Fue en una primera comunión.
Sin conocernos se puso a mi lado, le llegaba al nivel de la teta derecha.
Pase la ceremonia
visualizando la película, en especial la escena en la cual la sargento da una clase
defensa personal con el mas torpe de los aspirantes y termina a horcajadas
sobre él con su coño entre la barbilla y la nariz. Pobre muchacho.
Sargento Debbie
Callahan. “Loca Academia de policía”
Vestida de civil era
impresionante, pero menos. La llamaremos, más que nada por no terminar como el
novato de la cinta, agente Romerales (mi apellido favorito para los miembros
del cuerpo). Nacida, criada, residente en Villaviciosa y como tal tremenda
bebedora de sidra. Entre su tamaño, la cantidad de ejercicio que hacía y lo
rápido que esta bebida se elimina, no era extraño que bebiese mucho mas que
cualquier maromo de la zona en donde la consideran, por su cargo y su aguante
el mas duro de los paisanos y sin duda
el mas estricto de todos los agentes de su promoción.
Aunque, tal vez por envidia
cochina, me haya pasado un poco en la descripción de sus atributos físicos,
también era una mujer muy sexual. Era muy difícil no mirarla dos veces, ni
dejar de escuchar la cantidad de historias que, sobre ella, corrían por el pueblo.
Unas sobre su persona, otras, dado que trabajaba en Oviedo, a 60 km. de la
villa, sobre su afición al macho ibérico y por ultimo, muchas por su
sexualidad, parecida, bien, a la viuda negra, que para alimentar a sus crías
devora a los machos con los que procrea o a ciertas filipinas de las que se
dice que, tras el orgasmo, caen en estado de desvanecimiento en el que parecen
dejar el mundo de los vivos (petite morte para los franceses), o como
las llamadas mujeres fuente que tienen eyaculaciones liquidas, copiosas
y espectaculares
Tatuaje
De ella dicen mas. Algunos
comentan que, según fuentes fidedignas, los hay quienes aseguran conocer al
artista, tiene un extraño tatuaje entre las piernas, no un tipo de garabato
oriental o el nombre de un amante despechado o la fecha en la que perdió la
virginidad o aquella en la que se emborracho por primera vez.
Tenia tatuado un vaso de
sidra, con esta rebosando por el borde,
rebosando sobre su coño.
Debía ser algo, si estaba
bien tatuado, excepcional.
Sidra
Se rumoreaba que, durante sus
orgasmos su vagina se llenaba de fluidos con un marcado sabor a sidra, a
“sidrina” dulce. El rumor llegaba más lejos ya que algún amante deslenguado juraba
y perjuraba que tras el coito la habitación se colmaba de un fuerte olor a manzanas recién
cogidas del pomaral.
Seria verdad, o una de las
muchas leyendas urbanas que, tras degustar muchas cajas de sidra, corrían por
la Villa, o la ilusión eterna de todos sus paisanos, no solo por poseerla sino
por catarla y aspirar las fragancias frutales de su entrepierna.
El coño de la policía
loca
El haber visto el coño de la
policía local es la suerte solo de un puñado de barones del pueblo. El haberlo
degustado, el saborear sus jugos con aroma a manzana recién cogida es algo al
alcance de muy pocos, poquísimos.
No me encuentro entre ellos,
solo escucho lo que me dicen y trascribo algo de aquello, el resto es parte de
lo que mi inquieta cabecilla fabula tras tomarme, no un botella de sidra, ni
una caja, sino una ginebra con tónica, muy cargada, en un vaso de sidra, eso
si, a tope de hielo y con una rajita, de limón.