Federación Española de Naturismo (FEN) lo deja bien sentado: en España no existen playas nudistas (término que barajan en las oficinas de turismo), por lo mismo que no hay sectores acotados para señores con bañador o con barba. Ni caben guetos ni sanciones. Tampoco UNICEF ha manifestado su disconformidad con la visión infantil de la desnudez.El paraíso cántabro de Langre (Ribamontán al Mar) tuvo en Félix Rodríguez de la Fuente a uno de los primeros bañistas despojados de su traje de baño. Y tal como la conoció el televisivo divulgador, como por ensalmo, así se ha conservado..........Con esto, una oferta hotelera en Internet y la previsión climática, en la que el sol predominaba sobre las nubes, salimos hacía Langre a disfrutar de unos días de descanso.
Desde Oviedo, al norte de la
ria Santander y exceptuando el tramo de obras desde Llanes el límite
provincial, el viaje es una delicia: el paisaje verde, el mar al norte y el
tráfico muy fluido. Tarde mas de lo normal, en parte por mi lentitud y en parte
por un error de mi copiloto, pero llegamos al fin a un hotelito rodeado de lecherías
y panificadoras a menos de 500 metros de la playa.
Aparecimos los primeros, o de los primeros, en la playa
y nos encontramos con todo el arenal convertido en una gran escuela de surf. De
este a oeste un montón de escuelas de este deporte, precalentaban a sus
alumnos, los revestían de neopreno y los enviaban hacia un mar que, mas que
embravecido, parecía una balsa de aceite, allí flotaban y flotaban a la espera
de aquella ola respetable que, por lo general no llegaba, los deslizasen sobre
el agua.
A medida que pasaba la
mañana, los surfistas fueron desapareciendo y la playa se llenó de bañistas,
textiles al sur y nudistas al norte, eso si, en una perfecta convivencia y
ambos grupos con la utilización total del arenal.
Por la tarde volvieron los
surfistas y pese a la bonita prohibición del Ayuntamiento contra la entrada de
mascotas, la playa se lleno de ellas. Debo reconocer que, si al principio me
preocuparon, por los niños, los excrementos y las carreras, al final termine
por olvidarlos.
Al atardecer los diferentes
grupos fueron desapareciendo quedando la playa como al amanecer: vacía, y con
los flecos blanquecinos que dibujaban las olas al morir sobre la arena.
Me gusto la playa, la zona y
el ambiente. Pase una semana y me fui con la intención de repetir otro año, tal
vez para reencontrarme con el dueño del hotelito o por bañarme desnudo rodeado
de surfistas y mascotas, mayoritariamente caninas.
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