Tal como estaba, medio desnuda, se levanto, hablo con su hermana y regreso a la camilla. Se acostó, medio cubrió con la sabanilla y susurro u
   Sigue
El cuello, los hombros, las clavículas, los brazos, pensé saltarme al estomago cuando ella, con la mejor intención, se bajo la sábana hasta la cintura mientras comentaba
—No te preocupes si me tocas el pecho, no me molesta.
A ella no a mi si. Lo hice de la forma más profesional posible evitando los pezones y centrándome en el entorno. Fui rápido sin pensar ni mirar. Forcé el ritmo y acabe. Otra vez la tentación había sucumbido a la profesionalidad.
Mi perdición siguió los pasos del refrán: “A la tercera va la vencida”. Hacia tiempo que la rutina semanal de los masajes se había perdido. Yo cambie de casa y ella se absorbió con los estudios, viajes o novios de su hija. Un día me llamo para contarme que el gabinete se cerraba por motivos económicos, que su ciática cada vez le dolía más  y que si podía darle un masajito.
Dije que si. Yo no lo necesitaba pero por una amiga se hace cualquier cosa.      
Todo estaba igual: la camilla, las alfombrillas, la pila de toallas y sábanas coberteras, la mesita con los frascos de aceites, la música. Sin mediar palabra se despojo de la ropa, quedándose  con una tanga semitransparente y se tumbo. Le tape pudorosamente las piernas con una de las toallas e inicie el masaje: Aceite, cintura, flancos, cuello, omoplatos, columna. Primero fuerte luego suave, golpeteos, presiones, al final una serie de caricias sobre la columna que terminan justo en la raja del culo, a esta ultima acción, pese a no estar incluidas en ningún manual, nunca nadie se negó.
 Subí la toalla, para protegerle su espalda, y deje al descubierto glúteos y piernas. Primero pies, gemelos y muslos vaciándolos con presiones, luego glúteos y cintura. Lo que son las cosas. Puede que por la transparencia de la braguita, porque para presionar los agujeros del sacro la había bajado en exceso o por mi anómala curiosidad, la pequita que coronaba su glúteo derecho, justo cuando este se une al izquierdo, se me hizo de repente visible. Muchas veces había fantaseado con la misma suponiendo que ni su propietaria conocía tal existencia y que únicamente algún amante delicado o muy observador tendría conocimiento de lunar. Fueron preguntas fugaces y no comentadas. Hoy, sin motivo aparente, aquella anomalía me atraía más que en otras ocasiones. Lo deje y descendí hasta los pies.
Un profesor explico en clase que en su planta se refleja toda la anatomía del cuerpo: cabeza, columna, órganos internos y que sabiéndolo hacer, con solo masajear esa zona se puede aliviar cualquier dolencia corporal. No era mi caso. Lo único que hacía era mejorar su circulación. En eso estaba cuando sonó el teléfono. Se hallaba en la mesita auxiliar, justo junto a la cabeza. Lo descolgó sobre la marcha.
   Sigue, no hay problema — me dijo
   ………….
   Estoy ocupada
   ………….
   Me están dando un masaje
   ………….
   Si, José Luis
   ………….
   No del todo, llevo una braga.
   ………..
   Si dices otra tontería me la quito y tan tranquila.
   ………..
   No, no se entera, esta a lo suyo.
Tenía su pierna doblada y a duras penas intentaba vaciarle los gemelos.
   Me ha visto así muchas veces.
   ……….
   Tal vez
   ………
   Ni pienses que lo haga.
   ………
   Que no, que no quiero.
   ………
   No te empeñes.
   ………
Su pie estaba frente a mí y, en un alarde de osadía, metí el dedo gordo en mi boca. Ni se movió ni lo aparto.
   Te estas poniendo muy pesado
   ……..
   Sigues así y lo hago.
Ya no era uno. Otro, otro y otro entraban en mí mientras las manos recorrían sus piernas, subían por los muslos y bordeaban el cintillo de la tanga
   Si vas por ese camino cuelgo.
   ……..
   Te llamo mas tarde.
Dejo el auricular y siguió tumbada. Fue como si las compuertas, hasta ahora cerradas, de nuestra intimidad, se hubiesen abierto. Seguí acariciándole el culito, llegue hasta el lunar prohibido, lo lamí, mordisquee; le di la vuelta, la toalla cayo quedando para siempre en el suelo. Cerró los ojos, me dejo hacer.
Perdí el rumbo, naufrague entre sus pechos, los bese, chupe, acaricie. Busque el ombligo, su incipiente barriguita. No hizo nada, no protesto. Lo queríamos todo. Fui bajando recorriéndola con la lengua. Tenía el pelo púbico recortado, enmarcando de negro la vagina. Nunca llegue a más.
   No — oí de lejos.
Lo deje todo. Cogí una sabana limpia, la cubrí y durante los siguientes diez minutos me pase acariciando su cuero cabelludo, entretejiendo su pelo con mis dedos.
Se levanto, fue al cuarto de baño y regreso perfectamente vestida. Arreglamos el gabinete, bajamos a tomar un café y hasta hoy no he vuelto a verla.
Fue hermoso mientras duro. Para mi inimaginable, para el desconocido que llamo, una fantasía erótica y para ella algo que, de verdad, nunca pensó que pasaría.

sábado, 11 de julio de 2015

LA FUENTE DE JADE. UN MASAJE TANTRICO PARA PAREJAS.

Jamás me habían dado un masaje tántrico y mucho menos en pareja. La verdad es que desconocía la técnica. En alguno de mis cursos supe del californiano, del sueco o del tailandés, pero de este no tenía ni idea.
Desde hace años, y por aprovechar el descuento que nos proporciona el carnet de la Federación Española de Naturismo, al llegar a la capital solemos ir alguno de los Spa´s nudistas apalabrados por la FEN. En esta ocasión y sin saber a ciencia cierta el porqué: Falta de seguimiento, dejadez, cierre da algunos locales o simplemente el tórrido verano, la totalidad estaban cerrados sin que en la página Web de la Federación se comunicase tal hecho ni se diesen opciones alternativas.
A mal tiempo buena cara. Con ánimo de ampliar las posibilidades lúdicas de la capital, su nueva alcaldesa, estaba llevando las Fiestas del Orgullo Gay hasta límites insospechados. No solo Chueca, Malasaña y los barrios que los entrelazan, sino La Castellana, Atocha, La Fuente de Neptuno y toda la zona centro, eran un hervidero de banderas arcoíris y un constante escaparate, de lo mas chungo, de quienes desnudos y/o pintados de colorines, celebraban su fiesta, antigua pero reactualizada por la recién nombrada, democráticamente, nueva regidora de la Villa y Corte, ¿será también del gremio?, comentaba un astuto bloguista en su página de “Chismorreos de Madrid y sus nuevos mandatarios”.
Lo más próximo a casa es Malasaña. Como viejo noctambulo aun recuerdo su época gloriosa, en tiempos de Tierno Galván. El nacer y morir de cientos de chiringuitos, las tertulias callejeras, la movida; mas tarde su progresivo deterioro, las ventas callejeras de droga, las redadas policiales. A partir del 2.000 con la llegada de nuevos profesionales, sobre todo arquitectos que remodelaron las casas y plazas, el barrio se transformo. Hoy regresaba. Tapizado de banderas con cientos de personas moviéndose de bar en bar  y otras tantas en mesas que ocupaban todo el ancho de las aceras se asemejaba a lo que antes fue. Tomamos vinos, pichos, tapas y vimos atardecer con una ginebra con tónica, servida en copa de balón, con mucho hielo y una rajita de limón. El día murió y se transformo por encanto. Miles de luces, letreros luminosos y escaparates repletos de luz alumbraron la zona. Dimos una vuelta a la Plaza del Dos de Mayo y justo en la confluencia de las calles San Andrés y Valverde un luminoso con arraigos orientales nos llamo la atención.
“La Fuente de Jade”. Sauna Japonesa Selecta, se anunciaba el local mediante cientos de lucecitas  parpadeando en la noche.
Entramos, únicamente para conocerlo. Una viejecita, sin duda asiática, nos recibió con un: 
   Pasen señores, ahora les enseñamos los servicios.
No se de donde surgió una señorita, envuelta en un sari colorista, que, apartando una cortina, nos introdujo, a través de un puentecito de bambú  que penetraba en la estancia, a la Sauna Japonesa.
Sobre la izquierda una gran pileta, con un metro de profundidad de cuyo fondo surgían chorritos de aire que explotaban al llegar a la superficie. En su parte mas alejada una pareja se bañaba en aquel líquido cálido y burbujeante. Del centro de la pasarela dos rampas descendían al Spa.
El puente terminaba en un amplio recinto amueblado con sillones ortopédicos propios de un área de descanso.
A la derecha una serie de puertas tras las cuales, según nos informo nuestra guía, estaban las estancias para masajes.
Todo iluminado por velas, lámparas indirectas y figuras orientales. El suelo cubierto por almohadones y alfombras. De fondo, música oriental y el continuo murmullo del agua.
La misma viejita que nos animo a entrar nos despidió con un:
   Espero que nos veamos pronto. Los miércoles hay una oferta especial de masaje tántrico para parejas.
Como no, regresamos el miércoles.
La misma guía que el día anterior hizo de cicerone, nos entrego toallas, chanclas, una botellita de agua y dirigiéndonos hacia los vestuarios. Estaba claro que el baño era para estar en el totalmente desnudos y las toallas para cubrirse a la hora de salir. Así lo hicimos. Junto a la piscina nos despojamos de las toallas y como vinimos al mundo nos sentamos sobre el fondo. No estábamos solo. Tres parejas mas, distribuidas anárquicamente, nos hicieron un pequeño saludo de cabeza y continuaron a lo suyo. También nosotros nos relajamos.
Pasada media hora de baño comunal una nueva señorita nos aviso que la sala de masaje estaba preparada. Podíamos subir cuando quisiéramos. Salimos hacia una de las estancias.
Muy amplia, con casi todo el suelo cubierto por un tatami. En la parte central dos sabanas indicaban donde debíamos acostarnos. Al fondo y en el techo dos inmensos espejos, en la entrada una mesita con aceites y un perchero para colocar la ropa. Tras la puerta y sobre madera quemada una apología al masaje tántrico   

“El masaje tántrico, lingam y yoni, reactiva la energía del cuerpo y aumenta el apetito sexual. Además permite conocer nuevas zonas erógenas y romper fronteras en la pareja, creando fuertes vínculos afectivos. Los masajes eróticos ayudan a disfrutar del sexo, a relajar el cuerpo y la mente y a mantener el control sobre uno mismo.”

Música oriental, iluminación muy tenue a base de velas, varios palitos de sándalo humeando.
Dejamos las toallas y nos tumbamos boca abajo sobre las sabanas. Rosa al fondo, junto al espejo vertical y yo próximo a la puerta.
            
Casi de inmediato un chico y una chica, cubiertos por sendos pareos, entraron, nos saludaron, se despojaron de los mismos, tomaron unos cuencos con aceite caliente y se situaron a nuestros pies.

Rosa

De lo más exótico, veremos si me sorprende el masajista. Como estoy con José Luis dejare que haga lo que quiera, él o yo. 
Empieza por los pies, cosa rara. De entrada me abre las piernas y me cubre de aceite desde los dedos a los glúteos. No lo veo. De rodillas, entre mis piernas, sus manos suben por los tobillos, las piernas, los muslos. Desde allí una desciende hacia las ingles y otra rodea mi culo para, desde allí, volver a descender. Repite, repite y repite la acción y cada vez sus dedos se acercan mas a mi coñito, cada subida los labios se sienten acariciados y en cada movimiento mi sexualidad crece, humedeciéndome, perdiendo cualquier tipo de inhibición. No es que me roce, ahora sus dedos se pasean por mi vagina, la frotan, la excitan, no la abandonan, están empapados de líquidos. Yo, más y más caliente.
 Se arrodilla a mi derecha. Ahora el masaje es de los glúteos a los omóplatos. Amasa la carne, la pellizca, la enrolla. Instintivamente percibo sus rodillas que, una y otra vez, tropiezan en mi mano. Esta desnudo, como yo. En un mal pensamiento imagino que si la muevo hacia arriba tropezara con su pene. Nada me detiene. La elevo y sin apenas esfuerzo su sexo se encuentra con ella. Está flácido. No importa. Lo envuelvo con fuerza y al igual que el conmigo, lo masajeo. Se deja hacer. Cada uno a lo nuestro. Empieza a tomar vida a endurecerse a palpitar. Estoy loca, cualquier cosa que pase, me hagan o le haga será por decisión propia.
      — Por favor, dese la vuelta. El embrujo, momentáneamente, se rompe.

José Luis

A ver que en que consiste el masaje tántrico. De entrada la chinita empieza por los pies. El aceite esta tibio, muy agradable. No es brusca, ni potente, mas que friccionar acaricia. Sus manitas suben hasta la cintura y descienden a la planta de los pies. Los dedos, a modo de hormigas, bajan, a veces, por las ingles rozándome los testículos, como sin quererlos tocar, luego ascienden recorriendo la raja del culo a modo de plumas. Es agradable, no, excitante.
Noto como se mueve sobre mí. No son las manos, son los antebrazos y las piernas quienes masajean la espalda. Nunca había sentido tal sensación. Se sienta sobre mi trasero. Me relaja y se relaja. Desde allí se vuelca hacia los hombros, las dorsales. Su piel sobre la mía y de nuevo los dedos haciendo travesuras en la columna, entre las vértebras. No solo eso, sus tetitas  resbalan por la espalda, los pezones se endurecen contra mi piel y nuestros cuerpos aparecen abrazados, frotándose lascivamente uno contra el otro. Lamento no poder usar las manos, llevar la iniciativa, estoy bocabajo, ella tiene las riendas, domina el “tempo” del masaje.
— Por favor,— la oigo decir, mientras se despega de mí, —dese la vuelta—.

Rosa

Tumbada boca arriba ofrezco mis encantos a sus deseos. De rodillas, junto a mi mano izquierda, en este momento abierta y ansiosa, empieza a cubrirme de aceite: los pechos, el estomago, el sexo, las piernas. Solo distribuye el líquido lubrificante. Al final ambas manos me bordean los senos, los amasa, me pellizca los pezones. Siento un cosquilleo entre las piernas, un deseo ardiente de hacer algo, de cooperar. Le tomo de nuevo el sexo y mientras el pasa de los pechos al estomago y de ahí a la vagina, yo le masturbo, le froto, le acaricio. Cada vez esta más dura, más consistente.
No se cuando introduce sus dedos en la vagina, pero allí están, para darme placer, para hacer que me corra una y otra vez. El no. Mantiene la erección. Me levanta. Me sienta frente a el. Me abraza dejando que juegue y juegue con su polla.

José Luis
Me volteo y la observo sentada sobre mí, brillante de aceite, pequeña, manejable. Instintivamente le rodeo los pechos, los masajeo, los chupo. Se desliza y me arrastra hasta sentarme frente a ella.
La excito, me excita. Nada esta prohibido. Su coñito, rasurado como el culo de un bebe, es el camino ideal para mis dedos, es la  entrada a su “Fuente de Jade” al “Jardín de las Delicias”.  El tiempo se detiene y nuestra excitación aumenta. Crece hasta llegar a mi orgasmo, explosivo, con el que riego sus manos.
Caemos sobre el tatami. A nuestro lado Rosa y el masajista descansan de su tantra particular.
El ambiente se envuelve en una omsica binaural que nos relaja, nos transporta a espacios desconocidos, sexuales, en donde todo esta permitido y el sexo complementa al hombre y a la mujer.
   Hay una ducha al fondo— dice la chinita, —los esperamos en la zona de Spa—.
Los cuatro, desnudos sobre el suelo de la pileta, sentimos el burbujeo del agua y nos relajamos al máximo.
   Algún día volveremos. Somos de Asturias y de vez en cuando viajamos a Madrid. Fue una experiencia maravillosa, sin duda no será la única—.

lunes, 20 de abril de 2015

FUTBOL, MUJERES Y POLITICA

Pienso que debió ganar el Atlético —oí al entrar en Monte Naranco, bar al que bajo todos los días a tomar uno o dos vinos antes de comer.
Acodado al final de la barra, compagino las noticias “rosa” de TV, con los comentarios deportivos y políticos, siempre actualizados, de cinco o seis asiduos contertulios que, como yo, esperan entre copas la hora del almuerzo.
Hoy, de entrada, toca futbol. Julián, jubilado de HUNOSA, no estaba de acuerdo.
—Si no hubiese sido por Oblak habríamos metido tres goles en la primera parte.
—Menos lobos —le respondía Eugenio, forofo del Gijón y por tanto defensor del Barcelona y el Atlético—. Y el codazo a Mandzukic, de expulsión directa, y la entrada al “Niño” Torres, penalti clarísimo. El árbitro estaba comprado, debía clasificarse el Madrid, son cosas del Gobierno.
Oblak
Felipe, tercero de los jubilados, más proclive al ciclismo y defensor a muerte de Samuel Sánchez, apenas si hablaba. Termino su cosechero y pidió otro.
—No seáis plastas, dentro de quince días sabremos el resultado; fíjate que si al final, como el año pasado, resulta que el eliminado es el Real, entonces le pasó lo mismo al Barcelona.
La conversación, con sus altibajos emocionales, el As y el Marca sobre el mostrador para dar constancia de los hechos y una nueva ronda de cosecheros ante cada uno, por momentos desaparecía y de inmediato volvía a tomar calor.
—Y el entradón de Sergio Ramos a Raúl García.
—Falta de preparación física.
—Mala leche, diría yo
—Pues el de negro tampoco pitó nada.
—Sí, que le sacase tarjeta y no pudiese jugar el partido de vuelta. ¿A eso le llamas justicia?
—Son todos unos pringados.
A mi espalda y bastante baja, la TV seguía con su rollo cotidiano. Inés Ballester con sus tertulianas de “Amigas y conocidas” comentaban las curiosidades nacionales e internacionales del día; sin decantarse por ninguna ni por nadie, casi como yo en mi blog “La prensa canallesca de la mañana” en el que, como escribo en el subtitulo, “Leo lo que otros escriben, copio lo mas divertido y así paso la mañana”, trabajo habitual de los prejubilados que se precien, eso y tomar vinos. Nadie sabía de qué hablaban pero al pie de la imagen y con gruesos caracteres se leía,  “Una alemana de sesenta y cinco años, que ya es madre de trece hijos, se queda embarazada, por fecundación artificial, de cuatrillizos”.
 Annegret Raunigk
— Cris, sube la tele —oí gritar a Felipe—, eso me interesa.
Todos callamos.
—Menuda chorva, debe estar loca.
—O ser una cabrona, matizó Julián, los pobres niños, si llegan a los quince años, lo más probable es que sean huérfanos de madre y del padre ni te cuento.
—Para que luego hablen de la sanidad española —gritaba el partidario del Atlético y de la ley del aborto—. Aquí no se hubiese permitido.
—Ni allí tampoco —tercio un listillo del fondo—. Se lo hicieron en Inglaterra. La Merkel lo tiene prohibido.
—Así y todo sigue siendo una putada para los niños.
Cris, única fémina del grupo se unió a los contertulios.
—Yo a mi edad, casi la mitad que ella, lo paso fatal para cuidar al mío, y eso que están por medio mi suegra y mi madre, que no sabéis lo que ayudan—. Los rapaces tampoco tendrán abuelos, remacho Cris.
Era un cruce de ideas sabroso. Desde mi punto de vista todos tenían razón. Sin duda, la señora Raunigk y el equipo médico que la atendió pensaban mas en el tumulto internacional que el experimento traería consigo, que en los niños fruto del mismo.
—Toda la culpa la tienen Podemos y Ciudadanos —reflexionó Eugenio—. Si no nos tocan las pensiones podremos estar contentos. Mucha “Marcha blanca de la sanidad”, mucho llenarse la boca de que cuando ganen todo lo pagaran los ricos, pero nadie dice de dónde sacarán los euros para financiar ese todo. Que el dinero no llueve del cielo.
—Como mucho el maná. —De nuevo el intruso del fondo.
—No te quemes, hombre, peores momentos pasamos en el 60-61 con las huelgas mineras y Franco fondeado frente a Gijón en el Azor. Yo era un chaval —decía Julián—, y aun recuerdo las cargas de los “grises” por Mieres. Pon los últimos, Cris.
Pedí otro y esperé. En menos de una hora gresca deportiva, razonamientos sociales y análisis políticos. Hubo sangre que no llego al río, se defendieron verdades como puños y cada uno de los asistentes termino su “trago” antes de irse a comer.
Los vi despedirse con un “Hasta mañana” generalizado, sin acordarse del empate del Atlético, lo mas importante de la noche anterior, pero pensando ya en el Barcelona - PSG. En él todos serían del Barsa, que perdieran los franceses, para soñar que, de nuevo la semifinal fuese entre dos equipos españoles.
Me quedé con la idea de haber intervenido. Los conocía de vista, eran casi de mi edad y por lo oído pensábamos lo mismo.
¿Qué hubiesen dicho del tatuaje de Cristina Cifuentes justo por encima de la rabadilla?, ¿o la afortunada intervención de Albert Rivera a favor de legalizar la prostitución? Sin duda pondrían a parir a Rato, por la colocación de su dinero en paraísos fiscales fuera de España, como en su día lo hicieron con Álvarez Cascos por picaflor. Con este último se hubiesen explayado más ya que sigue aquí comandando un partido del que solo se escuchan líos y líos.

Cristina Cifuentes
Los del aperitivo de la una habían desaparecido y las mesas se habían llenado de comensales. La barra estaba vacía y en TV los diferentes telediarios daban al local una música monótona y repetitiva. Sin duda por eso ya sé por qué la sección “El tiempo” es lo mas vista de los mismos, es la única que cambia, en este país, por mucho que Pablo Iglesias nos intente hacer creer lo contrario.

domingo, 12 de abril de 2015

CIERRE EMPRESARIAL

“Acuarios” no estaba como lo recordaba, aunque se le daba cierto aire. Los treinta años pasados habían hecho estragos en todo, hasta en el Pub donde tantas copas tomamos y en el que pasamos, por cierto, el asalto de Tejero al Congreso de los Diputados.
Como en ella, en mí, en nuestras vidas el cambio era evidente. Ese año fue la primera vez, en todo ese tiempo, que se olvidó de mi santo, que me llamó una semana después y quiso hablar conmigo aquí, en nuestro bar de siempre. Pilar, mi musa, mi amor platónico, lógicamente inalcanzable, la mejor de mis creaciones. 
   Hola José Luis 
   Hola (dos besos al aire) 
   Tienes que decirme como haces para conservarte tan bien y como se las arregla uno cuando se jubila. A mí, con las normas actuales, me toca el próximo año. 
   Tú sí que lo estás. No sé como aun no te casaste, o a lo mejor es que no me has invitado a tu boda. 
   Tan tonto como siempre. 
   Sigues con tu cava, yo fiel al gin-tónica. 
La conocí con quince años. Trabajamos juntos casi veinte. Al llegar Felipe González al poder, la empresa de geología de la que vivíamos, primero dejo de cobrar y luego se le cancelaron los contratos. Al final quebró. 
   No sé si te acordaras, pero este año hace treinta que Ibergesa cerro. 
   Me acuerdo y eso que estaba en Ecuador. El último trabajador de una empresa en concurso de acreedores. Solo el Presidente y yo, el Peñita grande y el chico. 
   Cómo pasa el tiempo. 
   Ni me lo digas. Según me comentaron fuiste, junto a Severiano, quienes cerrasteis. 
   Y tú en América. 
   Allí me quede otros veinte años: Ecuador, Colombia, Chile, Costa Rica, Republica Dominicana. Al final HUNOSA, en Asturias. 
   No lo viviste, pero fue muy duro. El pionero José María. ¿Te acuerdas? 
   Cómo no, tu primer novio. Fíjate que antes de irme intentó convencerme para que no fuese. Decía que las serpientes caían de los árboles y se te metían entre la camisa y la carne. 
   Murió al poco de salir, no aguanto el paro, los líos políticos, los cambios. Después partieron los sindicalistas, los de UGT, los de CCOO, todos con trabajo. Luego quienes tenían contactos en las Autonomías, Pancho por Alianza Popular gallega y Juanito por el PSOE valenciano. Quedamos los de Madrid y tú en Quito. 
   No te quejes, creo que has sido la única que nunca te apuntaste al paro. Pero bueno, háblame de ti, ya casi jubilada y soltera, pero no virgen, supongo. 
   Eres un pesado, siempre con lo mismo.
Pilar hubiese sido la esposa perfecta; fue la matriarca que se quedo en hermana y cuidadora de su madre. No tuvo suerte con el amor ni con los hombres. Mientras la conocí de cerca remodeló a varios y todos la dejaron. Hubiese deseado saber de su vida sexual, de sus desvaríos. Solo fue mi niña mimada y la secretaria ejecutiva de dirección de la empresa de la que yo era el técnico más competente. 
   Curioso, solo curioso 
   Fuiste el único a quien, en principio, no afecto la crisis laboral de los ochenta. 
   Estuve tres veces apuntado en el paro. 
   Pero poco tiempo. Los de la empresa sí que lo pasamos mal. Las mujeres, a excepción de Rosa, ¿la recuerdas?, y yo, todas dejaron de trabajar. Muchas ya nunca se reinsertaron en el mundo laboral. Más de la mitad de los hombres, como tú, rompieron sus matrimonios. Tres terminaron alcohólicos. Recuerdas a Manolín. Acabó en Santander, en una empresa familiar vendiendo jabones. Solo tu equipo, salvo tú, su jefe, se acoplo al trabajo de investigación minera en Madrid y vivió de eso hasta jubilarse. 
   Bueno, a mí me prejubilaron primero, también con el PSOE, seguro que para no ampliar la crisis laboral del 2008. 
   José Luis, la de ahora es diferente. Afortunadamente no la has vivido, pero sus efectos son infinitamente peores que los que pasamos. 
   No me hables de entonces, ni de ahora. Cómo estás tú. Sigues con tus coches de cine. 
   Sigo. Ahora tengo un Mercedes. Sin su carrocería en estos momentos estaría muerta. 
   Yo tengo el mismo de antes, el “Calabaza”. Pero ¿serás rica? 
   En la sociedad en que vivimos sí. Compré la casa de mis padres en Madrid, otra en el Jarama y hace poco un adosado en Gandía, para los veranos. 
   Como sigas así pediré tu mano. Yo aún de alquiler 
   Tú has vivido como Dios, no te quejes.
Siempre pensé que terminaríamos en la cama. José lo quería y a mí me comía la curiosidad. Estábamos más tiempo juntos que él con su mujer. Nuca se insinuó. Ni conmigo ni con ninguna de las chicas de la empresa. Recuerdo que, la primera vez que regresó de Sudamérica por su cuarenta cumpleaños, le hicimos una fiesta importante. Veinte mujeres y él. Terminó con su santa esposa que, al poco, con la crisis, lo abandonó. Ya es tarde, como él dice sin sentido, perdimos nuestra oportunidad y solo yo lo lamento. 
   Porque nos reunimos solos y casi en secreto. Ten en cuenta que ya no soy el que era, soy muy viejito, pienso despacio y no veo más allá de la punta de mi nariz. 
   No seas cazurro, no van por ahí los tiros. 
   Tú dirás. 
   Este año hace treinta que Ibergesa desapareció y aunque alguna vez que otra las féminas nos reunimos, hemos pensado hacer un cena con el máximo número de ex trabajadores, para conmemorarlo. 
   Muy simpática y yo, en esa lista, ya soy en número uno próximo a fenecer. El Presidente murió, el Gerente también, el Consejero Delegado lo mismo. 
   No seas imbécil. Es por vernos, hablar, recordar. Ver cómo nos ha tratado la vida. Cuántos sois abuelos. Hasta puede que te explique por qué sigo soltera. 
   Si es así cuenta conmigo. Bromas aparte intentare venir. Dame con tiempo la fecha. 
   ¿Por qué no regresas a Madrid? ¿Qué se te ha perdido en Asturias? 
   Morriña, mujeres, un cardiólogo de confianza, no sé. La vida nos lleva, a veces, sin nosotros quererlo. 
   Espero que en otro de tus viajes me llames y hablemos de otras cosas.
Salimos de noche, ella hacía Cuatro Caminos yo a Princesa. Siempre me gustó darle algunas de las muchas frases que entresaco de libros. La que entonces le ofrecí “Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos” no sé dónde estaba escrita, creo que en un poema de Neruda, pero cuadraba con la situación. En mi subconsciente la asocio a una película española de la transición con el desnudo integral de Amparo Muñoz, nuestra única Mis Mundo a quien la vida solo  dio belleza y la droga se encargo de destruirla.

viernes, 27 de marzo de 2015

EL RIO SECO

No es un río, ni un arroyo ni un viejo cauce fluvial abandonado, es la salida natural de las aguas provenientes del páramo sur del Moncayo que, en épocas de grandes tormentas, se encauzan por ese fondo de valle que confluye con el río Martín. Siempre está seco y cuando no, es que algo grave ha ocurrido o está a punto de suceder.
Soy, por parte de padre, oriundo de Oliete, un pequeño pueblecito del Bajo Aragón, situado al sur de desierto de los Monegros y a cien kilómetros del norte de Teruel, la capital. A principios del siglo pasado era un lugar floreciente acostado sobre la vega del Martín que, con la llegada de las comunicaciones y la inmigración masiva hacía Zaragoza y Barcelona, perdió población y vitalidad hasta convertirse en lo que es hoy: un punto verde rodeado de mesetas estériles, secas, polvorientas y antiguas explotaciones de lignito que la globalización y la tecnología rapiñó y abandono en los últimos cien años.
En el hice la Primera Comunión, cuando vivían mis abuelos, y paso casi todos los veranos. Para sus habitantes es un lugar de ensueño. Tiene el Pantano de Cueva Foradada, construido durante la Dictadura de Primo de Ribera; la Sima de San Pedro, una oquedad natural de trescientos metros de profundidad y quinientos de anchura  bajo la que discurre una corriente subterránea que, según algún experto local, termina en el Mediterráneo; el Malvin con sus 450 metros, el pico más alto del contorno; un comedero de buitres, la mejor chopera del entorno con cientos de pasillos de árboles desde el río a la montaña, un frontón, una piscina municipal y poco más. Como digo a mis amigos, allí ni se venden patatas fritas ni llegan los periódicos. 
Por razones climatológicas difíciles de entender los veranos oscilan entre muy calurosos y tremendamente calurosos y las prolongadas sequías son algo normal que a nadie extraña y solo sirven para aumentar esos bulos urbanos que pasan de generación en generación
“Recuerdo el año en que el pantano se secó y los barbos podían cogerse con la mano”
“Sí, cuando al Pelón se le atascó la caballeriza en el barrizal del fondo del pantano y debió subir el ejército a sacarla.”
“Y aquella en que la Pilarín se perdió bajando desde Alcaine y el pueblo se movilizo hasta encontrarla.”
Todos recordamos alguna y no hay niño en el pueblo que no haya visto el fondo arcilloso seco y resquebrajado moteado de espinas de pescado fruto de muchos meses sin llover.
-José Luis, este año se seca
Fue la bienvenida que recibí de mi primo Adolfo al llegar. Casi un año sin llover y no parece que vaya a cambiar.
Hasta entonces Rosa nunca había venido al pueblo y por lo que se decía mi decisión se consideraba poco afortunada. Si en un año normal era agradable por las tardes pasear y recorrer los siete kilómetros de chopera para terminar merendando en el Barranco de las Estacas, este no. El sol hacía sentir su poder a partir del mediodía y el pueblo se guarecía en las casas, muchas de ellas de adobe, durmiendo esa saludable siesta aragonesa a la espera de la llegada de la noche. Sacaban entonces mesas y sillas a las calles o a las bancadas de los huertos y esperaban el anochecer tomando jamón y bebiendo vino, mirando absortos el vuelo bajo de los murciélagos que, eso sí, eliminaban del ambiente moscas y mosquitos. El cielo volvía a ponerse rojizo y los chopos asemejaban enormes abanicos verdes que intentaban, sin éxito, enfriar el ambiente.
Recuerdo, de niño, reunirme con mis primos a la orilla del río para ver las constelaciones y, en la noche del de 10 de Agosto, contemplar la llegada de “Las lágrimas de San Lorenzo” con cientos de estrellas fugaces surcando los cielos.
-Rosa, mañana de excursión al Río Seco, así conocerás algo de los alrededores. Saldremos prontito para evitar el calor de la subida. 
Una fiambrera con tortilla de patatas, varios tomates, lonjas de jamón, pan y agua ocupaban parte de la mochila junto a bañadores, toallas y dos sombreros de paja. La fruta, ciertamente necesaria, la recogeríamos durante el trayecto.
El inicio de la subida es agradable. Las múltiples riadas han ido depositando una capa de grada fina y cascajos, especie de delta fluvial en su unión al río, que facilita el paso. En esos ochocientos metros las piernas se calientan y los excursionistas se acostumbran a caminar sobre rocas pulidas de diferentes tamaños. A izquierda y derecha niveles de yesos cristalizados, surgidos de la extrusión del Triásico bajo la presión del Jurásico cabalgante, jalonan de manchas blancas el sendero y generan con los primeros calores del día reflejos brillantes y molestos. La morfología, en ascensión, se mantiene y complica. Los tamaños de las rocas crecen, sus superficies se tornan más pulidas y la calidad de los yesos mejora. En esa zona no es difícil encontrar maclas yesíferas perfectamente cristalizadas. Tras una hora de camino aparece una cobertura cuaternaria formada por un conglomerado calizo, descompuesto por los años, sobre el que empiezan a verse inicios de humedad. Es una zona casi llana donde, hace años, una serie de casetas agrícolas certificaban el fin de los terrenos salinos y el comienzo de tierras húmedas y fértiles.
Hoy solo son ruinas pero en mi juventud, o al final de la infancia, esos restos eran el espacio preferido para juegos, travesuras o, simplemente, el inicio de nuestros despertares eróticos.   
Cómo no recordar aquel curioso juego del “Cambio de prendas” en el que una pareja, chico y chica, entrábamos en aquel cuchitril y debíamos salir cada uno con toda la ropa del otro. No era lo peor, luego el resto de amigos y amigas preguntaban luego sobre la rapidez o lentitud del proceso y constataban si el cambio fue completo o si se hizo trampa. A mí, una vez, me tocó entrar con Carmen, la del Pesador, y tras el cambio total y absoluto de vestimenta tuve que admitir que apenas si vislumbré el punto oscuro de uno de sus pezones; los nervios, el pudor y más que nada la poca luz interior hicieron el resto. Más tarde las bromas, las risas y los mordaces comentarios.
“Pues sí que los tiene pequeños”, “Esas braguitas no te sientan nada bien” o “Carmen, qué diría tu madre si te ve con esos calzoncillos tan sucios”
Al final, juegos, pan con una porción de chocolate de merienda y regreso.
Reiniciamos el último tramo del ascenso sobre un piso de caliza gris blanquecina, muy fosilífera y con escasa vegetación. La meseta, o mejor el estrecho valle entre montañas, donde moría el camino, era el premio para los sufridos montañeros. Lo recordaba mal o tal vez el paso de los años cambio mi visión juvenil y primitiva. El enorme rastrojo por el que se movían  conejos y perdices era una plantación de esparto reseca y agresiva. Los olivos centenarios existentes en la conjunción de las rocas y el llano mantenían sus formas retorcidas y fantasmagóricas. Eso sí, el entorno se notaba vivido. Donde recordaba un hato para recoger los rebaños de ovejas ahora existían dos cabañas, una anexa al viejo hato y otra, de reciente construcción, para guardar los aperos de labranza, algunas balas de paja como alimento invernal del ganado, y un jergón sobre una estructura de madera a nivel del suelo. El techo, como todos los de la zona, de ramas de chopo resecas, atadas y entrelazadas a las vigas superiores. Nada más. El espacio interior fresco y relativamente limpio
En el exterior sí se percibía el paso de los años y el trabajo del hombre. A partir de la guerra surgieron en Aragón una serie de localidades que aprovechaban sus aguas subterráneas para el tratamiento de algún tipo de dolencias, sobre todo reumáticas. Primero fue el Monasterio de Piedra, en Zaragoza, y luego los de Baños de Segura y Segura de Baños en Teruel. Eran aguas gaseosas, muy carbonatadas, con una temperatura no por encima de los 25ºC. En el pueblo siempre se pensó que, en algún momento, ese tipo de bien aparecería y así debió ocurrir.
Junto a la cabaña una alberca artesanal de unos tres metros de diámetro daba fe de que en los últimos años alguien detectó la existencia de las mismas y construyo una pileta para uso y disfrute de quienes se aventurasen al paseo.
Apenas sí lo pensamos. En un abrir y cerrar de ojos nos despojamos de la ropa y nos zambullimos en el líquido. Quietos sobre el fondo sentíamos cómo el cuerpo se cubría de burbujas  gaseosas que nos masajeaban relajándonos por completo. Sobre nuestras cabezas el cielo azul, el sol y el vuelo regio de algunos buitres que oteaban desde la altura posibles presas nos acompañaban en el baño. Siempre pienso que lugares semidesérticos como este, playas solitarias o entornos cálidos en donde la naturaleza se sobrepone al hombre, incitan al nudismo. Y así, como venimos al mundo,  pasamos la mañana y de tal guisa nos resguardamos en la cabaña a sobrellevar las horas más tórridas de la tarde. Comimos, nos acurrucamos sobre un colchón de toallas y entre unas cosas y otras terminamos amándonos y poseyéndonos mientras el calor hacía crepitar las hojas y resquebrajaba el suelo arcilloso, ahora seco, que bordeaba la pileta.
El cielo, o mejor dicho, el tejado se nos vino encima. No fue un movimiento del terreno ya que entre el polvo, la paja y las hojas secas que flotaban en el aire, dos niñas, como de doce años, salieron corriendo, llegaron al camino y desaparecieron de nuestra vista. Una, la nieta del Pesador, la hija de Carmen, la otra, una amiga. Estaba claro que la antigua costumbre de ocupar las cabañas para juegos inocentes, ahora mejoraba con el voyeurismo condicionado por el uso nudista de las albercas, seguía perpetuándose con el paso de los años.
Volvimos al agua y envueltos por miles de burbujas de anhídrido carbónico esperamos que el sol desapareciese tras la mole del Malvín y el camino de descenso se tapizase de sombras.
Al llegar al Martín, el cielo se tiño de rojo. “Rojo al poniente, bueno al siguiente”, diría mi padre. Mañana el sol, la sequía, las siestas eternas, seguirían siendo la enseña de este Aragón perdido, desconocido y maravilloso de nuestra España Profunda.