domingo, 11 de septiembre de 2011
EL GORRITO DE BAÑO
sábado, 3 de septiembre de 2011
COSAS DEL SPA
Puede que todo sea imaginación mía o, es lo más probable, que en determinadas situaciones vivamos una realidad querida pero no confesada. Intentaré analizar, si es cierto o no que, en algunos momentos, hombres y mujeres actuamos de forma parecida buscando sensaciones que solo existen en nuestro subconsciente, pero que pueden surgir ante un estimulo exterior que escapa, a menudo, de nuestro control.
Desde hace cuatro meses, el primer domingo de cada mes, una decena de asociados de ANAPA disfrutamos de la tarde del domingo tomando una sesión hidrotermal en las instalaciones del SPA del Gran Hotel Jovellanos de Gijón. Dado que la agrupación es naturista el establecimiento nos permite utilizar sus servicios sin ropa, o sea
que todos cuantos nos reunimos allí estamos completamente desnudos.
Tal vez la filosofía del naturismo o las ideas personales de quienes intentan promoverlo, sean distintas a las mías, pero las reacciones de sus miembros, o mas bien, el ambiente liberal en el que se mueven, hace que sus criterios morales, éticos y personales, cambien. El sentirse desnudos les condiciona a eliminar, junto a su ropa, perjuicios que, vestidos, nunca se saltarían.
La primera vez que nos reunimos éramos todos sino amigos si conocidos y la complicidad del entorno hacía que las escasas barreras que nos separaban, desaparecieran. La experiencia dominical cuajo. Eso y una adecuada campaña en Internet potencio el arribo de más socios, no por su decidido carácter naturista, sino por las ventajas y beneficios que ofrecía el SPA.
Este último domingo, junto a los de fijos de siempre, aparecieron cinco nuevas parejas que ni se conocían ni nos conocían. Ya que nuestro insigne presidente llego tarde, las presentaciones se hicieron de forma aislada e individual creándose un ambiente no tan distendido como en ocasiones anteriores. Si a esto unimos un error horario para la utilización del SPA el resultado fue que nos amontonamos todos en la salita de recepción a la espera de que los respectivos vestuarios se desalojaran. Al ser un grupo nudista la diferencia masculino-femenino no existía y la utilización de dichos servicios era, en consecuencia, mixta. Ese día, no fue así. El responsable del local nos indico amablemente que cada sexo se ubicara en el lugar que le correspondía. Como los más antiguos no estábamos al corriente de esta normativa, antes que pudiera impedírnoslo, Rosa, Elvira, una chica de las nuevas y yo, ya nos habíamos introducido en el vestuario femenino ocupado, en ese momento, por dos féminas del turno anterior. Pese a la negativa de Elvira a que me fuese, pues a ella le parecía de lo mejor el desnudarse a mi lado, tuve que salir. Su reacción me pareció curiosa ya que hasta ese momento ella y yo siempre habíamos estado separados.
Aquella división inicial condiciono que las mujeres terminaran de desvestirse antes que los hombres y que cuando yo, el mas rápido de todos, pase al recinto hidrotermal, la piscina fuese un jardín de tetitas que afloraban entre burbujas y chorros de agua. Con el discreto encanto que envuelve el nudismo, me puse a observarlas. A Rosa, Elvira y Luisa las había visto muchas veces y, por ser veteranas, cada una estaba ya en su correspondiente lugar de masaje. El resto, que no conocían el local, se agrupaba en el centro intentando, con éxito desigual, que alguien les indicara que hacer y donde. Una dama, de 50 años, con un gorrito negro de baño, pechos normales y culo redondeado buscaba o huía de su pareja, iba a su aire. Dos chicas jovencitas (Chica I y Chica II) altas, sin pechos ni nalgas hablaban entre si a la espera de sus respectivas parejas. Otras dos, mas desinhibidas, intentaban entablar conversación y saber la utilidad de cada instalación. Ambas tenían glúteos prominentes, una con tetas y otra sin ellas. Me lance al agua y, evitando el tumulto, me dirigí a la parte mas alejada, donde estaban las camas de masaje acuático. Casi de inmediato las de mas desparpajo y a las que llamaré Joven I y Joven II, me rodearon. En el mullido lecho acuoso les fui indicando la utilidad de cada instalación, sus ventajas y el orden lógico de recorrerlas.
Las deje y fui al jacuzzi. Estaba frío pero la vista de recinto era inmejorable. Las mujeres seguían acaparando la piscina y los hombres se perdieron entre la sauna finlandesa y el baño turco.
Tras una primera hora de adaptación cada uno campaba a su antojo. Regrese a la cama, vacía en aquel instante, extendí los brazos, cerré los ojos y me relaje. Fue un instante. De inmediato la Chica I con su pareja se acoplo a mi izquierda y la Joven I, sola, a mi derecha. Lo anecdótico de esta última es que al ser las camas muy estrechas daba la impresión de estar literalmente pegada a mí. No era una impresión, era una realidad. Sin quererlo sentí su mano rozar la mía, su pierna tropezar con mi rodilla. La mire y contemple sus los ojos cerrados y sus pezones, erectos, surgiendo sobre el agua. Así, entre roces y toques, paso un rato. Al final, se fue. Hice lo mismo pues la tina seguía estando a tope y me dirigí a la sauna. Estaba vacía. Casi me alegre. La soledad fue corta. Entro Luisa y se tumbo en la bancada inferior. La vi a mis pies con su coñito perfectamente depilado, y su rajita enmarcada por un fino cerco de pelo negro. Me era imposible abstraerme de aquella visión, mas aun por el balanceo de las piernas que propiciaba que se abriera y cerrara ante mis ojos. Iba a salir cuando llego la Joven II y su mozo. Luisa se sentó, pero siguió ocupando el nivel inferior. Los nuevos se sentaron en el superior, ella a mi lado y el junto a la pared. Lo de que si que si molesto, si pongo agua en la estufa para generar mas calor, si..., el caso es que ella se fue desplazando hasta quedar totalmente pegada a mi. El coñito por una parte y el roce carnal por otra estaban alterando mi capacidad de raciocinio. Lo atípico es que parecía no pasar nada, todo era normal. A Luisa le agradaba que la vieran y a la Joven II pegarse a mi costado mientras alababa las excelencias del lugar. Por suerte apareció el presidente al que gentilmente deje mi sitio y salí.
La pileta estaba vacía, o semi. La Dama del gorrito paseaba por el agua, la Chica I y su chico seguían en la cama de agua y la Chica II se relajaba bajo un potente chorro de líquido. Me situé sobre el surtidor de burbujas, extendí los brazos y deje que el agua masajease la zona lumbar. Era una postura de lo mas relajante. Como sin querer, sin decir nada ni disculparse, la paseante tropezó con mis pies. Una, dos, tres veces. Cada recorrido iba, voluntariamente o no, a finalizar contra mis muslos. Debía darse cuenta. Dos veces doble las rodillas para evitar el choque, no lo conseguí. Fue entonces cuando empecé a pensar en todas aquellas coincidencias. Siempre fueron ellas quienes las provocaron, cosa que me sorprendió, y encima, nunca le dieron la menor importancia. La Dama del Gorrito desapareció. Yo me dirigí a las camas de agua, vacías en ese momento. Me tumbé y seguí pensando. Porque la gente, al igual que los calamares, se agrupan en espacios reducidos teniendo todo el mar a su disposición. Si, la Chica II se acoplo, de repente a mi derecha, pegadita a mí, y la Joven I a la derecha de ella. Sentía sus brazos, los dedos de la mano. Me enderece y las vi juntitas, con sus pechos surgiendo y desapareciendo del agua. Las dos con los ojos cerrados, ajenas a lo que pasaba bajo el líquido que a todos nos envolvía.
Regresé al jacuzzi estaba mas caliente. Rosa me acompañó. Al igual que sus homónimas, y con mi complicidad, se me adhirió como una lapa. Me tocó, me acaricio, me beso. Daba la impresión que la desnudez, la complicidad del agua, el ambiente caliente y la penumbra, eran motivos mas que suficientes para desmadrarse, eso sí, dentro de la mas completa inmunidad.
Otra vez los vestuarios separados. Rosa sufriendo, en el de mujeres, una inundación que le evitaba poder usar el secador de pelo y deseando pasarse al de hombres en el que yo, solo, gozaba de todos los servicios.
De nuevo el viaje nocturno de regreso. En el, vendrían a mi mente el deseo de Elvira de desnudarse conmigo, los roces subacuaticos en la cama de agua con las dos Chicas, las exposiciones corporales de Luisa y la Joven II en la sauna, los contactos continuados de la Dama del Gorrito y los magreos constantes de Rosa cada vez nos tropezábamos. Sería todo casual, les gustaría probar lo prohibido. Debía preguntarles a ellas o, mejor aun, hacerles escribir su versión de los hechos. Por lo que veía eran ellas quienes actuaban y nosotros quienes, dócilmente seguíamos sus aviesas intenciones.