martes, 1 de octubre de 2013

LANGRE:SURFING, DESNUDOS Y PERROS

Hace un año, en un articulo de Guillermo Esain “Baños de libertad” que se iniciaba con el subtitulo de:”Las playas de raíz naturista, más de moda que nunca, se consolidan como apuesta veraniega”, el autor escribía:Si hay un mundo paradisíaco, ese es el de las playas de ensueño naturista. Unos 400.000 Adanes y Evas españoles las disfrutan asiduamente. Y cada vez con mayor naturalidad, la práctica “sin textiles” gana adeptos. Atrás quedaron los guetos, el escándalo público y el miedo a la reprobación social. Esta pulsión liberadora es mucho más que una tendencia; es lo mejor del verano. Bañador sí o bañador no. Raro es el tramo de segmento de costa española en el que falte esa atmósfera de relax, formas civilizadas, discreción y limpieza (aun sin papeleras) que caracteriza las zonas “sin textiles”. Ni neveras, ni radios; el viento y el oleaje como única banda sonora. 
Federación Española de Naturismo (FEN) lo deja bien sentado: en España no existen playas nudistas (término que barajan en las oficinas de turismo), por lo mismo que no hay sectores acotados para señores con bañador o con barba. Ni caben guetos ni sanciones. Tampoco UNICEF ha manifestado su disconformidad con la visión infantil de la desnudez.El paraíso cántabro de Langre (Ribamontán al Mar) tuvo en Félix Rodríguez de la Fuente a uno de los primeros bañistas despojados de su traje de baño. Y tal como la conoció el televisivo divulgador, como por ensalmo, así se ha conservado..........Con esto, una oferta hotelera en Internet y la previsión climática, en la que el sol predominaba sobre las nubes, salimos hacía Langre a disfrutar de unos días de descanso.

 Desde Oviedo, al norte de la ria Santander y exceptuando el tramo de obras desde Llanes el límite provincial, el viaje es una delicia: el paisaje verde, el mar al norte y el tráfico muy fluido. Tarde mas de lo normal, en parte por mi lentitud y en parte por un error de mi copiloto, pero llegamos al fin a un hotelito rodeado de lecherías y panificadoras a menos de 500 metros de la playa.
Aparecimos  los primeros, o de los primeros, en la playa y nos encontramos con todo el arenal convertido en una gran escuela de surf. De este a oeste un montón de escuelas de este deporte, precalentaban a sus alumnos, los revestían de neopreno y los enviaban hacia un mar que, mas que embravecido, parecía una balsa de aceite, allí flotaban y flotaban a la espera de aquella ola respetable que, por lo general no llegaba, los deslizasen sobre el agua.
A medida que pasaba la mañana, los surfistas fueron desapareciendo y la playa se llenó de bañistas, textiles al sur y nudistas al norte, eso si, en una perfecta convivencia y ambos grupos con la utilización total del arenal.
Por la tarde volvieron los surfistas y pese a la bonita prohibición del Ayuntamiento contra la entrada de mascotas, la playa se lleno de ellas. Debo reconocer que, si al principio me preocuparon, por los niños, los excrementos y las carreras, al final termine por olvidarlos. 
Al atardecer los diferentes grupos fueron desapareciendo quedando la playa como al amanecer: vacía, y con los flecos blanquecinos que dibujaban las olas al morir sobre la arena.
Me gusto la playa, la zona y el ambiente. Pase una semana y me fui con la intención de repetir otro año, tal vez para reencontrarme con el dueño del hotelito o por bañarme desnudo rodeado de surfistas y mascotas, mayoritariamente caninas.

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