“Un viejo amigo, que soñaba con ser mas que eso, me dijo en
cierta ocasión que yo rea la mujer mas
silenciosa y elocuente que había conocido. Sonia Silenciosa, me bautizo antes
de irse una madrugada con varias copas de mas y demasiadas lagrimas de menos.
Decía, y sin duda exageraba porque sus sentimientos eran mas poderosos que sus
razones, que bastaba con mirarme para hurgar en mis heridas e intuir lo que
escondía en ellas. Quizás su inmadurez crónica de poeta frustrado y frustrante
le hacía ver mujeres misteriosas y trágicas cuando su inspiración caía en
picado. No me considero misteriosa. Como mucho esquiva.
Tampoco soy trágica. Me conformo con ser levemente melancólica,
o más bien nostálgicas. Nostálgicas de los sueños que poco a poco he ido
abandonando en las tranquilas aguas de la resignación. Silenciosa sí. Ahí
acertó de pleno en mi zona mas vulnerable. Odio la palabra inútil, la cháchara que solo
sirve para ocultar la falta de sentimientos, el blablablá que no es mas que
calderilla con la que comprar la indeferencia ajena. Me gusta escuchar el
sonido de las palabras que no es necesario pronunciar, paladear cada uno de los
verbos que sirven para conjugar emociones que se resisten a ser envasadas al
vacío de de los compromisos vanos, los intereses banales y las mentiras
comunes.
Me gusta la gente que calla para no otorgar, la gente que no
se mete en los abrevaderos donde la música es sustituida por huracanes de
sonidos atroces, la gente que no levanta la voz para sentirse mas segura de si
misma, la gente que puede detenerse frente a un horizonte y cerrar los ojos y
dejar que el silencio llene de significados los huecos de su soledad.”
José
Luis
Siempre luchó, siempre ganó y ahora está sola. Primero
perdió la familia, luego los amantes, más tarde los amigos y por último su
entorno político. Quiso salvar al mundo sin creer en nada. En estos momentos,
sin anclajes afectivos, ve como la maquinaria política en la que está inmersa
la tritura.
La llamaban “Negrita”, yo “Mi
novia morena”. Vivió a remolque de su generación. Se casó por un hijo, fruto de
una noche de porros, con alguien a quien repudió y hoy es tan infeliz como yo;
fue la primera arquitecta de su país y jamás ejerció, pasó de hombre en
hombre no por vicio, creo que por soledad.
Amó y ama el dinero con la idea de que con él solucionará sus problemas, lleva
años confundida. Solo fue feliz cuando no lo tuvo, pero nunca lo entendió.
Sonia
Mis únicos hombres, uno, el padre de mis hijos y otro con
quien pase los mejores años de mi vida, están lejos. El primero, en mi propio
país, el otro en España. A los dos los eché de mi lado, ambos, a regañadientes,
se marcharon, los dos aún me añoran, no me olvidan pero sé que ninguno volverá.
Al primero lo cambie por un doctorado en arquitectura, al
segundo por la alcaldía de mi municipalidad. Sin ellos ambos objetivos habrían
sido ilusiones, con su apoyo y dinero, lo conseguí.
Estoy en la Asamblea General de mi partido, el PAC (Partido
de Acción Ciudadana), elegimos la Secretaría General, que no seré yo; a mi
alrededor, nadie, tres sillas vacías a mi derecha y cinco a mi izquierda. Soy
la más honesta, la más rara, la útil pero no querida, ese ser que por la noche
solo habla con su almohada y a veces relee algún correo electrónico de alguno
de sus hombres que nunca contestará.
José
Luis
Han pasado muchos años y aún no sé por qué me expulsó de su
lado. Hubiese admitido una sustitución, un cansancio, la incomprensión fruto de
la edad, pero no. En mis noches de insomnio me pregunto el porqué y no lo encuentro.
Tal vez su dinero futuro que no deseaba compartir, quizás el querer regresar a
los treinta, ser libre y vivir de nuevo otra vida. Está sola. Morirá sola sin
pedir ayuda, creyendo, convencida, que todo lo ha hecho bien, pensando que su
labor política redimirá a los pobres, eliminara a los ricos y este mundo será
un mundo feliz.
Es atea y contra esa creencia choca constantemente. Con los
años sus hijos sí creen, su sociedad también, y
quienes piensan como ella se han ido lentamente apartándose de su lado.
Sonia
Otra noche más sin nadie con quien tomar un vino y discutir
la erupción del volcán Turrialba. Ni eso ni celebrar la elección de mi amiga
Margarita Bolaños como Secretaria del PAC.
Este año debería estar jubilada,
disfrutando de mis nietos, leyendo, viajando de nuevo a Madrid, no será
factible, es imposible reencontrarme con el pasado, lo quise así y no daré mi
brazo a torcer.
Sería hermoso reeditar aquellos mese de mayo, antes de
entrar la estación lluviosa del trópico, viendo el atardecer sobre el Pacífico, contemplando el sol, enorme, sobre el horizonte con
alguien amigo a mi lado; lo sería, pero ya nunca lo será, lo dejé partir, mejor
dicho, lo eché de mi lado.
Pronto empezarán las lluvias, los canalones se llenarán de
hojas y las orquídeas iniciarán su floración. El Primero de Mayo iré al
Congreso y, con suerte, veré al Presidente en el cóctel. Salvo José Luis que,
en la distancia, sigue leyendo la prensa local, nadie de mi entorno me
recordará, ese día, que soy la
Jerarca del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo y lo
que es peor, que el día 4 será mi 65 cumpleaños.
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