sábado, 14 de marzo de 2015

EL GORRILLA

Ahmed, el gorrilla, es nuestro guarda coches particular. Apenas si recuerdo cuando aprecio por el barrio y hasta que un buen día mi hijo Roberto nos pidió algo de ropa para entregársela, nada sabía de su existencia. Era de algún lugar de la franja subsahariana, huérfano, con una hermana en suiza y un físico de corredor maratoniano.  Muy alto, delgado, de piel cetrina siempre con una gorra de béisbol, de ahí su apodo. Aparecía sobre las 8 de la mañana y hasta el anochecer recorría las aceras buscando aparcamientos, ordenando el tráfico, cobrando por ello alguna propinilla, ayudando a los niños a cruzar la calle, socorriendo a las amas de casa supercargazas, en fin, haciendo pequeñas obras de caridad. Al principio paso desapercibido, con el tiempo se convirtió en algo intrínsico del barrio, como el supermercado, el buzón de correos, los parquímetros.
Un mal día el gorrilla desapareció. Me lo dijo Roberto. Lleva dos días sin vérsele,deberíamos avisar a la policía.
Fue ella quien nos informó. Sin una denuncia concreta, sin algún problema específico, el gorrilla estaba en las dependencias policiales acusado de algo inconcreto por alguien desconocido.
Todos lo sentimos y nos preguntamos los motivos de tan extraña decisión.
Un hombre mata de un puñetazo a otro por grabar a su hija en local en Cádiz. Leí la noticia y la recorté para mí archivo, ese blog anónimo que nadie lee y yo recolecto: La prensa canallesca de la mañana.
La Guardia Civil detuvo a un ciudadano británico como presunto autor de la muerte de otro, alemán, por haber grabado a su hija en una tableta digital en la urbanización de Sotogrande en San Roque. El pobre inglés lo tenía todo a favor: defendió a su hija pequeña, atacó a un pedófilo que, sin su autorización, la estaba grabando, Dios sabe con qué intenciones, y tuvo la mala fortuna de que del golpe, el agresor murió. El alemán, reincidente, acababa de salir de prisión por orden judicial, ¿qué pensaría ahora el juez de habérsela dado?, la tableta era robada y en ella aparecía una amplia y continuada grabación de la niña a lo largo de todo el día.
El inglés, como nuestro amigo el gorrilla, paso la noche entre rejas a la espera de una disposición judicial, sin duda de acuerdo con la ley, pero incomprensible para el hombre de la calle.
Leo la prensa de atrás hacia delante: el tiempo, la primitiva, los deportes, sucesos, noticias internacionales, nacionales y locales, por ello, cuando llego a las páginas de la "corrupción generalizada”, o bien estoy relajado, pues el Atlético ganó, o pienso que su racha exitosa acaba de fenecer, razón por la cual siempre afloran en mi mente ideas malignas. La trama Gurtel, los Ere de Andalucía, las tarjetas negras de Bankia, el caso Bárcenas, el de los Pujol, la Infanta Cristina y Urdangarín o, por último, pero no el último, la Operación Púnica, y todos en la calle, algunos hasta han pedido unos días de asueto para poder ir de vacaciones. No obstante el gorrilla y el inglés entre rejas.
Qué peculiar es la justicia con el pobre y qué justa con el rico, el poderoso o el influyente.
En la calle todos gritan contra la corrupción y todos deberían saber que este mal es endémico a la naturaleza humana y que ya hace muchos años Maquiavelo escribió: "El poder corrompe y, el poder absoluto, corrompe absolutamente”, hecho que hoy está de moda y que seguirá estándolo gobierne quien gobierne. "El cielo”, como decía mi abuela, "no es de este mundo”.
- Papá, papá, Ahmed ya está en la calle, dijo Roberto gritando.
- Ya lo sé, acabo de dejarle las llaves para que me aparque el coche. Lávate las manos que hay que comer.

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