sábado, 11 de julio de 2015

LA FUENTE DE JADE. UN MASAJE TANTRICO PARA PAREJAS.

Jamás me habían dado un masaje tántrico y mucho menos en pareja. La verdad es que desconocía la técnica. En alguno de mis cursos supe del californiano, del sueco o del tailandés, pero de este no tenía ni idea.
Desde hace años, y por aprovechar el descuento que nos proporciona el carnet de la Federación Española de Naturismo, al llegar a la capital solemos ir alguno de los Spa´s nudistas apalabrados por la FEN. En esta ocasión y sin saber a ciencia cierta el porqué: Falta de seguimiento, dejadez, cierre da algunos locales o simplemente el tórrido verano, la totalidad estaban cerrados sin que en la página Web de la Federación se comunicase tal hecho ni se diesen opciones alternativas.
A mal tiempo buena cara. Con ánimo de ampliar las posibilidades lúdicas de la capital, su nueva alcaldesa, estaba llevando las Fiestas del Orgullo Gay hasta límites insospechados. No solo Chueca, Malasaña y los barrios que los entrelazan, sino La Castellana, Atocha, La Fuente de Neptuno y toda la zona centro, eran un hervidero de banderas arcoíris y un constante escaparate, de lo mas chungo, de quienes desnudos y/o pintados de colorines, celebraban su fiesta, antigua pero reactualizada por la recién nombrada, democráticamente, nueva regidora de la Villa y Corte, ¿será también del gremio?, comentaba un astuto bloguista en su página de “Chismorreos de Madrid y sus nuevos mandatarios”.
Lo más próximo a casa es Malasaña. Como viejo noctambulo aun recuerdo su época gloriosa, en tiempos de Tierno Galván. El nacer y morir de cientos de chiringuitos, las tertulias callejeras, la movida; mas tarde su progresivo deterioro, las ventas callejeras de droga, las redadas policiales. A partir del 2.000 con la llegada de nuevos profesionales, sobre todo arquitectos que remodelaron las casas y plazas, el barrio se transformo. Hoy regresaba. Tapizado de banderas con cientos de personas moviéndose de bar en bar  y otras tantas en mesas que ocupaban todo el ancho de las aceras se asemejaba a lo que antes fue. Tomamos vinos, pichos, tapas y vimos atardecer con una ginebra con tónica, servida en copa de balón, con mucho hielo y una rajita de limón. El día murió y se transformo por encanto. Miles de luces, letreros luminosos y escaparates repletos de luz alumbraron la zona. Dimos una vuelta a la Plaza del Dos de Mayo y justo en la confluencia de las calles San Andrés y Valverde un luminoso con arraigos orientales nos llamo la atención.
“La Fuente de Jade”. Sauna Japonesa Selecta, se anunciaba el local mediante cientos de lucecitas  parpadeando en la noche.
Entramos, únicamente para conocerlo. Una viejecita, sin duda asiática, nos recibió con un: 
   Pasen señores, ahora les enseñamos los servicios.
No se de donde surgió una señorita, envuelta en un sari colorista, que, apartando una cortina, nos introdujo, a través de un puentecito de bambú  que penetraba en la estancia, a la Sauna Japonesa.
Sobre la izquierda una gran pileta, con un metro de profundidad de cuyo fondo surgían chorritos de aire que explotaban al llegar a la superficie. En su parte mas alejada una pareja se bañaba en aquel líquido cálido y burbujeante. Del centro de la pasarela dos rampas descendían al Spa.
El puente terminaba en un amplio recinto amueblado con sillones ortopédicos propios de un área de descanso.
A la derecha una serie de puertas tras las cuales, según nos informo nuestra guía, estaban las estancias para masajes.
Todo iluminado por velas, lámparas indirectas y figuras orientales. El suelo cubierto por almohadones y alfombras. De fondo, música oriental y el continuo murmullo del agua.
La misma viejita que nos animo a entrar nos despidió con un:
   Espero que nos veamos pronto. Los miércoles hay una oferta especial de masaje tántrico para parejas.
Como no, regresamos el miércoles.
La misma guía que el día anterior hizo de cicerone, nos entrego toallas, chanclas, una botellita de agua y dirigiéndonos hacia los vestuarios. Estaba claro que el baño era para estar en el totalmente desnudos y las toallas para cubrirse a la hora de salir. Así lo hicimos. Junto a la piscina nos despojamos de las toallas y como vinimos al mundo nos sentamos sobre el fondo. No estábamos solo. Tres parejas mas, distribuidas anárquicamente, nos hicieron un pequeño saludo de cabeza y continuaron a lo suyo. También nosotros nos relajamos.
Pasada media hora de baño comunal una nueva señorita nos aviso que la sala de masaje estaba preparada. Podíamos subir cuando quisiéramos. Salimos hacia una de las estancias.
Muy amplia, con casi todo el suelo cubierto por un tatami. En la parte central dos sabanas indicaban donde debíamos acostarnos. Al fondo y en el techo dos inmensos espejos, en la entrada una mesita con aceites y un perchero para colocar la ropa. Tras la puerta y sobre madera quemada una apología al masaje tántrico   

“El masaje tántrico, lingam y yoni, reactiva la energía del cuerpo y aumenta el apetito sexual. Además permite conocer nuevas zonas erógenas y romper fronteras en la pareja, creando fuertes vínculos afectivos. Los masajes eróticos ayudan a disfrutar del sexo, a relajar el cuerpo y la mente y a mantener el control sobre uno mismo.”

Música oriental, iluminación muy tenue a base de velas, varios palitos de sándalo humeando.
Dejamos las toallas y nos tumbamos boca abajo sobre las sabanas. Rosa al fondo, junto al espejo vertical y yo próximo a la puerta.
            
Casi de inmediato un chico y una chica, cubiertos por sendos pareos, entraron, nos saludaron, se despojaron de los mismos, tomaron unos cuencos con aceite caliente y se situaron a nuestros pies.

Rosa

De lo más exótico, veremos si me sorprende el masajista. Como estoy con José Luis dejare que haga lo que quiera, él o yo. 
Empieza por los pies, cosa rara. De entrada me abre las piernas y me cubre de aceite desde los dedos a los glúteos. No lo veo. De rodillas, entre mis piernas, sus manos suben por los tobillos, las piernas, los muslos. Desde allí una desciende hacia las ingles y otra rodea mi culo para, desde allí, volver a descender. Repite, repite y repite la acción y cada vez sus dedos se acercan mas a mi coñito, cada subida los labios se sienten acariciados y en cada movimiento mi sexualidad crece, humedeciéndome, perdiendo cualquier tipo de inhibición. No es que me roce, ahora sus dedos se pasean por mi vagina, la frotan, la excitan, no la abandonan, están empapados de líquidos. Yo, más y más caliente.
 Se arrodilla a mi derecha. Ahora el masaje es de los glúteos a los omóplatos. Amasa la carne, la pellizca, la enrolla. Instintivamente percibo sus rodillas que, una y otra vez, tropiezan en mi mano. Esta desnudo, como yo. En un mal pensamiento imagino que si la muevo hacia arriba tropezara con su pene. Nada me detiene. La elevo y sin apenas esfuerzo su sexo se encuentra con ella. Está flácido. No importa. Lo envuelvo con fuerza y al igual que el conmigo, lo masajeo. Se deja hacer. Cada uno a lo nuestro. Empieza a tomar vida a endurecerse a palpitar. Estoy loca, cualquier cosa que pase, me hagan o le haga será por decisión propia.
      — Por favor, dese la vuelta. El embrujo, momentáneamente, se rompe.

José Luis

A ver que en que consiste el masaje tántrico. De entrada la chinita empieza por los pies. El aceite esta tibio, muy agradable. No es brusca, ni potente, mas que friccionar acaricia. Sus manitas suben hasta la cintura y descienden a la planta de los pies. Los dedos, a modo de hormigas, bajan, a veces, por las ingles rozándome los testículos, como sin quererlos tocar, luego ascienden recorriendo la raja del culo a modo de plumas. Es agradable, no, excitante.
Noto como se mueve sobre mí. No son las manos, son los antebrazos y las piernas quienes masajean la espalda. Nunca había sentido tal sensación. Se sienta sobre mi trasero. Me relaja y se relaja. Desde allí se vuelca hacia los hombros, las dorsales. Su piel sobre la mía y de nuevo los dedos haciendo travesuras en la columna, entre las vértebras. No solo eso, sus tetitas  resbalan por la espalda, los pezones se endurecen contra mi piel y nuestros cuerpos aparecen abrazados, frotándose lascivamente uno contra el otro. Lamento no poder usar las manos, llevar la iniciativa, estoy bocabajo, ella tiene las riendas, domina el “tempo” del masaje.
— Por favor,— la oigo decir, mientras se despega de mí, —dese la vuelta—.

Rosa

Tumbada boca arriba ofrezco mis encantos a sus deseos. De rodillas, junto a mi mano izquierda, en este momento abierta y ansiosa, empieza a cubrirme de aceite: los pechos, el estomago, el sexo, las piernas. Solo distribuye el líquido lubrificante. Al final ambas manos me bordean los senos, los amasa, me pellizca los pezones. Siento un cosquilleo entre las piernas, un deseo ardiente de hacer algo, de cooperar. Le tomo de nuevo el sexo y mientras el pasa de los pechos al estomago y de ahí a la vagina, yo le masturbo, le froto, le acaricio. Cada vez esta más dura, más consistente.
No se cuando introduce sus dedos en la vagina, pero allí están, para darme placer, para hacer que me corra una y otra vez. El no. Mantiene la erección. Me levanta. Me sienta frente a el. Me abraza dejando que juegue y juegue con su polla.

José Luis
Me volteo y la observo sentada sobre mí, brillante de aceite, pequeña, manejable. Instintivamente le rodeo los pechos, los masajeo, los chupo. Se desliza y me arrastra hasta sentarme frente a ella.
La excito, me excita. Nada esta prohibido. Su coñito, rasurado como el culo de un bebe, es el camino ideal para mis dedos, es la  entrada a su “Fuente de Jade” al “Jardín de las Delicias”.  El tiempo se detiene y nuestra excitación aumenta. Crece hasta llegar a mi orgasmo, explosivo, con el que riego sus manos.
Caemos sobre el tatami. A nuestro lado Rosa y el masajista descansan de su tantra particular.
El ambiente se envuelve en una omsica binaural que nos relaja, nos transporta a espacios desconocidos, sexuales, en donde todo esta permitido y el sexo complementa al hombre y a la mujer.
   Hay una ducha al fondo— dice la chinita, —los esperamos en la zona de Spa—.
Los cuatro, desnudos sobre el suelo de la pileta, sentimos el burbujeo del agua y nos relajamos al máximo.
   Algún día volveremos. Somos de Asturias y de vez en cuando viajamos a Madrid. Fue una experiencia maravillosa, sin duda no será la única—.

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