martes, 8 de octubre de 2013

NAKEDSPA

Por mucho que el Presidente de la Federación Española de Naturismo se empeñe y pese a la enorme labor de las Federaciones Regionales, ayudadas incondicionalmente por el empuje de la Federación Internacional, cada día que pasa pienso más que serán, no ya los nudistas de a pie y sus dirigentes, sino los ciudadanos del montón, quienes introduzcan el naturismo en nuestra sociedad.
Este mes, como todos los de Febreros viaje a Madrid. Fundamentalmente a celebrar el cumpleaños de mi madre, el de mi hijo y el de dos de mis nietos. El desplazamiento lo rematé visitando ARCO, y  JUSTMAD 3 y, por aquello de las carambolas de la vida, asistiendo a la puesta en funcionamiento del primer Spa naturista de Madrid en horario continuo, el “nakedspa
Hace ya algunos años hacía deporte. Un buen día, un doctor me lo prohibió, por aquello del corazón. Seguí nadando, moderadamente, y caminando sin prisas, pero ahora la edad y mi vagancia han hecho que lo abandonase todo. Casi nadie lo sabe. Menos mi hija que ahora se ha hecho un devota del deporte: pádel, natación, esquí.. .y que si en viajes anteriores intentó, sin éxito, que la acompañase a las instalaciones municipales donde lo práctica, en este y a base de tozudez consiguió arrastrarme: ella jugaría su partido de pádel y yo nadaría y podría gozar del Spa anexo a la piscina, todo por el módico precio de 1,35€.
A las 9,30 de la mañana dejo a los niños en el colegio y a mí en la piscina y con un cariñoso “Te recojo en la puerta a las 11,00” se despidió con un beso.
Las instalaciones eran soberbias. Una piscina de seis calles, casi vacía,  el Spa en uno de los laterales y otra piscina para niños y clases, todo iluminado por luz natural a través de paredes y techos acristalados, y solo por 1,35 €, para los jubilados, se supone. Así, a bote pronto, éramos seis nadadores en la pileta y como 10 o 12 en la bañera hidrotermal. Me disfrace de pez y me lance al agua. A los doscientos metros el corazón me salía por la boca. Pare y empecé hacer series de cincuenta con pequeños descansos hasta completar los mil  metros que tenía programados. Al salir me temblaban las piernas y tuve que hacer una serie de estiramientos para evitar que se me acalambrasen.
El recinto hidrotermal era otra cosa. Me tumbe en una cama de agua y allí se inicio mi descaso. Pase al jacuzzi, los chorros lumbares fueron lentamente estabilizándome  y empecé analizar a quienes  me rodeaban. Éramos 11 personas, cuatro hombres, siete mujeres y una fisioterapeuta acuática que hacía ejercicios con uno de los varones. Las damas se distribuían entre los chorros de agua, las camas y las zonas de masaje subacuático, siempre bajo la atenta organización del otro varón que, por lo que mandaba y por su conocimiento del personal parecía el más veterano y sabiondo del grupo.
Me centre en una mujer, como de mi edad, o sea de más de 60 años, con un bañador de los setenta, ya muy dado de sí y un gorro blanco de goma con topitos, que  intentaba, sin éxito, bajo uno de los chorros en cascada, que el agua no arrastrase la parte superior del mismo. No lo conseguía. Cada vez que el agua golpeaba sobre su cuerpo, el bañador le descendía hasta la cintura, dejando, lógicamente sus pechos al aire. Intento, al principio, sujetárselo con los brazos, luego ciñéndoselo mas fuerte tras la cabeza, y al final dejándolo a su aire, con las tetas flotando libremente bajo el agua. Era bonito. Salvo yo nadie parecía percatarse del hecho. Sufrió con resignación y no sé si algo de gozo, la aplicación, por dos veces, del agua a presión y luego, por esos avezares de la vida  se vino al jacuzzi y se sentó a mi lado. Bueno, a mi lado no, así como a metro o metro y medio de mi. En aquel momento solo otro señor y yo lo utilizábamos y el estaba en posición ventral aplicándose chorros de agua en el estomago, o lo que es lo mismo, nos daba la espalda. La buena mujer se sentó, empezó a sentir el masaje del agua en su espalda y se repantingo bajo el agua. Debía sentirse a gusto, muy a gusto. Así, por las buenas, como si fuera la única bañista del complejo, volvió, ahora a conciencia, a bajarse la parte delantera del bañador, se reubico los pechos, que como dos grandes globos blancos flotaban a escasos centímetros de mi, se lo anudo, una vez acomodados, tras la cabeza y siguió tendida bajo el agua con cara de infinita relajación.
Pase como cinco minutos mirándola, imaginando que estos balnearios urbanos empezaban a ser el nuevo germen del naturismo en España. Éramos la tercera edad, esa generación que habíamos vivido  el recato de la iglesia y el franquismo, esa generación a la que ya todo, y no digamos su cuerpo, lo tenían asumido, ese grupo humano al que por su edad, ningún vigilante o socorrista iba a decirles que se les veía el pecho o la picha. Hay que matizar, no obstante que a mi si me recriminaron que, en un descuido ocasional, mi gorro de baño cayera bajo el agua y pasase como diez minutos con el pelo, de la cabeza, al aire.
No pude ir a la inauguración del “nakedspa”. El sábado había partido de futbol y debía ejercer de canguro con mis nietos, por lo que  espere hasta el martes para conocerlo. Según la información del Presidente de la FEN era el primer balneario urbano enteramente nudista abierto todos los días mañana y tarde, es más, los afiliados a la FEN, teníamos una sensible reducción en todos los precios.
Estaba lejos, unas trece estaciones de metro, pero como después comprobé, desde Bilbao a Pacifico el recorrido era directo y apenas había que andar hasta llegar al Spa.
Un encanto de señorita, ataviada con pantalón y camiseta blanca, que decía a gritos que estaba totalmente desnuda por debajo o solo llevaba una tanga, se me presento, a la entrada, como Patricia suministrándome una toalla de baño y  llevándome hasta el vestuario, el femenino, tal vez por error. Dijo que me desnudase y luego volvía  a ensañarme las instalaciones.
Cumplió su palabra. La esperaba totalmente desnudo y sin inmutarse lo más mínimo salimos hacer un recorrido de las instalaciones. Pensé que, por ser el único Spa naturista de Madrid a jornada completa, habría más gente, pero no, estaba yo solo. Vimos la tina hidrotermal, la zona inferior de relajación, un pequeño gimnasio, no se para que. Salimos por un pasillo del fondo.  A mano derecha jacuzzi, a la izquierda una piscina fría de contrastes y al fondo las saunas y las duchas. Todo muy limpio iluminado por  luces difusas  azuladas.
Por una escalera de caracol subimos a la segunda planta dedicada exclusivamente a masajes: Sala de Tierra, Sala de Aire, Sala de Agua, Sala de Fuego, cabinas individuales para particulares, zona de relax. Al parecer unas veces se daba el masaje en camilla, otras  en el tatami del suelo y otras en una mini piscina. El ambiente estaba impregnado de incienso y en cada uno de los aposentos la música sonaba de acorde con el nombre de la Sala.
Regresamos al Spa y con un
         — Recuerda soy Patricia, cualquier cosa que quieras no tienes más que pedírmelo; agua, toallas, masajes. Gracias.
Me quede solo en el agua y durante una hora fui pasando de una instalación a la siguiente esperando, sin éxito, que aparecieran nuevos usuarios. Tal vez por ser un día de semana, por estar lloviendo, o ser muy temprano pero la realidad es que estaba solo.
Cuando ya pensaba irme volvió aparecer Patricia, se acerco a la piscina y de forma muy recatada me pregunto si no deseaba un masaje. Salí del agua y le pregunte tipos y precios.
         — Por ser la primera vez puedo hacerte una mezcla de técnicas y el precio será de……
No me pareció caro y acepte su oferta.
Nos dirigimos a la Sala Tierra. Dos tatamis en ángulo cubrían el suelo, entre ambos una mesita con velas, aceites y toallitas, de fondo música mezcla de hindú y africana.
         Túmbate ahí boca a bajo
Me dijo indicándome uno de los tatamis, mientras ella se despojaba del pareo quedándose únicamente con una tanguita blanca. Sin decir ni media palabra se ubico a mis pies e inicio su trabajo. Note como sus manos, muy suavemente, iban recorriendo mi cuerpo sin apenas presionarlo  subían hasta la cabeza para de nuevo descender sin centrarse en ningún punto en particular. Todo muy despacio, muy despacio. Entre la música, la poca luz y aquella especie de masaje-caricia los minutos pasaron volando.
         —Date la vuelta.
Oí de repente. Lo hice y ahora sí, viéndola me despeje de golpe. Volvió a la rutina inicial. Yo mejore mi  campo visual centrándome en sus pequeños pechito, casi inmóviles que subían y bajaban a escasos centímetros de mi piel.
         —Hemos terminado. Como te encuentras. Solo tienes una leve contractura en el hombre derecho. Estas muy relajado.
Como no, pensé, después de este masaje. Me dejo en la ducha y desapareció. La vi al salir.
         —Confío que vuelvas.
         Difícil, conteste, no soy de aquí, pero, si viajo a Madrid, regresaré.
Se llamaría de verdad Patricia o era su nombre de guerra y el autentico sería Paquita, Manoli o Belarmina todos ellos muy asturianos. Qué más da, pensaba de vuelta en el metro, lo lógico es nunca volviera a contemplarla. Que anacronismos tiene la vida, había más gente en el Spa del centro deportivo público que en este privado y el tratamiento del desnudo entre los asistentes, puede decirse que era, casi idéntico.

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