miércoles, 20 de enero de 2021

TRES MUJERES

Hoy, 6 de mayo del 2016, a mis 72 primaveras, acabo de casarme con Rosa, 22 años menor.

– Debiste haberlo hecho con Sonia hace 20 años, me dijo mi ex, Linucha, al salir del Juzgado
– No quiso.
– Ella se lo perdió.

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Linucha.
Nacida, criada y vivida en Madrid, aunque según dice es de Santiago de Compostela, mas cada día que pasa. Con esto de la ruptura de España en diversos países está aprendiendo gallego, no sea que se independice y haya que “falarlo”.
Me case con ella hace casi un lustro, los dos vírgenes y muy jóvenes. Por aquello del procrear, tuvimos tres hijos. Hoy, de aquellos polvos, y nunca mejor dijo, tenemos seis nietos.
Una noche, seguro que mala, sentada en la cama me dijo
— Me voy a separar. Quiero ser feliz.

Sin duda había otra razón disfrazada de músico, pero entonces no lo sabía.
Se quedo con la casa, todo lo que en ella había y una pensión de lo más sabrosa. Eso, la herencia de su madre, la continuidad de su trabajo y la buena gestión de sus dineros la han hecho una mujer rica. Parafraseando un dicho sobre Francia y los franceses:” Dios con ese país se paso. Les dio montes, grandes ríos, tierras fértiles, extensas playas un idioma hecho para el amor”. Bueno, alguien contestó: “Para compensarlo, les puso a los franceses”

Ella también tiene sus  rumanos, aunque ni lo dice ni lo dirá nunca.
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Sonia

La conocí durante una recepción diplomática en los locales de la Cooperación Española de San José de Costa Rica cuando me asignaron allí como responsable de la misma. Creo que el 8 de Agosto del 1990.
Un 10 de abril, meses después, tras el intento de suicidio de un estudiante sueco de intercambio en su casa, pase mi primera noche con ella.
El 23 de Junio del 2003 salí de su casa y, como dicen los castizos, hasta hoy.
Han pasado casi 15 años y ahora empiezo a conocer, con razón o sin ella, el porque de aquella decisión, exclusivamente suya.
Linucha me dejo por un hombre y Sonia por dinero.
Como profesional en arquitectura siempre fue un desastre económico. Cuando en el 2002 entro en la Municipalidad de Montes de Oca, se inicio en política y con una trayectoria irregular, ahí sigue. Con la estabilidad y los colones que estos forran sus bolsillos. Allí y aquí.
Que motivos tuvo para, no solamente echarme de su casa, sino quedarse, como otro día, años atrás, hizo Linucha, con todo lo que adquirí: muebles, menaje, libros, cuadros, cientos de orquídeas, artesanías, siempre para los dos pensando que allí y con ella, viviría por siglos.
La adquisición de unos terrenos y el manejo de mis cuentas bancarias la hicieron recapacitar que era mejor utilizar mi poco dinero y quedar bien con su familia, que estar junto a mí. Dolorosa decisión. Pasado el tiempo sigue enfadada, con ella, no conmigo. Yo esperare, como decía el poeta:
Antes que tú me moriré; y mi espíritu
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la muerte,
esperándote allá.
Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
todo cuanto los dos hemos callado
allí, lo tenemos que hablar.

Mucho o muy poco tiempo lo pase con ella, pues me movía entre Madrid y San José, desde mis cuarenta a mis sesenta. Si hubiese que concretar ese tiempo en dos palabras serian: hacer el amor y viajar. Nos movimos por su país, los cercanos, el mió y en todos. El sexo fue la estrella que constantemente nos guió. Nos separamos y lentamente se fue apagando.
Hoy me queda un hermoso recuerdo y la certeza que, salvo por la lejanía de los correos electrónicos, nunca volveremos a vernos

El tiempo y el dinero borraron sus recuerdos. Han ido poco a poco desapareciendo. El daño que me hizo nunca lo entenderá aunque yo si la recuerde en el fondo de algún pliegue de mi cerebro o en algún recoveco de mi corazón, hoy ya herido de muerte por una angina de pecho.
He leído que, por lo general se sueña con los momentos hermosos tenidos a lo largo de la vida. En mi caso debe se cierto ya que una o dos veces al mes sueño con ella o su entorno. Con la casa que nunca tuvimos o con el dinero, que nos separo.
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Rosa

La vi, de entrada, con un enorme Tarot bajo el brazo, seguida por un montón de amigas, o simplemente conocidas, para que se lo leyera. Yo estaba dando un masaje terapéutico a una de mis compañeras de curso. No me fije más que en su ampuloso escote, del que afloraba un sujetador lila, y comente algo como
— Me lo creeré cuando acierte los números de la primitiva—
Seguí a lo mío: el desbloqueo de las vértebras dorsales de mi compañerita Vanesa, un encanto
En la cena fin de curso, a la que asistió sin pertenecer al grupo de masaje, me dio un beso en la boca, puso en la grabadora “El guardaespaldas” y a la segunda copa nos fuimos a la cama. De eso hace 17 años.
Pasados los años, pese a la oposición de su madre, casi de mi edad, nos casamos. Serán los años, el haber vivido, el esperar la muerte con paciencia, lo que ha hecho que estemos bien, al menos yo.

La vida es rara, imprevisible. Cuando parecía que estaba en la última curva de mi circuito, el coronavirus aparece en el horizonte y lo desbarajusta todo. El tiempo, el dinero, las ilusiones. Ahora solo pienso en vivir, en que el virus desaparezca, en una vacuna milagrosa en volver a viajar, salir a tomar unos vinos, hablar con el barman, discutir de futbol.
Manejo el confinamiento pero añoro el salir, que no hacía antes, viajar ver a los míos.
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Las ranas, las orquídeas y el Tarot son símbolos representativos de cada una, y…………………no es broma.

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